27 de agosto de 2017

Gary Cooper

La elegancia de un vaquero


Entre las muchas "estrellas", "estrellitas" y "estrellados" que pululaban por la "escombrera" más bonita del mundo, a la que el común de los mortales llamamos el Hollywood clásico, dos figuras brillaban y pugnaban por ser la más elegante de aquella moderna Babilonia de lentejuelas, focos y escándalos... Estas dos personas respondían con el prosaico nombre de Archibald Alexander Leach y Frank James Cooper, o lo que es lo mismo, Cary Grant y Gary Cooper respectivamente.

Pero dejemos de momento en un aparte a nuestro actor favorito Cary Grant y centrémonos en Gary Cooper. Un actor extraordinario, cuyo estilo sólo pertenece a los grandes, aquellos que son capaces de discernir entre ser y parecer. Su mirada, los gestos, la forma de andar, decían más en Cooper que cualquiera de sus diálogos. Su gesto de tipo duro y sus andares de vaquero no eran solo la pose calculada de un avezado actor. Gary Cooper fue "cowboy" antes que estrella de Hollywood.

Un 7 de mayo de 1901 Frank James Cooper llego al mundo en Helena, (Montana) y un 13 de mayo de 1961 Gary Cooper subió a los cielos. Entre ambas fechas asistiremos a la trasformación de un vaquero "paleto" a la de actor y gentleman. Su gran popularidad se basaba en su estilo sobrio y natural a la hora de actuar. Era alto y desgarbado, y encarnaba mejor que nadie al "americano ideal", un hombre íntegro y caballeroso que pronto se ganó el reconocimiento de ser considerado como uno de los hombres más elegantes de aquel hollywood dorado.

 

Su vida de película comenzó cuando regreso de Inglaterra donde su madre había traslado a sus retoños para darle una "buena" educación, y el bueno de Cooper intento labrarse un futuro como dibujante y caricaturista en un diario local, pero pronto perdió el interés. Así pues, nuestro héroe hizo de nuevo las maletas y se traslado a Los Ángeles, donde el destino le guardaba un plan mejor. Cuando unos amigos vaqueros de Montana le dijeron que hacían de jinetes para las películas de Hollywood. Se apuntó a la aventura y llegó a intervenir, sin acreditar, en una veintena de films. A los 25 años interpretó su primer papel importante en "La flor del desierto" (1926), y protagonista en "Nevada" (1927) de John Waters, pero el estudio para el que trabajaba le obligaba a intervenir en otras películas como actor secundario, como ocurrió con "Alas", (1927) de William A. Wellman.

Sus casi dos metros de altura y su ojos azules en un rostro sin competencia enseguida le abrieron las puertas del cine con mayúsculas y las alcobas de las estrellas. Como los marineros, Cooper, ya convertido en una estrella, dejaba una novia en cada rodaje. Clara Bow, la pija Evelyn Brent y la ilustre Lupe Vélez fueron tres de sus primeras conquistas. Carole Lombard, Marlene Dietrich y Tallulah Bankhead completaban la Guardia de Corps de su entrepierna. Pero tanto ardor amoroso, tanto trabajo (rodó 28 películas en solo cinco años) y toda esa jauría de gacetilleros resentidos y envidiosos que se colaban por los lugares más insospechados para decir que parecía medio tonto, que no sabía ni hacer la 'o' con un canuto y que era un simple gigoló llevaron al bueno de Cooper al borde del colapso. Así que, en 1931 decidió poner tierra de por medio y tomarse un año sabático en Europa. Se marchó a Italia y recaló en Villa Madama, la residencia de la condesa Dorothy Di Frasso. Gracias a la intermediación de un amigo de ambos, aquel encuentro parecía perfecto. Él necesitaba una segunda oportunidad, una razón que le animara a seguir adelante; ella se conformaba con "algo" que sacudiera la aburrida existencia con su marido.

Los meses al lado de la fogosa condesa le habían remineralizado, y decidió que había llegado la hora de regresar. Ella no sólo le ayudó, sino que le enseñó a vestir y pulió sus maneras toscas. Recibió un vaquero y devolvió a Hollywood un caballero. Cuando volvió a Hollywood, la industria le estaba esperando con los brazos abiertos. En 1933, el actor ya ganaba 6.000 dólares a la semana, una fortuna en aquella época, y tenía tantas ofertas que rechazó el papel de Rhett Butler en "Lo que el viento se llevó". Con una considerable falta de olfato, llegó a decir: -"Esa película será el mayor fracaso de la historia de Hollywood. Y me alegro de que sea Clark Gable el que vaya a hundirse con ella y no yo"-.

 
Aunque Cooper había aparecido en películas ligeras nunca había protagonizado una auténtica comedia y esa oportunidad le llegó de la mano de Ernst Lubitch en "Una mujer para dos" (1933) que le abrió un mundo que no había probado y en el que demostró la misma eficacia que en el resto de géneros. Dejó a un lado el western y se embarcó en las cómodas aguas de la comedia. Protagonizó "Deseo (1936) con Marlene Dietrich, uno de sus mejores trabajos. "La octava mujer de Barba Azul" (1938), escrita por Billy Wilder, y los dos filmes de Frank Capra en los que participó dieron un nuevo aire a su carrera: "El secreto de vivir" (1936) y "Juan Nadie" (1941) celebraban el triunfo del héroe anónimo.

Durante un tiempo pareció que Cooper había dejado de flirtear con sus compañeras de reparto para centrarse más en su trabajo y rueda "El sargento York" (1941) de Howard Hawks. La película se convirtió en un enorme éxito y consiguió para Cooper el primero de sus Oscar Fue su primer trabajo con Howard Hawks que continuó con la esplendida comedia, "Bola de fuego" (1941) y que enlazó con dos películas de notable éxito, "El orgullo de los Yankees" (1942) y "¿Por quien doblan las campanas?" (1943), en cuyo rodaje conoció a Ingrid Bergman con quien vivió una historia de amor algo mas discreta de lo habitual en él. Ademas nuestro flamante héroe rueda un buen puñado de buenas películas como; "Clandestino y caballero" de Fritz Lang, "Los inconquistables" de Cecil B. DeMille o "El manantial" de King Vidor, donde conoce Patricia Neal, una excelente actriz de 26 años de quien se enamora y por la que pretende divorciarse de su mujer Verónica Balfe. Pero tras el rodaje de "El rey del tabaco" (1950) de Michael Curtiz el idilio termino ya que su mujer se niega a concederle el divorcio.

Los años cincuenta son de gran actividad e incluyen algunos títulos emblemáticos de su filmografía: "Tambores lejanos" de Raoul Walsh, "El honor del capitán Lex" de André De Toth, "El jardín del diablo" de Henry Hathaway o "Veracruz" de Robert Aldrich en la que tuvo que lidiar con el afán y la vitalidad de Burt Lancaster por robarle protagonismo. Pero su gran obra por todos recordada se llama "Solo ante el peligro" de Fred Zinneman, donde el gesto de dolor que aparece a lo largo de todo el metraje venía dado no solo por su excelente interpretación, sino por una úlcera de estómago que amargara su vida. El premio de su segundo Oscar vendría a aliviar esas molestias. Luego llegarian obras donde el rostro dolorido de Gary Cooper engrandecía la pantalla por si solo. Lamentablemente el brillo de nuestra elegante estrella comenzo a apagarce cuando el cáncer encendió un contador que en dos años marcaría cero. En 1961, Cooper estaba tan enfermo que no pudo recoger su Oscar honorífico y su gran amigo, James Stewart, lo hizo en su lugar. El emotivo discurso de Stewart hizo saltar las alarmas. Al día siguiente, todos los periódicos daban la noticia a cinco columnas: "Gary Cooper tiene cáncer".

     
Su estrella se apagó con la misma dignidad con la que vivió. Un 13 de Mayo de 1.961 murió Gary Cooper y algo cambió en la historia del cine. No solo el sistema de grandes estudios agonizaba en esos días, no solo habían nacido nuevas formas de cine, sino que con la muerte de Gary Cooper se acababa una generación de actores que habían triunfado en todo el mundo en las tres décadas anteriores. Poco antes de Cooper habían muerto Humphrey Bogart, Tyrone Power, Errol Flynn y Clark Gable. Y el mundo no volvió a ser el mismo.


Gary Cooper Hizo felices a tantas mujeres como pudo, aunó la tradición del rudo cowboy con el refinamiento de Hollywood y marcó el fin de una era. Gary Cooper había sido hasta ese momento, y lo fue ya para siempre, el hombre íntegro y valeroso que tantas veces había interpretado en la pantalla. Alto, delgado, elegante era un poco como un lord inglés trasplantado al salvaje Oeste. Su mirada clara infundía confianza y con un solo plano lograba tener al público de su parte, nunca hubo alguien solo ante el peligro más acompañado que Gary Cooper... que esta en los cielos.
 

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