El dolor de una artista
Existen almas singularmente permeables a la vida cuya extrema sensibilidad se cobra un difícil precio y que a menudo sucumben a la intensidad de sus sentimientos. Marga fue una niña con unas actitudes extraordinarias para la ilustración, la escultura y la poesía que sorprendió a expertos y críticos de la época. Pero Marga Gil Roësset apenas tuvo tiempo de esbozar inquietantes ilustraciones deudoras de Aubrey Beardsley y de esculpir un puñado de grupos escultóricos y de bustos (entre ellos el de su amiga Zenobia Camprubí) mujer de Juan Ramón Jiménez y la causa última de su prematuro adiós al estar desesperadamente enamorada del poeta.
"Si tú, espontáneamente, me dieras un beso... y me atrajeras... así... estrechamente... dejándome... oír en tu pecho latirte el corazón... y un poco también la plata de tu voz... Sería glorioso... luego de esta plenitud ¡qué contenta! ...Pero tengo bastante miedo... me parece que tendré que morirme triste... sin beso... ni corazón... ni voz de plata... ni versos... ¡ay!".
Pero, ¿quién era esa mujer que con 13 años dibujaba con maestría barroca y a los 15 esculpía con la misma facilidad y técnica que un consagrado a la piedra durante años? Marga Gil Roësset nació en un difícil parto en Las Rozas, a las afueras de Madrid, en 1908. Su madre Margot desoyó al médico y se empeñó en sacarla adelante. No solo alargó la vida de su segunda hija hasta que ya no pudo decidir su destino, también le inculcó la pasión por las artes. La chica viaja, asiste a conciertos, habla cuatro idiomas y pone con doce años dibujos al cuento "El niño de oro" de su hermana Consuelo. Pero pronto Marga empieza a inclinarse por el lado de la escultura, por lo cual sus padres antes de poner cualquier adjetivo a su obra, deciden llevarla al taller del maestro Victorio Macho, precursor de la escultura contemporánea española, para que terminara de encaminar esas manos, pero Macho no aceptó a la joven artista como alumna para no interferir con su gran talento creativo. Así Marga siguió trabajando sola un arte libre, sin normas, sin grandes influencias, con la mirada hacia adentro para crear su propio estilo de una genialidad destinada a un futuro prometedor.
Pero el destino, tan caprichoso el, hace que Margarita y su hermana Consuelo fuesen admiradoras del poeta bengalí Rabindranath Tagore y de su traductora Zenobia Camprubí, esposa de Juan Ramón Jiménez. Así que en 1932, en el intermedio de una velada musical el fatal destino hace que ella sea presentada al poeta y a su esposa. A ella le hará un busto, una de las pocas obras conservadas de toda la producción de Gil Roësset, y al poeta le dará su amor más arrebatador.
Margarita y su hermana Consuelo |
Aquella muchacha antes impetuosa y alegre va poco a poco enloqueciendo de amor, descuidando a la velocidad de un sueño imposible la cordura de su trabajo. Deja de comer. Desbanca los horarios. Irrumpe en el desvelo. Esculpe, cuando los demonios de su rebelión se lo permiten. Escribe. Dibuja. Toma fotografías de sus esculturas. Lo que comienza como un gozoso tormento va adquiriendo la contundencia desamparada de una travesía por el desierto. Juan Ramón no quería, no quería que le quisiese, no quería que descompusiera su vida pero quiere ayudarla en su formación como artista. -"Tienes que irte a París o Londres, (le dice el poeta), y conocer a los grandes artistas, y aprender de ellos"-. -"¿De verdad quieres que me vaya?"-, responde, desolada, y escribe en su diario: -"Me parece que tendré que morirme triste ... sin beso ... ni corazón ... ni voz de plata ... ni versos ... ay! Imaginar ... siempre imaginar... y yo no sé si en ese momento sabré engañarme aún … o me moriré de pena"-.
Al cabo de pocos meses, a Marga se le acaba la cuerda. No está preparada para soportar más desvelos por el amor de alguien que nunca sería. Dedica sus últimos días a destruir su obra. Destroza esculturas y fotografías, quema dibujos, rompe poemas. Prepara una carta de despedida a sus padres, otra a su hermana y una más a Zenobia Camprubí. A Juan Ramón le deja un sobre con 68 páginas a modo de diario de sus últimos días con una advertencia: "No lo leas ahora". Un 28 de julio de 1932 Marga Gil Roësset toma un taxi hacia una residencia familiar, pide la llave a la guardesa y se dispara en la sien con un revólver. Tiene sólo 24 años y su vida acaba con un repentino fundido en negro.
Juan Ramón que guardó durante años estas estremecedoras hojas como si de un tesoro único se tratara quedó destrozado, el estupor, la amargura y el silencio, sobre todo el silencio, se adueñaron del poeta. Leía su pequeño manuscrito, lo corregía, agregaba fotos y dibujos de Marga y poemas suyos... Decidió desde el principio que publicaría un libro conjunto en memoria y homenaje a Marga que se llamara así, "Marga", pero el poeta tardaría bastante en hablar y escribir sobre ella, primero sin mencionar su nombre y luego ya, en los años 40, más abiertamente en su libro "Españoles de tres mundos" -"Si pensaste al morir que ibas a ser recordada, no te equivocaste, Marga. Acaso te recordaremos pocos, pero nuestro recuerdo te será fiel y firme. No te olvidaremos, no te olvidaré nunca. Que hayas encontrado bajo la tierra el descanso y el sueño, el gusto que no encontraste sobre la tierra. Descansa en paz, en la paz que no supimos darte, Marga bien querida"-.
Zenobia Camprubí también quedó tocada por todo esto. En la edición de "Marga" se incluyen algunas páginas escritas por ella, con la intención de poder dibujar un retrato literario de la desaparecida amiga. -"Marga, quiero contar tu historia, porque tarde o temprano la contarán los que no te conocieron o no te entendieron. Quiero decir las cosas como fueron, sin añadirle ni quitarle en lo más mínimo a la verdad, para que los que lean las falsedades puedan referirse a lo mío y separar lo falso de lo cierto de modo que figures como eras: apasionada y sana, insegura y heroica-, escribía al inicio de ese boceto dedicado a su amiga. El poeta también incorporó una extensa misiva de Marga a Zenobia: -"Zenobita... vas a perdonarme... ¡Me he enamorado de Juan Ramón! (...) le he dicho... que le quiero... ...y le he pedido que se case conmigo; ...¡estaré loca!... pero como él... te quiere ¡te quiere!... pues me ha dicho... que no... que nunca"-. La misiva concluye con un ruego: -"Perdóname Azulita... por lo que si él quisiera habría hecho"-.
En el ánimo del poeta de Moguer y de su mujer, Zenobia Camprubí, perduraría el fantasma de aquella joven carismática y talentosa que había frecuentado el domicilio de la pareja y que les abandonó tras dejarles una desoladora tristeza y un profundo pesar de no haber visto a tiempo como el negro destino se abatía sobre la joven artista.
Fue enterrada en el cementerio antiguo de Las Rozas, pero una bomba de la Guerra Civil cayó allí y destruyó únicamente su lápida como si de nuevo el destino quisiera ayudarla a borrar todo vestigio de ella misma.
SOL Y ROSA
Rosa completa en olor.
Sol terminante en ardor.
Serenidad de lo uno.
(Rompevida del amor).
Tú queriendo y sin poder.
Yo pudiendo y sin querer.
¡Pobre rosa con el hombre!
¡Triste sol con la mujer!
(Juan Ramón Jiménez)