1 de marzo de 2019

Soñadores

(The Dreamers) 2003                                                  Director: Bernardo Bertolucci                                                                  Reparto: Michael Pitt, Louis Garrel, Eva Green, Robin Renucci, Anna Chancellor, Florian Cadiou.                                                                                Guión: Gilbert Adair                                                                                  Fotografía: Fabio Cianchetti


El pasado 26 de noviembre nos dejaba Bernardo Bertolucci, el ultimo emperador del cine italiano y un director nada ajeno a las polémicas entre arte, la política y la sexualidad en películas como "El conformista", "El último tango en París", "La luna" o la que nos ocupa hoy "Soñadores", una honesta y sentida declaración de amor al séptimo arte y al erotismo más carnal. Pero es también una película de espíritu rebelde que reflexiona sobre la juventud, la sociedad y la hipocresía. Ambientada en el convulso mayo del 68.
"Soñadores" es una historia de amor y sexo. Libre, puro, amorfo, al margen de convenciones y esquemas sociales. Matthew (Michael Pitt), un tímido estudiante norteamericano maravillado con el estilo de vida parisino, habla de amor cuando conoce a sus dos nuevos amigos, los hermanos Isabelle (Eva Green) y Theo (Louis Garrel), con los que siente una conexión especial. Lo que empieza como una relación de amistad nacida por el común interés por el cine, evoluciona a través de una serie de juegos en una triangular relación amorosa y sexual. En un principio, Matthew parece inexperto e ingenuo comparado con la cosmopolita e intelectual pareja que forman Theo e Isabelle. Sin embargo, poco a poco Matthew se revela como la persona más madura e intuitiva de las tres, ya que los hermanos se hayan atrapados en una relación de dependencia incestuosa que les impide madurar y avanzar mientras se sumergen en una vorágine de emociones de la que el espectador tiene claro que no será capaz de escapar.


Pero ante todo "Soñadores" resulta tan fascinante porque Bertolucci plantea la cuestión de la ruptura de los límites en todas sus vertientes, los límites de la obediencia al orden establecido y su rebelión en Mayo del 68, los límites de la sexualidad que excluyen lo intrafamiliar de la cuestión del goce, y los límites de la propia existencia que se expanden en esta genial película que no deja a nadie indiferente. "Soñadores" es una película que debe ser vista por su sensibilidad, por sus interminables vueltas de tuerca, por la solidez del argumento y por la bellísima Eva Green; es como un viaje a través del cambio físico, un desarrollo sublime de cuestiones más serias de lo que parece.


Pero el interés por el cine, junto con el contexto histórico, no son más que elementos para justificar la actitud romántica de los protagonistas -incluyendo su libertinaje-, los cuales también rezuman frivolidad por todos los poros: Su lucha se manifiesta, irónicamente, entre cuatro paredes. De esta manera, Bertolucci nos muestra la revolución desde la mirada de una acomodada clase burguesa que bebe vino Château, lo cual puede provocar cierto rechazo en el espectador hacia unos jóvenes culturetas, que parecen entender y apoyar, pero apenas se implican.


Estos juegos entre los tres y la manera como cambia y evoluciona la relación hacen que el film sea un interesante y obsesivo drama. Es este retrato de Matthew, Theo e Isabelle lo que hace que la película valga la pena de ver y de hacernos gravar en letras de oro una de las mejores y más sincera declaración de amor al cine.


"Me convertí en un miembro de lo que en aquellos tiempos se consideraba una masonería. La masonería de los cinéfilos, los llamados fanáticos del cine. Yo era uno de esos insaciables, de los que se sentaban lo más cerca posible de la pantalla. ¿Por qué nos sentábamos tan cerca? Quizá porque queríamos ser los primeros en recibir las imágenes cuando aún estaban frescas y nuevas, antes de atravesar las filas a nuestras espaldas, antes de que tuvieran que pasar de fila en fila, de espectador en espectador, hasta que gastadas, de segunda mano, con el tamaño de un sello de correos regresaran a la cabina del operador".



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