26 de septiembre de 2018

Santiago Caruso



Entre el placer, el dolor y la belleza


El ilustrador argentino Santiago Caruso es dueño de una gran riqueza creativa capaz de llevar las expresiones del dolor a la frontera con el placer y la belleza para mostrarnos los reflejos de la noche, las genialidades de la locura o el terror de lo cotidiano son mostrados con un estilo que por momentos recuerda a El Bosco por lo grotesco y a Goya por las texturas y por la oscuridad de una obra que se destaca tanto por su vigor, así como por su técnica.

       

Como podemos comprobar, el estilo de Santiago Caruso recuerda la maestría de los artistas clásicos, esto además porque su técnica es manual lo que hace que sus creaciones, más que ilustraciones, sean pinturas de impacto. Caruso lleva más de diez explorando, estudiando y proponiendo en cómic, dibujo y pintura; convirtiéndose en uno de los grandes nombres de la ilustración de la región, con un reconocimiento global.

        

Entre los títulos destacan, con Zorro Rojo, "El horror de Dunwich" (2008), de H. P. Lovecraft, la ya mencionada "La condesa sangrienta" (2009), "El monje y la hija del verdugo" de Ambrose Bierce (2011) y "El Rey de Amarillo" (2015), de Robert W. Chambers, o su trabajo para la editorial Valdemar con "Los Cantos de Maldoror" de Isidore Ducasse Conde de Lautréamont.


Como siempre sucede, son las muchas las influencias que se manifiestan en la obra de los ilustradores, lo que se lee, lo que se ve y lo que se vive deja una huella imborrable en la creación artística. En el caso de Santiago Caruso, el ver los dibujos que hacía su padre de forma desprevenida lo acercaron al mundo de las líneas y los colores, eso lo motivó a dibujar, de niño copiaba las caricaturas que salían en los periódicos y luego conoció y empezó a consumir historieta, así llegó el interés por la narración gráfica, lo que, combinado con la literatura, y entre esta autores como Allan Poe, empezaron a marcar su destino y estilo gráfico.

      

Pero como no siempre se pueden cumplir los sueños, en el caso de Santiago Caruso, su intención primigenia de hacer historietas se fue convirtiendo en un imposible, pero no por incapacidad suya sino por lo prolongado en los procesos, ya que su perfeccionismo hace que sus gráficas sean exigentes y llenas de detalles, lo que no va muy de la mano con la industria del cómic.

                                                                                                          Esta situación hizo que se acercara a la ilustración, en donde pone en práctica principios narrativos de la historieta como la composición de la viñeta, la diversidad de personajes y la tensión entre los mismos, para así poder hablar de lo trágico de la condición humana, de lo sublime y de las situaciones límite con esa peculiar técnica de combinar colores como el rojo, el negro y los ocres para generar la oscuridad en la que constantemente esconde personajes y objetos, con los cuales invita al lector a degustar su obra de a pocos, en diferentes miradas para descubrir nuevos elementos en cada lectura.












22 de septiembre de 2018

Alfonsina Storni


"Alma desnuda"

Soy un alma desnuda en estos versos,
Alma desnuda que angustiada y sola
Va dejando sus pétalos dispersos.

Alma que puede ser una amapola,
Que puede ser un lirio, una violeta,
Un peñasco, una selva y una ola.

Alma que como el viento vaga inquieta
Y ruge cuando está sobre los mares,
Y duerme dulcemente en una grieta.

Alma que adora sobre sus altares
Dioses que no se bajan a cegarla;
Alma que no conoce valladares.

Alma que fuera fácil nominarla
Con solo un corazón que se partiera
Para en su sangre cálida regarla.

Alma que cuando está en la primavera
Dice al invierno que demora: vuelve,
Caiga tu nieve sobre la pradera.

Alma que cuando nieva se disuelve
En tristezas, clamando por las rosas
con que la primavera nos envuelve.

Alma que a ratos suelta mariposas
A campo abierto, sin fijar distancia,
Y les dice: libad sobre las cosas.

Alma que ha de morir de una fragancia
De un suspiro, de un verso en que se ruega,
Sin perder, a poderlo, su elegancia.

Alma que nada sabe y todo niega
Y negando lo bueno el bien propicia
Porque es negando como más se entrega.

Alma que suele haber como delicia
Palpar las almas, despreciar la huella,
Y sentir en la mano una caricia.

Alma que siempre disconforme de ella,
Como los vientos vaga, corre y gira;
Alma que sangra y sin cesar delira
Por ser el buque en marcha de la estrella.

Ilustración de: Victoria Francés

13 de septiembre de 2018

La condesa sangrienta

Autora: Alejandra Pizarnik                                                                          Editorial: Libros del Zorro Rojo                                                                    
Nº páginas: 60


"Pero, ¿quién es la Muerte? Es la Dama que asola y agosta cómo y dónde quiere. Sí, y además es una definición posible de la condesa Báthory. Nunca nadie no quiso de tal modo envejecer, esto es: morir. Por eso, tal vez, representaba y encarnaba a la Muerte. Porque, ¿cómo ha de morir la Muerte?"
(fragmento)

Alejandra Pizarnik nos cuenta de forma breve y poética, algo de la historia de Erzébet Bathorymás conocida como la condesa sangrienta. Emparentada literariamente con el Conde de Lautréamont y André Breton, amiga de Cortázar y Octavio Paz, artista y escritora… Alejandra Pizarnik vivió rápido, murió joven y nos dejó una obra tensa, inquietante, angustiosa a veces, pero bella. Bellísima. Cargada de simbolismos y marcada por su fascinación por la muerte, el surrealismo, la nostalgia, el silencio, el dolor y la infancia perdida.

La vida y la obra de la escritora argentina parecen transcurrir siempre al borde del abismo, rozando la transgresión, tanteando el milagro, acariciando el suicidio. Insegura de su vocación (inseguridad que le acompañara a lo largo de toda su existencia), AlejandraPizarnik coquetea con el periodismo y la filosofía ingresando en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, aunque poco después decide que su lugar se encuentra en la Escuela de Periodismo de la calle Libertad. Finalmente son las letras (y la pintura) las que terminan por conquistarla, pese a todas sus dudas.

       

"La condesa sangrienta" (1971) es una de sus últimas obras, y una de las pocas en prosa, que versa sobre la vida de la condesa Erzsébet Báthory, personaje siniestro donde los haya, medio vampiresa, medio mujer fatal. Cuenta la leyenda que la hermosa condesa, allá en su castillo de los Cárpatos fue la responsable de la muerte de seiscientas cincuenta jóvenes en cuya sangre se bañaba para alejar a cualquier precio la vejez. A partir de estos hechos Alejandra Pizarnik construye una especie de reino subterráneo repleto de rituales, magia negra, torturas y sadismo, pero la verdadera intención de Pizarnik al escribirla fue demostrar cómo tras los mitos más horrendos y depravados luce en ocasiones una extraña belleza. Para ello, la autora se centra sobre todo en la belleza convulsa del personaje logra crear, con su personal lenguaje literario, un ensayo-poema-novela complicado, un retrato oscuro y perturbador sobre la perversión y la locura.

         

Santiago Caruso leyó "La condesa sangrienta cuando era un adolescente y quedó impresionado por su gran fuerza. Años después, la editorial Libros del Zorro Rojo decidió rescatar este texto y para ello encargaron las imágenes a Caruso, que ya había trabajado con la editorial ilustrando "El horror de Dunwich", de H.P. Lovecraft. El ilustrador argentino ha sabido recrear con sus magníficas estampas no sólo los pormenores de la historia, sino también los atroces sentimientos que la gobiernan.

        

Rescatada en 2009 por la editorial "Libros del Zorro Rojo", esta pequeña joya nos ofrece una versión exquisita de la obra, bellamente ilustrada en negro y rojo por el también argentino Santiago Caruso quien con enorme maestría traduce en imágenes toda la potencia literaria y el simbolismo de Pizarnik. Con un estilo cargado de buena técnica, detalles y temas oscuros que nos recuerda a los grabados de Goya o los infinitos mundos de El Bosco. 

        
                                                                                                                                                        Las ilustraciones de Santiago Caruso, son una preciosa y macabra representación del texto de Alejandra, mostrándonos la oscuridad y depravación del mundo creado en torno a La Condesa Sangrienta.

"Tapizada con cuchillos y adornada con filosas puntas de acero, su tamaño admite un cuerpo humano; se la iza mediante una polea. La ceremonia de la jaula se despliega así: La sirvienta Dorkó arrastra por los cabellos a una joven desnuda; la encierra en la jaula; alza la jaula. Aparece la “dama de éstas ruinas”, la sonámbula vestida de blanco. Lenta y silenciosa se sienta en un escabel situado debajo de la jaula.

Rojo atizador en mano, Dorkó azuza a la prisionera quien, al retroceder -y he aquí la gracia de la jaula-, se clava por sí misma los filosos aceros mientras su sangre mana sobre la mujer pálida que la recibe impasible con los ojos puestos en ningún lado. Cuando se repone de su trance se aleja lentamente. Han habido dos metamorfosis: su vestido blanco ahora es rojo y donde hubo una muchacha hay un cadáver".
(fragmento)






10 de septiembre de 2018

El caso de Thelma Jordon

(The File on Thelma Jordon) 1950                                                                              Director: Robert Siodmak                                                                      Reparto: Barbara Stanwyck, Wendell Corey, Paul Kelly, Joan Tetzel, Stanley Ridges, Byron Barr, Kasey Rogers, Basil Ruysdael, Gertrude Hoffman          
Guión: Ketti Frings                                                                                             Fotografía: George Barnes


El nombre de Robert Siodmak siempre estará ligado a la originalidad y la fuerza de sus tres grandes obras maestras del cine negro; "Forajidos" (1946), "Una vida marcada" (1948) y "El abrazo de la muerte" (1949),  todas ellas películas donde el inexorable destino, la hipocresía, el egoísmo, la avaricia, la imposibilidad de alcanzar el sueño americano desde la bondad así como la general desconfianza en el ser humano y en los mecanismos de la sociedad para arreglar los problemas del mundo son temas  obsesivamente presentes en sus mejores películas americanas, y una buena prueba de ello es "El caso de Thelma Jordon", un film que bien merecería formar parte de ese exclusivo grupo ya mencionado unas lineas más arriba.

La historia nos presenta a Cleve Marshall (Wendell Corey), un hombre acomplejado y gris que gracias a los hilos movidos por su poderoso suegro (un aclamado juez de la ciudad) ha logrado ocupar un puesto como ayudante del Fiscal del Distrito. Su vida es anodina y monótona. No le gusta su trabajo, no ama a su mujer y le asfixia el control ejercido por su suegro que no duda en interponerse a cada instante en la relación de Cleve con su sumisa esposa Pamela. La infelicidad y aburrimiento que reina en la vida de Cleve sufre un punto de inflexión cuando éste conoce por casualidad a Thelma Jordon (Barbara Stanwyck), una joven sobrina de una adinerada anciana del lugar que acude a la oficina de un investigador para denunciar un intento de robo. Thelma confundirá a Cleve con el investigador y éste se sentirá inmediatamente atraído por la sencillez y belleza de Thelma, con la cual iniciará una instantánea relación amorosa. Sin embargo, un luctuoso suceso pondrá a prueba el amor de Cleve Marshall y la inocencia de Thelma Jordon.


Con "El caso de Thelma Jordon", el autor alemán traza una historia que recorre los sinuosos caminos de la sospecha y la mentira que arrastran a la perdición la tranquila y monótona existencia de Cleve Marshall (Wendell Corey), un gris ayudante del Fiscal del Distrito el cual es empujado hacia la desgracia por los tejemanejes de una bella araña llamada Thelma Jordon (Bárbara Stanwyck). Sin embargo, lejos de la decadencia moral de otras vampiresas, Thelma es en realidad una mujer atrapada por su pasado que al igual que Cleve ha sucumbido a las redes del amor.


"El caso de Thelma Jordon" es una de sus películas más olvidadas de su etapa americana ya que fue de las últimas cintas que Siodmark rodó en EEUU antes de su retorno a Europa. Sin embargo, aunque este hecho pueda hacer entender que nos encontramos con una película menor de Siodmark para mí es una de sus mejores y más complejas películas, ya que es poseedora de una personalidad propia, la cual es adquirida gracias a la impagable labor de Siodmark que consigue suministrar su estilo formal a cada secuencia y a la química que desprende la pareja protagonista: el siempre sólido y reivindicable secundario Wendell Corey y la sublime (una vez más) Barbara Stanwyck que nos regala una creación inolvidable, de esas que calan en lo más profundo y asume su papel como pocas actrices saben hacerlo para dibujar un personaje en principio manipulador y maquiavélico gracias a su penetrante y fría mirada, para finalmente culminar con la redención de sus pecados en un acto final sublime.

   
Un sublime acto final que por si solo sirve para motivar al cinéfilo, la revisión de esta cinta. Una brutal escena que pone la guinda al pastel ideado por Siodmark. De un realismo y violencia difícil de encontrar en otras cintas de la época, la secuencia es una de las escenas más impactantes que recuerdo haber visto en una cinta de cine negro. Esto unido a la excepcional fotografía de George Barnes que trabaja la toma de noche con maestría y la música de Victor Young que añaden dos talentos más a la sensacional puesta en escena plena de perfección técnica y las hipnóticas interpretaciones de todo el elenco convierten a "El caso de Thelma Jordon" en una de las mejores de la década de 1950 y una cinta más que interesante de obligado visionado para los amantes del cine negro clásico.