5 de diciembre de 2017

Hasta el último aliento

(Le deuxième souffle) 1966                                                                                                
Director: Jean-Pierre Melville                                                Reparto: Lino Ventura, Paul Meurisse, Raymond Pellegrin, Christine Fabréga, Marcel Bozzuffi, Paul Frankeur, Denis Manuel, Jean Négroni, Jacques Léonard...                    Guión: José Giovanni, Jean-Pierre Melville                            Fotografía: Marcel Combes

El cine negro americano llenó las pantallas de humo, detectives melancólicos y oficinas de mala muerte. Una cartografía de contornos brumosos que ofrece una visión pesimista de la naturaleza humana, donde el crimen y la violencia salpican las tramas. Pero esta semilla de maldad dio frutos fértiles en cinematografías alejadas de su lugar de origen y más concretamente en Francia, donde un hombre llamado Jean Pierre Melville elaboro una sucesión de obras maestras que subliman los cánones del cine negro estadounidense conformando una suerte de territorio mítico, donde el valor, la soledad, la ocultación de los sentimientos y los finales inexorablemente desdichados llegan a límites solo alcanzados por un puñado de títulos clásicos del otro lado del Atlántico. 

"Hasta el último aliento" es una de las cumbres absolutas de la obra de Melville, considerada de hecho por el autor como su primera aportación verdadera al cine negro. En "Hasta el último aliento", la crudeza y el hastío del texto José Giovanni, otro de los referentes capitales del ‘polar’, entra en colisión y se funde con la estilización y el laconismo del cineasta parisino. El director dota a este material de su impronta para dar lugar a la más nihilista de sus cintas. En ella se cuenta la historia de Gustave Manda, más conocido como Gu, un peligroso gángster que ha conseguido fugarse de la prisión. Se dirige a París para reunirse con Manouche y otros compinches para verse lueg(o involucrado en un ajuste de cuentas. Antes de abandonar el país con Manouche, Gu deberá realizar un último trabajo para poder obtener dinero con el que escapar, labor que no le será fácil debido a que la policía le estará pisando los talones.


El argumento no parece muy especial, pero Melville le da un toque personal que lo eleva a cotas superiores. El fatalismo de su protagonista, el romanticismo soterrado, y la estilización de las formas consiguen dejarnos sin aliento en una aventura policíaca de tiro preciso y gatillo suave. Desde su título y su prólogo, "Hasta el último aliento" establece las constantes vitales y tonales del relato: el único derecho del hombre es el de escoger su propia muerte. Un desabrido pesimismo existencial expresado sin ambages ni florituras por medio de una prosa llana y certera y rezumante de embriagadores destellos de lirismo melancólico bien enmarcados por la sobriedad ascética de la puesta en escena, el riguroso blanco y negro, los suaves encadenados y las delicadas elipsis que imprimen una cadencia muy particular a la narración, hipnótica e inexorable al mismo tiempo, condensación perfecta del desaliento vital que transmite el argumento.

Y si esto no fuese suficiente, Lino Ventura nos regala un personaje al mismo tiempo cruel y trágico, sabedor del destino que le espera. Su impagable ‘Gu’ Minda, bien podría sintetizar en su persona el espíritu estilístico de la obra. La dureza granítica de su basto rostro contrasta con la inteligencia y el refinamiento de su proceder. Su mirada y su figura es el último aliento de un gángster que siempre supo perder…pero que ya no quiere perder más, aunque para ello tenga que intentarlo hasta sus ultimas consecuencias... pero le es igual, él sólo quiere intentarlo, saber que no se rindió, pues Gu es un profesional frío y eficiente, el perfecto asesino... y odia, odia lo que ve, las nuevas concepciones del crimen organizado donde se mueve, y donde ya no hay lugar para viejas glorias oxidadas como él... y quiere demostrar que aún no está acabado. 


En definitiva "Hasta el último aliento" es salvaje, es cine negro, muy negro, crepuscular, como los grandes trabajos de Peckinpah, basado en una gran novela del no menos grande Jose Giovanni, brutal, cargado de ésas características comunes al cine de Melville... tensión, realismo, ética y sentido del honor, lealtad, venganza... y fatalismo, pues sus criminales asumen que son unos perdedores y que su final no será grato. Melville, como siempre, muestra su gran sabiduría y destacable elegancia fílmica en la dirección, especialmente brillante en las escenas de acción y en la plasmación de ése juego de traición y honor entre criminales... y Melville siempre prima el personaje a la acción. Una de sus joyas más desconocidas, muy sobria, con momentos de gran voltaje cinematográfico, pura arqueología fílmica, como el robo al furgón, de una gran intensidad, filmado espectacularmente, ése especial enfrentamiento entre Gu y Blot, el comisario que revolverá Francia para capturarle, la fuga inicial, y el final, ése impresionante final in crescendo... hasta el último aliento...




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