3 de abril de 2019

Al caer la noche

(Nightfall) 1956                                                                                                      Director: Jacques Tourneur                                                                                Reparto: Aldo Ray, Brian Keith, Anne Bancroft, Jocelyn Brando, James Gregory, Frank Albertson, Rudy Bond, Arline Anderson, Monty Ash, María Belmar, Orlando Beltran, Art Bucaro, George Cisar.                                                Guión: Stirling Silliphant                                                                                      Fotografía: Burnett Guffey

Tras un largo tiempo sin comentar ninguna película en esta página, hoy retomamos la labor de recomendar un film injustamente olvidado y enterrado entre ese maremágnum de celebres  títulos de la década de los 50. Nos estamos refiriendo a "Al caer la noche" una notable y poco conocida muestra de cine negro por parte del imprescindible Jacques Tourneur. El reputadísimo autor de "Retorno al pasado",  nos sumerge en apenas 80 minutos en una trama tremendamente simple pero el maestro Tourneur, a parte de su brillantez visual y talento en la dirección, es de una inteligencia extraordinaria, con lo que logra convertir algo en apariencia sencillo en poesía visual e innovación narrativa al sintetizar en tan escaso metraje, un prólogo, un desarrollo y un desenlace (con romance incluido) de una manera que solo un maestro como el puede hacerlo.

Todo comienza, en efecto, al caer la noche, cuando James Vanning (Aldo Ray) deambula sin rumbo por la noche como temiendo algo y, al mismo tiempo, esperando que suceda de una vez. En cierto momento, un hombre le pide fuego y charla con él brevemente. Poco después sabemos que es un investigador de seguros llamado Ben Fraser (James Gregory), que lleva días siguiéndole por un delito que no conocemos. Mientras tanto, James conoce en un bar a una modelo, Marie (Anne Bancroft), que le saca un poco de su ensimismamiento hasta que dos hombres, aparecen por sorpresa a la salida y se lo llevan en coche.


La película está repleta de detalles de una sutileza extraordinaria que elevan sin duda la categoría de la película muy por encima de su sencilla historia. Utilizando sabiamente el flashback Tourneur vuelve al género negro con mucha discreción, como no queriendo hacer ruido, pero le sale el talento por todos los poros y consigue una obra escueta, directa, sintética, efectiva e incluso hermosa al ser fotografiada por Burnett Guffey alejándose así de los clásicos claroscuros del noir en las largas escenas montañosas para contrastar la pureza que ofrece la naturaleza con esa civilización oscura y corrupta de donde proceden los personajes. Una vez más Tourneur da una clase magistral para retratar esa magia, para evocar, sugerir lo intangible, lo invisible, lo etéreo, lo misterioso que nos une.


Es curiosa esta vuelta al cine negro de un autor que tiene una su haber una joya imperecedera del genero. La impresión que tiene el espectador es de que vuelve con una humildad impropio de su categoría, que plantea el rodaje de la película casi con expectativas de serie B, como si no quisiera embarcarse en una gran producción y solo quisiera ejercitarse en la narración de una historia discreta pero que acaba contando magníficamente. 


Podemos ver ese talento reflejado en ese plano en el que Ray se para a sacar tabaco de una máquina, 5 segundos, pero en el encuadre se introduce en segundo plano a dos personajes que lo miran, no se acentúa nada, casi pasa desapercibido, hasta que otros 15 segundos más tarde vemos que cuando salieron por la otra puerta esos dos hombres era con la intención de encontrarse con nuestro protagonista o El magnífico inicio con una ciudad bulliciosa y nuestro solitario protagonista encuadrado en un kiosco con los periódicos de todos los estados del país, lo que acentúa su vulnerabilidad, una ciudad llena de coches y luces de neón donde casi todo el mundo acaba siendo invisible, es un breve prólogo al inicio de la trama, como un momento dedicado a marcar el tono del film. Un bar cualquiera, de una calle cualquiera, en un taburete cualquiera nos encontramos un día cualquiera a la persona que nos cambiará la vida, una vez más los hilos invisibles.


No se recordará o mejor dicho, no se recuerda como una de las grandes películas de Tourneur, ni se la menciona entre sus más destacadas pero, sin lugar a dudas "Al caer la noche", está dentro de sus películas más notables, que son muchas, de las películas que han hecho de Jacques Tourneur uno de los grandes directores de la historia, quizá algo infravalorado, pero incontestable para esto escribe.