1 de marzo de 2019

Joan Bennett


La chica del cuadro   


Recordar hoy a Joan Bennett es recordar a la protagonista de dos de mis películas favoritas de ese cine negro más clásico que tanto me apasiona, las dos dirigidas por Fritz Lang, las dos con la misma pareja estelar: la siempre bella Joan Bennett y el enorme (cinematográficamente hablando) Edward G. Robinson. Por supuesto, me estoy refiriendo a "La mujer del cuadro" (1944) y "Perversidad" (1945), dos obras maestras ya mencionadas en este Blog.


Joan Bennett fue una hermosa actriz nacida en New Jersey, una chica rubia platino que por razones de imágen un día tuvo que cambiar su color de pelo, convirtiéndose en una belleza morena que cautivó a los espectadores. Procedente de una larga estirpe de actores, Joan Geraldine Bennett debuta en el cine a la temprana edad de seis años en "The Valley of Decision" de Rae Berger y en algunas películas de su padre. En los años treinta poco a poco va haciéndose un hueco en el firmamento de Hollywood, participando en películas "Mi chica y yo" de Raoul Walsh (1932), "Mujercitas" de George Cukor (1933), o las dos comedias junto a Cary Grant "Cásate conmigo... si puedes" de Richard Wallace (1936) y "Sus grandes ojos marrones" de Raoul Walsh.


Dos años más tarde Joan Bennett abandonaría su cabellera rubia para rodar la película que la convirtió en femme fatale "La fugitiva de los trópicos" de Tay Garnett, con este papel consiguió una fama inmediata e hizo que Fritz Lang se fijara en ella. Dicen que el director se llegó a obsesionar con la actriz con la que firmaría "El hombre atrapado", las ya mencionadas "La mujer del cuadro" y "Perversidad" y "Secreto tras la puerta" (1948), películas donde este humilde escribano se enamoró de su rotunda belleza, su penetrante mirada y esa voz que modulaba dependiendo del papel al que se enfrentaba. Con estos papeles nuestra querida Joan Bennett desarrolló un estilo artesanal de gran eficacia en cuantos papeles intervino, pero sin llegar al nivel de otras actrices mejor preparadas. Sus recursos interpretativos le confirieron siempre una acepción de las llamadas "epidérmicas" o arrebatadoramente estéticas.

La actriz continuó demostrando su versatilidad saltando de la comedia al drama, de los papeles de madre amantísima a los de aventurera o malvada y rodó también con directores europeos que probaban suerte en Hollywood como Jean Renoir, con el que filmó las injustamente olvidadas "La mujer en la playa" en (1947) o Max Ophuls para el que trabajó en "Almas desnudas" dos películas de las que próximamente hablaremos. Luego vendría Vincent Minelli con las comedias "El padre de la novia" (1950) y "El padre es abuelo" (1951), junto a Spencer Tracy y una joven Elizabeth Taylor. Pero cuando estaba en lo más alto de su carrera, su marido el productor Walter Wagner le entró un ataque de celos y disparó sobre el agente de su esposa hiriéndole en la ingle, por lo cual fue encarcelado. Este "incidente" fue ampliamente publicitado por los chacales de la prensa amarilla por lo que perjudicó notablemente la carrera de la actriz, quien desde ese momento vio como su progresión cinematográfica se tambaleaba. Después de este incidente decidió seguir actuando principalmente en el teatro y la televisión.

 

El 7 de diciembre de 1990 Joan Geraldine Bennett nos dejaba para siempre debido a un ataque de corazón. Con ella se fueron parte de mis suspiros de empedernido cinéfilo cuando la vi (hace ya muchos años) en "La mujer del cuadro". Puede que no fuese una gran actriz, puede que su especial belleza fuese para algunos "una chica más" entre ese ingente firmamento que ilumina todos nuestros sueños de cinéfilos, pero lo que esa chica me dejó cuando la vi por primera vez cuando todavía yo era un barbilampiño adolescente, queda entre ella y yo.






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