22 de marzo de 2019

Marga Gil Roësset

El dolor de una artista


Existen almas singularmente permeables a la vida cuya extrema sensibilidad se cobra un difícil precio y que a menudo sucumben a la intensidad de sus sentimientos. Marga fue una niña con unas actitudes extraordinarias para la ilustración, la escultura y la poesía que sorprendió a expertos y críticos de la época. Pero Marga Gil Roësset apenas tuvo tiempo de esbozar inquietantes ilustraciones deudoras de Aubrey Beardsley y de esculpir un puñado de grupos escultóricos y de bustos (entre ellos el de su amiga Zenobia Camprubí) mujer de Juan Ramón Jiménez y la causa última de su prematuro adiós al estar desesperadamente enamorada del poeta.
"Si tú, espontáneamente, me dieras un beso... y me atrajeras... así... estrechamente... dejándome... oír en tu pecho latirte el corazón... y un poco también la plata de tu voz... Sería glorioso... luego de esta plenitud ¡qué contenta! ...Pero tengo bastante miedo... me parece que tendré que morirme triste... sin beso... ni corazón... ni voz de plata... ni versos... ¡ay!".
Pero, ¿quién era esa mujer que con 13 años dibujaba con maestría barroca y a los 15 esculpía con la misma facilidad y técnica que un consagrado a la piedra durante años? Marga Gil Roësset nació en un difícil parto en Las Rozas, a las afueras de Madrid, en 1908. Su madre Margot desoyó al médico y se empeñó en sacarla adelante. No solo alargó la vida de su segunda hija hasta que ya no pudo decidir su destino, también le inculcó la pasión por las artes. La chica viaja, asiste a conciertos, habla cuatro idiomas y pone con doce años dibujos al cuento "El niño de oro" de su hermana Consuelo. Pero pronto Marga empieza a inclinarse por el lado de la escultura, por lo cual sus padres antes de poner cualquier adjetivo a su obra, deciden llevarla al taller del maestro Victorio Macho, precursor de la escultura contemporánea española, para que terminara de encaminar esas manos, pero Macho no aceptó a la joven artista como alumna para no interferir con su gran talento creativo. Así Marga siguió trabajando sola un arte libre, sin normas, sin grandes influencias, con la mirada hacia adentro para crear su propio estilo de una genialidad destinada a un futuro prometedor.

         
                                                                                                                                                    Pero el destino, tan caprichoso el, hace que Margarita y su hermana Consuelo fuesen admiradoras del poeta bengalí Rabindranath Tagore y de su traductora Zenobia Camprubí, esposa de Juan Ramón Jiménez. Así que en 1932, en el intermedio de una velada musical el fatal destino hace que ella sea presentada al poeta y a su esposa. A ella le hará un busto, una de las pocas obras conservadas de toda la producción de Gil Roësset, y al poeta le dará su amor más arrebatador.
Margarita y su hermana Consuelo
Aquella muchacha antes impetuosa y alegre va poco a poco enloqueciendo de amor, descuidando a la velocidad de un sueño imposible la cordura de su trabajo. Deja de comer. Desbanca los horarios. Irrumpe en el desvelo. Esculpe, cuando los demonios de su rebelión se lo permiten. Escribe. Dibuja. Toma fotografías de sus esculturas. Lo que comienza como un gozoso tormento va adquiriendo la contundencia desamparada de una travesía por el desierto. Juan Ramón no quería, no quería que le quisiese, no quería que descompusiera su vida pero quiere ayudarla en su formación como artista. -"Tienes que irte a París o Londres, (le dice el poeta), y conocer a los grandes artistas, y aprender de ellos"-. -"¿De verdad quieres que me vaya?"-, responde, desolada, y escribe en su diario: -"Me parece que tendré que morirme triste ... sin beso ... ni corazón ... ni voz de plata ... ni versos ... ay! Imaginar ... siempre imaginar... y yo no sé si en ese momento sabré engañarme aún … o me moriré de pena"-.
Al cabo de pocos meses, a Marga se le acaba la cuerda. No está preparada para soportar más desvelos por el amor de alguien que nunca sería. Dedica sus últimos días a destruir su obra. Destroza esculturas y fotografías, quema dibujos, rompe poemas. Prepara una carta de despedida a sus padres, otra a su hermana y una más a Zenobia Camprubí. A Juan Ramón le deja un sobre con 68 páginas a modo de diario de sus últimos días con una advertencia: "No lo leas ahora". Un 28 de julio de 1932 Marga Gil Roësset toma un taxi hacia una residencia familiar, pide la llave a la guardesa y se dispara en la sien con un revólver. Tiene sólo 24 años y su vida acaba con un repentino fundido en negro.

     

Juan Ramón que guardó durante años estas estremecedoras hojas como si de un tesoro único se tratara quedó destrozado, el estupor, la amargura y el silencio, sobre todo el silencio, se adueñaron del poeta. Leía su pequeño manuscrito, lo corregía, agregaba fotos y dibujos de Marga y poemas suyos... Decidió desde el principio que publicaría un libro conjunto en memoria y homenaje a Marga que se llamara así, "Marga", pero el poeta tardaría bastante en hablar y escribir sobre ella, primero sin mencionar su nombre y luego ya, en los años 40, más abiertamente en su libro "Españoles de tres mundos" -"Si pensaste al morir que ibas a ser recordada, no te equivocaste, Marga. Acaso te recordaremos pocos, pero nuestro recuerdo te será fiel y firme. No te olvidaremos, no te olvidaré nunca. Que hayas encontrado bajo la tierra el descanso y el sueño, el gusto que no encontraste sobre la tierra. Descansa en paz, en la paz que no supimos darte, Marga bien querida"-.

Zenobia Camprubí también quedó tocada por todo esto. En la edición de "Marga" se incluyen algunas páginas escritas por ella, con la intención de poder dibujar un retrato literario de la desaparecida amiga. -"Marga, quiero contar tu historia, porque tarde o temprano la contarán los que no te conocieron o no te entendieron. Quiero decir las cosas como fueron, sin añadirle ni quitarle en lo más mínimo a la verdad, para que los que lean las falsedades puedan referirse a lo mío y separar lo falso de lo cierto de modo que figures como eras: apasionada y sana, insegura y heroica-, escribía al inicio de ese boceto dedicado a su amiga. El poeta también incorporó una extensa misiva de Marga a Zenobia: -"Zenobita... vas a perdonarme... ¡Me he enamorado de Juan Ramón! (...) le he dicho... que le quiero... ...y le he pedido que se case conmigo; ...¡estaré loca!... pero como él... te quiere ¡te quiere!... pues me ha dicho... que no... que nunca"-. La misiva concluye con un ruego: -"Perdóname Azulita... por lo que si él quisiera habría hecho"-.
En el ánimo del poeta de Moguer y de su mujer, Zenobia Camprubí, perduraría el fantasma de aquella joven carismática y talentosa que había frecuentado el domicilio de la pareja y que les abandonó tras dejarles una desoladora tristeza y un profundo pesar de no haber visto a tiempo como el negro destino se abatía sobre la joven artista.
Fue enterrada en el cementerio antiguo de Las Rozas, pero una bomba de la Guerra Civil cayó allí y destruyó únicamente su lápida como si de nuevo el destino quisiera ayudarla a borrar todo vestigio de ella misma.

SOL Y ROSA
Rosa completa en olor.
Sol terminante en ardor.
Serenidad de lo uno.
(Rompevida del amor).

Tú queriendo y sin poder.
Yo pudiendo y sin querer.
¡Pobre rosa con el hombre!
¡Triste sol con la mujer!

(Juan Ramón Jiménez)










1 de marzo de 2019

Joan Bennett


La chica del cuadro   


Recordar hoy a Joan Bennett es recordar a la protagonista de dos de mis películas favoritas de ese cine negro más clásico que tanto me apasiona, las dos dirigidas por Fritz Lang, las dos con la misma pareja estelar: la siempre bella Joan Bennett y el enorme (cinematográficamente hablando) Edward G. Robinson. Por supuesto, me estoy refiriendo a "La mujer del cuadro" (1944) y "Perversidad" (1945), dos obras maestras ya mencionadas en este Blog.


Joan Bennett fue una hermosa actriz nacida en New Jersey, una chica rubia platino que por razones de imágen un día tuvo que cambiar su color de pelo, convirtiéndose en una belleza morena que cautivó a los espectadores. Procedente de una larga estirpe de actores, Joan Geraldine Bennett debuta en el cine a la temprana edad de seis años en "The Valley of Decision" de Rae Berger y en algunas películas de su padre. En los años treinta poco a poco va haciéndose un hueco en el firmamento de Hollywood, participando en películas "Mi chica y yo" de Raoul Walsh (1932), "Mujercitas" de George Cukor (1933), o las dos comedias junto a Cary Grant "Cásate conmigo... si puedes" de Richard Wallace (1936) y "Sus grandes ojos marrones" de Raoul Walsh.


Dos años más tarde Joan Bennett abandonaría su cabellera rubia para rodar la película que la convirtió en femme fatale "La fugitiva de los trópicos" de Tay Garnett, con este papel consiguió una fama inmediata e hizo que Fritz Lang se fijara en ella. Dicen que el director se llegó a obsesionar con la actriz con la que firmaría "El hombre atrapado", las ya mencionadas "La mujer del cuadro" y "Perversidad" y "Secreto tras la puerta" (1948), películas donde este humilde escribano se enamoró de su rotunda belleza, su penetrante mirada y esa voz que modulaba dependiendo del papel al que se enfrentaba. Con estos papeles nuestra querida Joan Bennett desarrolló un estilo artesanal de gran eficacia en cuantos papeles intervino, pero sin llegar al nivel de otras actrices mejor preparadas. Sus recursos interpretativos le confirieron siempre una acepción de las llamadas "epidérmicas" o arrebatadoramente estéticas.

La actriz continuó demostrando su versatilidad saltando de la comedia al drama, de los papeles de madre amantísima a los de aventurera o malvada y rodó también con directores europeos que probaban suerte en Hollywood como Jean Renoir, con el que filmó las injustamente olvidadas "La mujer en la playa" en (1947) o Max Ophuls para el que trabajó en "Almas desnudas" dos películas de las que próximamente hablaremos. Luego vendría Vincent Minelli con las comedias "El padre de la novia" (1950) y "El padre es abuelo" (1951), junto a Spencer Tracy y una joven Elizabeth Taylor. Pero cuando estaba en lo más alto de su carrera, su marido el productor Walter Wagner le entró un ataque de celos y disparó sobre el agente de su esposa hiriéndole en la ingle, por lo cual fue encarcelado. Este "incidente" fue ampliamente publicitado por los chacales de la prensa amarilla por lo que perjudicó notablemente la carrera de la actriz, quien desde ese momento vio como su progresión cinematográfica se tambaleaba. Después de este incidente decidió seguir actuando principalmente en el teatro y la televisión.

 

El 7 de diciembre de 1990 Joan Geraldine Bennett nos dejaba para siempre debido a un ataque de corazón. Con ella se fueron parte de mis suspiros de empedernido cinéfilo cuando la vi (hace ya muchos años) en "La mujer del cuadro". Puede que no fuese una gran actriz, puede que su especial belleza fuese para algunos "una chica más" entre ese ingente firmamento que ilumina todos nuestros sueños de cinéfilos, pero lo que esa chica me dejó cuando la vi por primera vez cuando todavía yo era un barbilampiño adolescente, queda entre ella y yo.






Soñadores

(The Dreamers) 2003                                                  Director: Bernardo Bertolucci                                                                  Reparto: Michael Pitt, Louis Garrel, Eva Green, Robin Renucci, Anna Chancellor, Florian Cadiou.                                                                                Guión: Gilbert Adair                                                                                  Fotografía: Fabio Cianchetti


El pasado 26 de noviembre nos dejaba Bernardo Bertolucci, el ultimo emperador del cine italiano y un director nada ajeno a las polémicas entre arte, la política y la sexualidad en películas como "El conformista", "El último tango en París", "La luna" o la que nos ocupa hoy "Soñadores", una honesta y sentida declaración de amor al séptimo arte y al erotismo más carnal. Pero es también una película de espíritu rebelde que reflexiona sobre la juventud, la sociedad y la hipocresía. Ambientada en el convulso mayo del 68.
"Soñadores" es una historia de amor y sexo. Libre, puro, amorfo, al margen de convenciones y esquemas sociales. Matthew (Michael Pitt), un tímido estudiante norteamericano maravillado con el estilo de vida parisino, habla de amor cuando conoce a sus dos nuevos amigos, los hermanos Isabelle (Eva Green) y Theo (Louis Garrel), con los que siente una conexión especial. Lo que empieza como una relación de amistad nacida por el común interés por el cine, evoluciona a través de una serie de juegos en una triangular relación amorosa y sexual. En un principio, Matthew parece inexperto e ingenuo comparado con la cosmopolita e intelectual pareja que forman Theo e Isabelle. Sin embargo, poco a poco Matthew se revela como la persona más madura e intuitiva de las tres, ya que los hermanos se hayan atrapados en una relación de dependencia incestuosa que les impide madurar y avanzar mientras se sumergen en una vorágine de emociones de la que el espectador tiene claro que no será capaz de escapar.


Pero ante todo "Soñadores" resulta tan fascinante porque Bertolucci plantea la cuestión de la ruptura de los límites en todas sus vertientes, los límites de la obediencia al orden establecido y su rebelión en Mayo del 68, los límites de la sexualidad que excluyen lo intrafamiliar de la cuestión del goce, y los límites de la propia existencia que se expanden en esta genial película que no deja a nadie indiferente. "Soñadores" es una película que debe ser vista por su sensibilidad, por sus interminables vueltas de tuerca, por la solidez del argumento y por la bellísima Eva Green; es como un viaje a través del cambio físico, un desarrollo sublime de cuestiones más serias de lo que parece.


Pero el interés por el cine, junto con el contexto histórico, no son más que elementos para justificar la actitud romántica de los protagonistas -incluyendo su libertinaje-, los cuales también rezuman frivolidad por todos los poros: Su lucha se manifiesta, irónicamente, entre cuatro paredes. De esta manera, Bertolucci nos muestra la revolución desde la mirada de una acomodada clase burguesa que bebe vino Château, lo cual puede provocar cierto rechazo en el espectador hacia unos jóvenes culturetas, que parecen entender y apoyar, pero apenas se implican.


Estos juegos entre los tres y la manera como cambia y evoluciona la relación hacen que el film sea un interesante y obsesivo drama. Es este retrato de Matthew, Theo e Isabelle lo que hace que la película valga la pena de ver y de hacernos gravar en letras de oro una de las mejores y más sincera declaración de amor al cine.


"Me convertí en un miembro de lo que en aquellos tiempos se consideraba una masonería. La masonería de los cinéfilos, los llamados fanáticos del cine. Yo era uno de esos insaciables, de los que se sentaban lo más cerca posible de la pantalla. ¿Por qué nos sentábamos tan cerca? Quizá porque queríamos ser los primeros en recibir las imágenes cuando aún estaban frescas y nuevas, antes de atravesar las filas a nuestras espaldas, antes de que tuvieran que pasar de fila en fila, de espectador en espectador, hasta que gastadas, de segunda mano, con el tamaño de un sello de correos regresaran a la cabina del operador".



La acabadora

Autora: Michela Murgia                                                                  Editorial: Salamandra                                                                    Nº páginas: 192



En algo menos de doscientas Michela Murgia nos sumerge en el hermético mundo de Soreni, un pequeño pueblo costero de Cerdeña, donde impera la ignorancia, la gente cree en los maleficios y las supersticiones, y la comunidad se mantiene cohesionada a través de secretos compartidos. En esa atmósfera, Bonaria Urrai, modista de profesión, adopta a María Listru hija de una viuda sin muchos medios que se convierte en la "fillus de anima" (una figura a medio camino entre la adopción y el apadrinamiento). Esta mujer será la encargada de criarla y educarla como si fuera su madre, pero sin que la cría pierda el vínculo con su familia de sangre. Y aunque la relación entre la niña y la señora será buena, María pronto descubrirá algo extraño en la conducta de Bonaria ya que las vísperas de la muerte de ciertas personas del pueblo, la mujer sale de casa a horas intempestivas. A Bonaria no le quedará más remedio que confesar a su "niña del alma" su peculiar y oscura segunda profesión de acabadora, consistente en dar a los moribundos el supremo gesto de amor de una madre, una muerte piadosa.
La autora nos ofrece una novela impresionante en el que los hechos son vislumbrados poco a poco, suavemente, a las luces de las velas mortuorias de los velatorios. Una cadencia perfecta de hechos, unida a una concepción clásica y preciosista del texto, nos descubre el paisaje social de la Cerdeña de mitad del siglo XX en la que, entre resquemores vecinales y escenas rurales, aparecen atisbos de costumbres ancestrales que perduran en nuestros días. La autora nos va presentando los distintos personajes con mano decidida pero delicada, mientras va desentrañando pequeñas historias, vínculos y lazos, que sirven para dar consistencia y verdad a la trama principal, de forma que no hay sobresaltos, todo va por un cauce tejido con firmeza. Nada falta ni sobra en lo que nos cuenta Murgia, porque cada detalle, cada paso del tiempo, cada situación van engranando el momento en que María Listru comprende la grandeza de Bonaira Urrai, comprende lo que hasta entonces creía saber pero no sabía: ser mujer, ser madre, ser acabadora, la vida, la muerte.
Con esta historia Michela Murgia se atreve a tocar un tema tan delicado como la eutanasia pero sin mencionarla y lo hace con mucho tacto y delicadeza mediante una prosa directa, sin circunloquios, donde los personajes están descritos con pocas palabras y una precisión de orfebre para mostrarnos un mundo pequeño pero completo, muy cerrado en sí mismo pero orgullosa de su proceder que valora el hacerse respetar, que se mueve con astucia para compatibilizar la presencia de la religión oficial con el mantenimiento de costumbres ancestrales, algunas, como la de la acabadora, fundamentadas en una moral compasiva.
En definitiva, "La acabadora" es una obra corta y sencilla de leer, pero a la vez, rica en elementos sugerentes. Una historia original ambientada en un entorno aparentemente austero e inofensivo que se hace creíble al haber sido narrada de una forma franca y clara, lo que la hace una novela muy recomendable de leer.