30 de junio de 2017

La luz entre los oceános

(The Light Between Oceans) 2016

Director: Derek Cianfrance
Reparto: Michael Fassbender, Alicia Vikander, Rachel Weisz, Bryan Brown, Anthony Hayes, Caren Pistorius, Leon Ford, Benedict Hardie, Florence Clery.
Guión: Derek Cianfrance
Fotografía: Adam Arkapaw

Con "Blue Valentine" (2010) y "Cruce de caminos" (2013) Derek Cianfrance atrajo la atención del respetable con sendos melodramas con un denominador común, tratar de mostrarnos ese desgarrador sentimiento de culpa que afecta a la relaciones sentimentales. Con "La luz entre los océanos", Cianfrance lo ha vuelto a hacer. Con menos aciertos que sus antecesoras, pero con la misma capacidad de asombrarnos y de llevarnos al borde de las lagrimas, Cianfrance nos presenta una historia donde la culpa, el perdón y el verdadero amor navegan en un ambiente tenso, lleno de cuestionamientos morales sobre qué es lo correcto e incorrecto en esta historia, que a veces resulta un poco lenta y en ocasiones demasiado melodramática para mis espartanos gustos.

Basada en la novela de M.L Stedman, la historia arranca cuando Tom Sherbourne (Michael Fassbender), un veterano de la Primera Guerra Mundial, decide irse a cuidar un faro en una isla remota. Necesita soledad y reencontrarse consigo mismo luego de ser partícipe de tanto dolor y violencia. La amargura de la guerra parece desvanecerse cuando conoce a Isabel (Alicia Vikander), una joven extrovertida y resuelta que llamará rápidamente su atención. El amor no tardará en surgir entre ambos, lo que aliviará la angustia existencial del traumatizado Tom. Pero sus vidas cambiaran radicalmente cuando la pareja, que sufre por la imposibilidad de tener hijos, descubra un bote en la costa en cuyo interior yacen un hombre muerto y un bebé. Tom e Isabel decidirán criar al niño sin informar a las autoridades. Pero, la fatalidad no tardará en llegar cuando descubran que Hannah (Rachel Weisz) la madre biológica del bebé está viva.

Rodeada con la excelente fotografía de Adam Arkapaw, que logra capturar a la perfección los paisajes de Nueva Zelanda y las dos caras del océano: aquel que produce infinita paz y tranquilidad y ese otro que se transforma en un mar turbulento y violento. Cianfrance se toma su tiempo para mostrarnos un conflicto moral propio de una época pasada. Su obra funciona convenientemente en el universo fílmico que ha construido con la meticulosidad de un relojero, pasando de la felicidad a la tristeza y viceverza para explotar el melodrama sin despeñarse en sus excesos, aunque en ocasiones lo roce peligrosamente.


Tal vez pudo haberse ahorrado algo de metraje, sobre todo en el epílogo, donde su afán de conmover por poco le cuesta todo el esfuerzo, pero lo cierto es que Cianfrance, consigue hacer que los tormentos y la desolación interior que viven Tom, Isabel y Hannah tengan sus espejos visuales en los paisajes y las tonalidades grisáceas que dominan su paleta de colores. La contraposición de encuadres abiertos y cerrados es también un espejo del conflicto moral de los personajes. Y la resignación de Tom a aceptar los deseos de su esposa y de incluso acatar como propias todas las responsabilidades, a pesar de las incongruencias y desvaríos de ella, es una forma de acentuar los elementos melodramáticos y de tensar los hilos de la tragedia.


En definitiva, sin ser una de sus mejores películas, se puede ver y prepararse a derramar unas lágrimas bien merecidas.

23 de junio de 2017

La doncella

(The Handmaiden) 2016                                                                                               

Director: Park Chan-wook
Reparto: Ha Jung-woo, Kim Min-hee, Jo Jin-woong, Kim Tae-ri, Moon So-ri, Kim Hae-suk.
Guión: Park Chan-wook, Jung Seo-kyung (Novela: Sarah Waters) Fotografía: Cho Young-wuk

He de confesar que soy un ardiente admirador del cine de Park Chan-wook por dos sencillos motivos; por su elegante violencia y su desmesurada pasión por filmar cine. Para este humilde plumilla Chan-wook, es uno de esos realizadores que te hacen disfrutar con cada nueva película que lleva a cabo. Y su ultima película llamada "La doncella" es una buena muestra del talento innato de este director surcoreano para hipnotizarnos con imágenes sugerentes que transitan por una narración enigmática y cautivadora.

Basada en la novela "Falsa identidad", de la galesa Sarah Waters. "La doncella" nos habla de una joven coreana Sookee (Kim Tae-Ri) que es contratada por un falso conde para hacerse pasar por sirvienta de Hideko (Kim Minn-Hee), una acaudalada mujer japonesa. El trato pasa por que la muchacha convenza a la dama de los beneficios de casarse con el conde para que éste acabe finalmente haciéndose cargo de su herencia. A cambio, la astuta Sookee también recibiría una parte de la fortuna. El único problema que, a priori, se presenta, es que la heredera vive en una enorme mansión bajo la influencia de su tiránico tío, un amante de los libros y las prácticas sadomasoquistas.


Pero en un giro de los acontecimientos Hideko ve a Sookee como una muñeca frágil con la que jugar y ambas acaban forjando una estrecha amistad bajo el intenso acecho de los dos hombres que intentan mantenerlo todo bajo control. Pero pronto lo que eran miradas y sonrisas de complicidad se transforma en algo más fuerte. Surge entre ellas un apasionado romance que trastocará los planes del estafador y encenderá su ira. O no. Porque lo que viene a continuación vuelve a alterar la narración en otra muy diferente donde los giros argumentales están a la orden del día. Y así, Chan-wook acaba manipulando a su antojo al respetable a lo largo de casi dos horas y media de intenso metraje donde el suspense, el thriller erótico y el humor negro se dan la mano a partes iguales.

Dicho escuetamente esto es solo el envoltorio de esta preciosa y precisa historia de "La doncella". A través de la ella podremos pasearnos por los rincones de esa mansión que guarda muchos secretos y pocos amigos, y en la cual confiar en alguien será lo más difícil de conseguir, porque cuando hay dinero de por medio, hasta el más frío pierde la cabeza. Cada uno con su propio interés y objetivo comenzaremos viendo cómo entre doncella y señora surge una atracción que en ningún momento sabremos si es falsa o no. Una atracción que debería ser ejemplo de cómo llevar una historia de amor al limite y de paso darle un fuerte revés a esos culebrones hollywoodienses que no se creen ni ellos mismos.

Con acercamientos que llegarán a darnos planos y escenas de un erotismo sin igual y con la elegancia del director para recrearlas, nos quedaremos sin respiración en más de un momento y presos de un hipnotismo que pocas veces se puede lograr. Porque son con esos momentos cuando te das cuenta que practicar sexo puede ser todo un arte. Pero no se hagan ideas equivocadas, esto no es una película erótica al estilo del "pastelazo" de Grey y sus sombras, simplemente "La doncella" es una clase magistral de cómo llevar a cabo un romance en todos sus sentidos.


Y todo ello gracias a una fascinante recreación de la época y la impresionante fotografía que se nos exhibe ante nuestros ojos. También hay que recalcar el excelente plantel de actores y actrices del que hace gala la película. A destacar la la espectacular señora de la casa Kim Min-hee, que enamora con su actuación y con su caracterización, dando un recital de sensualidad y la ¿dulce? Kim Tae-Ri que nos brindan tal despliegue de gestos, miradas y silencios que solo deseamos que permanezcan eternamente en el plano. Podríamos decir que estamos ante un universo lírico y estético donde todas las piezas bailan al son de la batuta de un director que sabe lo que hace y lo transmite con delicadeza y armonía junto a una banda sonora igual de sugestiva. Incluso las potentes escenas lésbicas están rodadas con suma elegancia y perfectamente coreografiadas para mayor envidia de la insoportable "Cincuenta sombras de Grey".


El realizador huye del morbo por el morbo para reflejar una poderosa historia de amor, enrevesada y profundamente enigmática sin esquivar las tensiones sociales del momento histórico. La película, que obtuvo el Premio del Público en el Festival de Sitges del 2016, es un auténtico viaje sensorial que mezcla el japonés y el coreano y donde cada personaje va cambiando de piel conforme avanza la acción. Además del aspecto técnico, la cinta destaca por un reparto interpretativo en estado de gracia, en especial las actrices Kim Minn-Hee, que asume el complejo papel de Hidako, y Kim Tae-Ri, una estudiante de periodismo que hace su triunfal debut en el cine encarnando a la doncella del título. Sus desnudos físicos y emocionales son de los que no se pasan por alto.

Son tantas sus virtudes, tantas sus cualidades y tanta la maestría que desprende un director enamorado del cine que solo me cabe decir que "La doncella" es puro cine, una magistral clase de cómo hacer un largometraje, una obra maestra del género que nos llevará por las pasiones y traiciones de los personajes que en ella se hayan y que nos volverá locos con sus giros inesperados... ¿Creen que exagero? Dejen que "La doncella" les envuelva y les haga perderse entre las paredes de su mansión y entre las caricias de su pasión, nada les gustará más que poder sentir lo que a veces es difícil de transmitir.



13 de junio de 2017

Mal de piedras

Autora: Milena Agus                                                                   Editorial: Siruela


"Si no he de conocerte nunca, haz al menos que te extrañe."

Así comienza esta historia, tan común pero tan cercana a cualquier persona. Abuela, la protagonista, nos cuenta su vida, su matrimonio y sus amores. Le pasa todo lo que esperaba en la vida pero un poco tarde, cuando ya no tenía esperanza. El relato sigue una cadencia muy particular. Parece que la narradora, en vez de contar por escrito, habla, con modestia y complicidad de una señora, su abuela, que lo único que le pidió a Dios en su vida es conocer el amor.

"Mal de piedras" es la historia de una mujer sarda del siglo pasado, cuyo comportamiento imaginativo y valiente le hará ser considerada una loca por su familia. El narrador de esta bella historia es la nieta de la protagonista ,que desde niña ha estado fascinada por el cabello de su abuela, larguísimo y de un negro intensoElla tiene treinta años y no encuentra el amor, sus pretendientes ponen los pies en polvorosa cuando ven los ardientes poemas que les dirige. Se la considera una loca . Pero el destino es como es y esos bombardeos que destruyeron Cerdeña le traerán una boda por conveniencia a la que se resiste con toda su energía sin resultado alguno. Y como dios aprieta pero no ahoga, se encuentra con un hombre que, aun sin amor, estará por ella, la cuida en la enfermedad, hace ese trabajo que no debería hacer una mujer, acepta vivir como hermanos. Marcharán a Cagliari;  es  allí donde su vida tomará otro rumbo, aceptará las reglas del matrimonio pero, los problemas renales le conducen a una aborto detrás de otro y ella sigue vacía de amor. Hasta que el destino, llamado el mal de piedras en este caso, la lleva a un balneario donde conocerá al "Veterano" con el que encontrará todo lo que buscaba. A partir de ahí su vida en Cagliari cambiará, tendrá un hijo y una vida razonable siempre con la ilusión de recuperar al "Veterano" y el amor. En resumen que esa enfermedad, esa locura, esa búsqueda del amor es la verdadera razón de vivir.

Uno de los aciertos de Milena  Agus ha sido elegir a una narradora joven que narra hechos que no necesariamente ha vivido y que por lo tanto puede contar con cierto distanciamiento sin dejar de identificarse. Porque todo gira en torno a la abuela, sus vivencias, sus necesidades, sus sentimientos y ,hasta apurando un poco, sus locuras. Del resto se conoce lo imprescindible para enmarcar el tema, nada de descripciones de lugares o paisajes y los personajes, como el Veterano o el propio marido, son simples referencias necesarias para establecer diferencias. De ahí la sutileza en la estructura, en las relaciones psicológicas y en la voces sin estridencias, a pesar de que la novela gira en torno a algo tan escurridizo y “pasado de moda” como la felicidad, el amor y la locura.

Hay en el libro desde locuras masoquistas vividas con un marido incapaz de expresar el más mínimo cariño, hasta amores fatales con el Veterano, narrados de forma natural por la nieta, que en ningún momento emite juicios. De hecho, la locura de la que se acusa a la abuela será la misma que amenaza a la narradora, un exceso de imaginación que conducirá al lector a releer el libro como si de uno nuevo se tratara gracias al cierre magistral de la novela.

A veces se necesita leer algo así: breve, simple, sencillamente bello, tierno, inteligente, en ocasiones erótico y siempre inteligente. Porque en ocasiones, el cerebro del lector necesita un soplo de aire fresco que le airee de la rutina literaria. Y por eso "Mal de piedras" es un bocado exquisito, un aperitivo de algo más de 100 páginas que se disfruta fácilmente de una sentada, lo cual es de agradecer.


4 de junio de 2017

Los implacables


(The Tall Men) 1955
Director: Raoul Walsh                                                                                               Reparto: Clark Gable, Jane Russell, Robert Ryan, Cameron Mitchell, Juan García,Harry Shannon, Emile Meyer, Stevan Darrell, Robert Adler, Frank Baker,Rudy Bowman, Chet Brandenburg, Argentina Brunetti. Guión: Frank S. Nugent, Sydney Boehm
Fotografía: Leo Tover


Seguramente no hay género cinematográfico más genuino que el Western, puesto que no es tributario del teatro, la literatura o la música, como lo son otros géneros. El Western es cine en estado puro, y los esquemas y guiones que sirvieron para cimentar los grandes títulos del genero, se siguen utilizando hoy en día. Bajo la figura de un vaquero o un pistolero cuya caracterización incluye una vestimenta típica, su revolver y su fiel compañero el caballo nos encontramos con títulos insustituibles del cine como; "El hombre que mató a Liberty Valance", "El sargento negro", "Río Bravo", "Centauros del desierto", "Tambores lejanos", "Grupo salvaje" o la que traemos hoy aquí, "Los implacables".

"Los implacables" es probablemente el mejor de los westerns que realizó el viejo maestro a lo largo de su prolífica carrera, pero también es la obra que sintetiza (al margen de épocas y géneros) lo más válido y apreciable de su cine. Un western admirable, directo, tosco si se quiere, pero pleno de una, tan sorprendente como elegante mezcla de clasicismo, vitalidad, poesía, erotismo y humor. Esta es una espléndida muestra del buen oficio de Raoul Walsh para mostrarnos no solo las aventuras y desventuras de unos personajes que trasladan ganado cruzando territorio indio, sino que también realiza un examen psicológico exhaustivo de los mismos, distinguiendo entre aquellos que ansiaban el poder y la gloria, y los que sólo querían ganar unas onzas de oro para poder retirarse y vivir tranquilamente. A parte de esta distinción, Walsh aprovecha para hacer un estudio sobre la codicia y la repercusión que ésta puede tener sobre los principios de un ser humano y por si fuese poco, el equipo técnico, con Walsh al frente, filman unos paisajes como pocas veces se ha visto en un western, mostrando la grandeza del continente americano frente a la insignificancia del Hombre.

Raoul Walsh nos presenta a dos hermanos que transitan por el territorio mítico del western. Son Ben (Clark Gable) y Clint Allison (Cameron Mitchell) que se hallan en tierras de Montana, más que para ultimar algún negocio, para explorar nuevos territorios en previsión de "lo que salga". Su condición aventurera queda de manifiesto cuando intercambian objetos de la guerra (recuerdos yanquis) para sufragar el alojamiento de sus monturas. Tras intentar robar al ambisioso Nathan Stark (Robert Ryan), el tipo muy hábilmente les propone ganarse una buena cifra ayudándole a trasladar unas cabezas de ganado hasta Montana, en vez de convertirse en forajidos perseguidos por la ley. Los hermanos aceptan y emprenden su camino para llegar al sitio desde el cual llevaran el ganado. En el trayecto, son azotados por una brutal tormenta y consiguen resguardarse en un refugio donde conoceran a Nella (Jane Russell) una joven que llama la atención de Ben y Nathan.

“Los Implacables” está protagonizada por personas endurecidas, que habitan un entorno en el que un tipo colgado de un árbol es sinónimo de civilización, y escapar de ella implica el riesgo de poder perder la cabellera. Desde sus primeras secuencias, Walsh advierte al espectador que sus personajes deambulan por un Oeste Salvaje, en el que sólo los Hombres Altos (Tall Men) sobreviven y triunfan. Una vez presentado este punto de partida, el director americano permite que sus dos protagonistas (Clark Gable y Robert Ryan) se enfrenten a lo largo del metraje para vislumbrar quién de los dos es el modelo de Hombre Alto a seguir. Pero sera Nella quién decide por ellos, ya que es quien realmente busca en su interior la respuesta. Quiere un hombre como Ben, que tenga las ambiciones de Nathan, pero sabe que eso no es posible. Por un lado, mantiene una fría relación de conveniencia con el personaje interpretado por un excepcional Robert Ryan; por el otro, exhibe la manta que Ben le regala al principio del film, indicándole que todavía está a tiempo de conseguir su amor si cambia de actitud.

Ni que decir tiene que un personaje más, tan corpóreo como el resto, es el paisaje, realzado por medio del cinemascope, ya sea en las nevadas laderas de Montana, eventualmente salpicadas por cabañas capaces de acoger a los viajeros desperdigados, como a lo largo del trayecto por el agreste escenario de Texas. La posterior emboscada india en un cañón participa de esa plasticidad visual. La forma de sostener el plano general de Walsh, redunda siempre en beneficio del relato, proporcionando a la imagen una cualidad de ritmo y dinamismo que no se podría haber conseguido fraccionando la secuencia (algo a lo que estamos demasiado habituados en la actualidad).

Todo este recorrido, por instantes de una belleza casi mineral y potenciado por el bellísimo tema musical de Victor Young, es narrado por Walsh con la sencillez y la sabiduría de un pionero del cine, utilizando con magisterio la pantalla ancha tanto en las imponentes secuencias exteriores definidas en grandes y nítidos planos generales, como en aquellos momentos en los que la disposición de los actores dentro del encuadre es determinante para vislumbrar el sentido de sus escenas. Al propio tiempo, "Los implacables" goza de una perfecta dosificación de su ritmo ascendente, que permitirá que el espectador vaya conociendo y apreciando a sus personajes, de los que se desprenden matices ambivalentes, complejos y perfiles psicológicos de aparente sencillez y auténtica hondura. En su conjunto, puede decirse que (aunque aún restaban varios años para concluir su extensa trayectoria como director), fue este uno de los cantos de cisne de un hombre para el que la sencillez cinematográfica estaba apalabrada con una verdadera maestría.

Nada sobra, ni nada falta en este western, perfectamente equilibrado entre el drama y la comedia, entre la acción y las escenas relajadas, entre la profesionalidad y la honradez del personaje de Ben Allison (Clark Gable) y el cinismo y la falta de escrúpulos de Nathan Stark (Robert Ryan). A medias, entre ambos, Nella Turner (Jane Russell), la mujer con una infancia miserable en un pequeño rancho, cuyos sueños coinciden con el pragmatismo de Stark, pero cuyos sentimientos están más cerca del valiente y resuelto Ben Allison, el hombre que le ha salvado la vida y a quien provoca descaradamente exhibiendo la manta india sobre la que ambos pasaron su primera y única noche de amor.

La realización de Walsh es de una soltura y entusiasmo por lo que está haciendo, que se palpa en cada escena: la dirección de actores (nunca estuvieron más metidos en su papel Gable, Ryan y la Russell que en esta ocasión), la vitalidad de las escenas, las escenas intimistas de Jane Russell con Clark Gable y Robert Ryan, con su erotismo primitivo y a la vez sutil, la espléndida fotografia de Leo Tover, aprovechando al máximo los bellísimos y variados paisajes y, finalmente, la elegante y a veces también irónica música de Victor Young hacen de "Los implacables" un espectáculo y una aventura inolvidable. Un film, sobre todo, sorprendentemente vivo en el que apenas se nota el más de medio siglo transcurrido desde su realización. Casi se diría que ha ganado con los años. Está claro que el tiempo no pasa para las obras maestras.


¡Quiero vivir!

(I Want to Live!) 1958
Director: Robert Wise                                                                                         Reparto: Susan Hayward, Simon Oakland, Virginia Vincent, Theodore Bikel, Wesley Lau,John Marley, Gavin MacLeod, Dabbs Greer                                      
Guión: Nelson Gidding, Don Mankiewicz
Fotografía: Lionel Lindon

Cuando Albert Camus escribió "Reflexiones sobre la guillotina", (un demoledor alegato sobre la pena de muerte), además de exponer la inutilidad de la pena máxima, nos mostraba la crueldad de ese tiempo previo a la muerte, esa etapa en la que los que han sido declarados culpables por la ley (en algunos casos sin ni siquiera ser los autores del delito) esperan su ejecución en el corredor de la muerte; dice que es imposible hablar de hacer morir a alguien sin generar sufrimiento. Asegura que se trata de una doble muerte, la de ese tiempo previo y la muerte física, y es la primera peor que la otra.

Hago esta reflexión porque esto mismo es lo que veremos en la excelente película "¡Quiero vivir!", intenso y poderoso filme sobre la angustiosa espera de una condenada a muerte. Basada en la verdadera historia de Barbara Graham (Susan Hayward), una hermosa mujer de más que dudosa reputación que deambula por bares a la búsqueda de dinero fácil, desafiando cualquier convencionalismo social, Barbara se ve envuelta en una kafkiana situación cuando se le acusa de un asesinato, algo que, ni por error cometió. El filme pues será una revisión a las vivencias de la desafortunada mujer durante sus últimos días de vida, batallando por liberarse la cámara de gas.



Para el frenético relato de la mala vida de Barbara Graham, el director construye una brillantísima primera media hora movida por el ánimo desbocado de una mujer "sátira, astuta, con alma de tigresa, con la mala suerte de ser joven, amoral, atractiva, y culpable hasta el cuello",tal como la describe uno de los periodistas. Frente a ese sensacionalismo y el linchamiento moral, Wise propone una vez más un intento de veracidad, conjugando un cierto tono documental y periodístico con la estilización del tratamiento visual del film y la progresiva relajación del tempo, sustituyendo las atrevidas elipsis de la primera parte, por un estiramiento de los minutos, para ir llegando al tormento interior de esa mujer que no tiene por qué sufrir la tortura de una muerte lenta, independientemente de si es o no culpable, según la tesis contra la pena máxima que esgrime Wise.


A destacar la magnífica secuencia final, con la que Wise cierra su ataque a las consciencias que aún abogan por la condena capital. Todo, mediante el silencio más sepulcral y la unión de la cotidianeidad con la que se opera la muerte. Mientras la muchacha avanza despavorida, con los ojos vendados por no querer ver la prensa que la ha condenado, el director nos muestra la profesionalidad con la que algunos trabajan con la muerte (como un negocio más, Wise se centra en los elementos técnicos y mecánicos que no hacen más que aumentar la desesperación). Delante de tan dantesco espectáculo, una multitud llena de fantasmas que no es capaz de moverse por tratar de salvarla. Después de este silencio, el director nos muestra como la gente abandona el proceso mortal, mientras de nuevo volvemos a escuchar la ornamentación musical. Como si no hubiera pasado absolutamente nada.

Para este estimulante drama el director Robert Wise se apoya en un magnifico guión de Nelson Gidding que aporta dinamismo en el tiempo narrativo y una estética negra a una opresiva película a mayor lucimiento de una de las grandes damas de Hollywood, Susan Hayward capaz de elaborar una gran riqueza de contrastes controlando en todo momento a su personaje que se mueve entre la amabilidad, el desenfreno total, el mal humor pero que ante todo, y cómo acabará exclamando finalmente, lo que quiere es simplemente vivir.

Una actuación de Susan Hayward que le valió merecidamente un Oscar de la academia por una memorable actuación encarnando el carácter indomable de Barbara Graham, que se vuelve figura pública, que nunca cede, excepto cuando ya la pesadilla se vuelve terminal, y la muerte viene a tocarle la puerta. Su actuación es excelente, genuina, intensa, apasionada. Susan Hayward recrea un personaje complejo, pues su completa amoralidad y falta de respeto absoluto por las reglas y estándares sociales la pueden volver indeseable y execrable para muchos, pero no por ello es digna de ser liquidada arbitrariamente; de esa forma invita al espectador a tomar bando en la situación, mientras ella se debate entre la vida y la muerte en una desesperación llena miedo que sucede en la mente de un condenado a muerte.

"El miedo devastador, degradante, que se impone durante meses o años al condenado es una pena más terrible que la muerte. No es más que un acto de revancha echo desde una estructura creada por unos ciudadanos que miran hacia otro lado."
(Albert Camus, " Reflexiones sobre la guillotina")