3 de octubre de 2017

El cuervo

(Le Corbeau) 1943                                                         Director: H.G. Clouzot                                                                                           Reparto: Pierre Fresnay, Ginette LeClerc, Micheline Francey, Pierre Larquey, Noel Roquevert, Héléna Manson, Jean Brochard. Guión: Louis Chavance, H.G. Clouzot                                                                     Fotografía: Nicolas Hayer


Decía Carlos Ruiz Zafón que "todos tenemos un secreto escondido bajo llave en el ático del alma", no le falta razón al autor de "La sombra del viento" con tan rotunda afirmación. Porque ya sea grande, pequeño u ominoso, un secreto puede llegar a ser una pesada carga para nuestra mente de lo que en primera instancia puede parecer. Y es en el sufrimiento, la vergüenza y la hipocresía donde Henri-Georges Clouzot encuentra el material para realizar "El cuervo", un brutal análisis de las angustias y las malicias de las personas frente a las injurias y los secretos. 

En su cuarto trabajo, Clouzot demuestra ser uno de los directores a seguir en la Europa de los años 40. "El Cuervo" no sólo es un magnífico ejercicio de suspense, sino también una denuncia encubierta de los delatores que colaboraban con el ejército alemán durante la 2ª Guerra Mundial, para ello Clouzot y su guionista Louis Chavance ponen en pie una historia que nos sitúa en una pequeña población de la Francia ocupada. En ese escenario, la tranquilidad de la comunidad se ve quebrantada cuando un misterioso anónimo que firma con el apodo de El Cuervo empieza a enviar cartas a varios habitantes. En principio parecen tener como objetivo al doctor Germain (un magnífico Pierre Fresnay), un recién llegado de carácter hosco y desabrido que es acusado de practicar abortos y de mantener relaciones con la esposa de su superior en el hospital. Se trata de misivas que sacan a la luz secretos indignos, que ponen en conocimiento verdades terribles de cada uno de sus destinatarios. Y todos ellos se esfuerzan en negarlo o tacharlas de difamaciones, pero de nada sirve cuando la sospecha se extiende como una infección galopante y la presión se traduce incluso en muerte.

                                                                                                            Merced a este planteamiento, el director francés construye una atmósfera claustrofóbica que hace aflorar los peores instintos del ser humano: desconfianza, tensión, egoísmo y traición componen el cocktail perfecto para esta inteligente metáfora que los alemanes (y muchos franceses) no alcanzaron a interpretar y censurar. La historia está muy bien estructurada y vemos como el director sabe plantear perfectamente la ambigüedad e hipocresía del ser humano cuando tiene algo que esconder, pues hasta el más decente de ellos tiene algo que no quiere que se sepa y hará lo que sea necesario para mantenerlo en secreto. 


Henri-Georges Clouzot dirigió "El cuervo" en plena ocupación alemana de Francia. Muchos le han acusado de hacer una película, que a través de una brillante parábola, veía con buenos ojos la ocupación nazi. La Resistencia parecía ser puesta en solfa a través de los anónimos que denuncian a los colaboracionistas. Y no les faltaba razón. Y aún así, un cineasta tan alejado del nazismo como Otto Preminger dirigió años después una versión bajo el título de Cartas envenenadas porque sabía que Clouzot había hecho una obra maestra. Y es que, si nos fijamos con detenimiento, podríamos llegar a la conclusión de que también valdría la lectura contraria. El pueblo francés contra quien acaba con la libertad, forma parte de la misma hipocresía que envuelve a los protagonistas.


Realizada con una exelente y expresionista fotografía que logra resaltar lo oscuro de sus personajes, Clouzot que siempre juega con las sombras maravillosamente bien, en esta película logra la perfección saviamente aderezada con toques de intriga y suspense en este thriller con aroma de "film noir", lo que convierte a "El Cuervo" en una película sorprendente, sobresaliente, fascinante, de una modernidad, perversidad y oscuridad que asustan y, sobre todo, altamente recomendable. 

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