31 de diciembre de 2017

Vampiros y Cine


Mordiscos de fantasía   


El vampiro, como el monstruo en general, es una invención simbólica que representa desde el miedo victoriano a la sexualidad hasta la insaciabilidad de los capitalistas, según el marxismo. Hoy aparición demoníaca, mañana amante sensacional, la historia del vampiro, es la del presente mismo, condenado a la transformación perpetua e inmediata para poder seguir viviendo en el cine. Dentro de la mitología vampírica, a los vampiros, nosferatu, no-muertos (entre otras denominaciones) se les atribuyen tantos posibles orígenes como personas han narrado una historia sobre ellos, aunque luego los temas que se presentan son recurrentes y tienden a navegar en el mismo mar: el peso de la eternidad y los variopintos problemas que esto puede acarrear a estas criaturas, en su mayoría atormentadas.      

La presencia de los vampiros en el cine puede remontarse a los primeros años del género cinematográfico, desde la época del cine mudo, y ha evolucionado de tal forma que la perspectiva popular de los vampiros se basa sobre todo en las sucesivas descripciones cinematográficas. Muchas logradas, y no menos las patéticas, pero siempre negándose a descansar. Los chupasangres y el celuloide han sentido una admiración mutua que llegó a su climax cuando Iván Zulueta convirtió a la propia cámara en vampiro.       

Esta lúgubre noche que se avecina, mientras la tormenta que acecha en el exterior se va acercando, es propiciatoria para hacer una de esas listas sin las que no podéis vivir. 26 títulos llenos de mordiscos y hemoglobina. Señoras y señores de carotidas suculentas , a continuación esas películas con vampiros de dientes afilados y aversión a los ajos. Se que pueden faltar algunas y que otras tal vez sobren, pero ya se sabe lo que pasa con las listas... nunca llueve a gusto de todos. En la lista se incluye, clásicos imperecederos, rarezas de arte y ensayo, serie B e incluso comedias extravagantes sobre el mundo de los vampiros. Pero antes y después los vampiros tuvieron otras caras y otras formas, principalmente la de su miembro más conocido y querido, el conde Drácula... Empecemos pues con la lista mientras nos disponemos a escuchar de fondo a los hijos de la noche.

"Nosferatu" de F.W. Murnau (1922)

Una obra maestra del cine mudo que nos presenta un personaje monstruoso sin pelo, orejas puntiagudas y uñas muy largas. Fue una libre adaptación de "Drácula", novela de Bram Stoker, a la que se cambió el nombre para no tener que pagar derechos de autor. La viuda de Stoker logró que se reconociese la autoría, y obtuvo una orden judicial para destruir los negativos y todas las copias de la película. Las copias distribuidas en el resto del mundo impidieron su total desaparición. El resultado: una obra maestra imperecedera, que aún a día de hoy sigue impresionando gracias a la impactante recreación de Max Shreck.

Nadie ni nada fue capaz de conjurar todos los traumas de una generación de postguerra, ni de esconder en cada extremo de sus fotogramas un mundo de códigos esotéricos, ni de despertar las iras de la ley hasta extremos realmente peligrosos. Nada, en definitiva, con vistas a perdurar ni a crear escuela. Nadie se acercó a Friedrich Wilhelm Murnau en una pausa del rodaje y le comentó que podía ser que su nueva película sentara las bases de un género entero, se enraizara en el imaginario común, sufriera la persecución de las fuerzas de orden público, pasara a la clandestinidad… No hubo nadie que interrumpiera el rodaje a gritos y avisara a este joven director alemán de que lo que estaba haciendo podía ser muy, muy grande. Puede que nadie lo hiciera, simplemente, porque él ya sabía que "Nosferatu" (1922) sería una obra maestra. Vampiros hay de todo pelaje, pero pocos como el conde Orlok.

"Drácula" de Tod Browning (1931)

Con el permiso del Sr Max Shreck y su conde Orlok de "Nosferatu", si decimos "vampiro", seguramente nuestra mente nos lleve hasta Drácula y la encarnación de este mal puede tener los fríos rasgos de Bela Lugosi. Es comprensible: sin el "Drácula" de Tod Browning , no podríamos considerar la fuerza que ha tenido la imagen del vampiro en el cine de terror y nuestra cultura en el último siglo.

¿Y qué decir de Lugosi? Voz grave, acento extraño, ojos llamativos, porte de extraño galán… Un chupasangre que, pese a su aspecto refinado, no deja de ser un auténtico monstruo. Muchos actores fueron considerados para el papel de Drácula, entre ellos, el camaleónico Lon Chaney que murió antes del rodaje o de Conrad Veidt, famoso por sus interpretacion en el clásico "El gabinete del doctor Caligari" pero al final, el papel recaería en un desconocido para la gran pantalla: Bela Lugosi, cuyo aspecto aristocrático y su acento crearían a un auténtico mito, que se volvería imborrable para la memoria visual del espectador. Lugosi no era ajeno al papel del aristocrático monstruo, ya que había dado vida al Conde en la adaptación teatral de Broadway en 1927.

A pesar de cierto carácter teatral, La de Tod Browning, sigue erigiéndose como "clasico" oficial de tan carismático, tenebroso y romántico personaje. Fue la primera película de cine sonoro que retrataba al personaje de Stoker. Es la primera vez que se presentaba en el cine al vampiro con esmoquin y capa. La historia aunque deja muchos flecos sueltos logró una estética muy atractiva. Su actor principal Béla Lugosi, con un fuerte acento húngaro, se convirtió en la imagen oficial de Drácula.

"Vampyr" de Carl Theodor Dreyer (1932)

Si tuviera que elegir los dos o tres títulos que más desasosiego me han producido, sin lugar a dudas esta película dirigida por Carl Theodor Dreyer estaría entre ellos (¿algo exagerado? yo creo que no). Sumergirse en la historia del pobre hombre que se refugia en una posada y sospecha que está rodeado de vampiros, es una de las más gratas experiencias y recompensas por acercarse al cine de Dreyer.

"Vampyr" se llevó a cabo gracias a la inversión del Baron Nicolas de Gunzburg a cambio de reservarse el papel protagonista (bajo el seudónimo de Julian West) El protagonista es también el productor de la película, un barón amigo de Dreyer que no parece haber nacido para la interpretación, para contrarestar esa carga Dreyer decidió hacer del protagonista un vehículo conductor de acontecimientos, siendo él quien junta todas las partes pero no participa activamente en ellas.

Adelantada a su tiempo, “Vampyr" supone un viaje a las profundidades de la psique y a la raíz del miedo. Un ejercicio surrealista que Dreyer lo solventó sabiamente recurriendo a una exquisita técnica y dando una vuelta de tuerca al cine fantástico de la época.También conocida como "La Bruja Vampiro", es una película franco-alemana rodada inicialmente como una película muda, a la cual se le añadieron posteriormente los escasos diálogos que contiene. La cinta es una adaptación libre de la novela corta de 1872 "Carmilla", de Sheridan Le Fanu. La película resultó ser un fracaso de taquilla, lo que mantuvo alejado de la dirección a Dreyer durante una década. El film fue rescatado por la crítica décadas después y hoy día ostenta la categoría de obra maestra.

"La Marca del Vampiro" de Tod Browning (1935)

Repetimos director, Tod Browning, y actor, Bela Lugosi, unido irremediablemente a su personaje más famoso, aunque aquí se hace llamar Conde Mora. Se trata de un remake de "London After Midnight", un título ya perdido que sólo puede verse en un montaje de fotos fijas. Una especie de broma macabra en la que nada es lo que parece, y los pocos momentos de inquietud que hay no se olvidan.

El prestigio de Browning estaba muy dañado por el descalabro (injusto) de Freaks, una película mucho más audaz, por lo que se apostó esta vez por un clasicismo menos incómodo. Aún así, lo mejor de la película son estas breves secuencias con las apariciones de Bela Lugosi y Carol Borland, siempre lamentaremos que Browning no haya contado con mayor apoyo de los estudios en su adaptación de la novela de Bram Stoker limitándose a rodar la adaptación de una obra teatral de John L. Balderston que simplificaba toda la trama de la misma. Pero el goticismo del realizador convierte a esta obra en sublime.

Por lo que respecta al filme que nos ocupa, el onirismo de las secuencias con Bela Lugosi brillan con una luz inusual, superiores al resto de la película en la que Barrymore nos da una auténtica lección de interpretación, apoyado por otro rostro habitual en el género, el de Lionel Atwill. Pero si de alguien tenemos que hablar es un de Bela Lugosi que elevo su personaje a tal grado que marcó su carrera y jamás se pudo desprender del aura del conde. Mención aparte a la vitalidad que el actor le impregnó contrastando fuertemente con muchas de las actuaciones acartonadas de aquellos tiempos. En otras palabras, la inmortalidad de la ficción trasladada al nombre de un actor.


"El vampiro" de Fernando Méndez (1957)

Germán Robles era de Gijón, pero su familia emigró a México cuando él tenía 17 años, donde se convirtió en actor. A lo largo de su extensa carrera, Germán Robles hizo de todo. Teatro, televisión, doblaje y toda clase de cine, dramas y comedias. Pero quedó definitivamente marcado por su primer trabajo en la gran pantalla: "El vampiro", un clásico que figura en el puesto nº35 de las 1090 mejores del cine mexicano. Gustó tanto, que ese mismo año llegó la secuela: "El ataúd del vampiro".

"El vampiro" es todo un clásico del fantástico mexicano realizado en pleno esplendor del cine de género por parte de un director muy a tener en cuenta, Fernando Méndez, iniciador del fantástico en el país mexicano. Méndez ofrece un estilo visual suntuoso y artesanalmente elegante, toneladas de oficio y gotas de verdadera inspiración estética. Pero si la película se ha convertido en objeto de verdadero culto es principalmente por la apabullante presencia del legendario actor gijonés Germán Robles (unido al género a partir de aquí y convertido en indiscutible mini-mito de aquellas gloriosas sesiones dobles de nuestra juventud) como el vampiro Lavud, un chupasangre enjuto, con voz de barítono y porte aristocrático que logra mezclar el hálito poético (su objetivo no es otro que resucitar a su hermano ejecutado cien años antes) y la falta de piedad con su poderosa presencia escénica, a todas luces la película mejora cuando está en pantalla.

Un dato curioso. Cuenta la leyenda que Lee se inspiró en German Robles, para su primer "Drácula".

"Drácula" de Terence Fisher (1958)

Aunque mucha gente tiene en mente a Bela Lugosi, ante quien nos quitamos el sombrero, nosotros nos quedamos con el "Drácula" de 1958, el de Terence Fisher para la Hammer. Y precisamente porque es una cinta en la que se dieron cita dos monstruos de la actuación como Peter Cushing y sir Christopher Lee, creador de auténticos iconos del cine como; Lucifer, La Momia, Mephistopheles, Fu Manchu, Sherlock Holmes… Pocas carreras actorales tan ricas como la de Christopher Lee. Y eso incluye el Conde Drácula en nada menos que nueve cintas.

Christopher Lee compone un aristócrata desenvuelto y seguro de sí mismo, elegante (su enorme altura, remarcada por la imprescindible capa oscura, contribuía a ello) y con modales sofisticados, aunque esa caracterización vaya a durar un suspiro dentro del mismo film y fuera olvidada por completo a lo largo de todas las secuelas de la película. Sin embargo, a lo largo del metraje de ésta, el espectador nunca olvida a ese Drácula «civilizado», y no puede evitar mirarlo como un ser superior —con más clase— que aquellos que lo persiguen, que representan el bien, por supuesto, pero también la vulgaridad y la falta de fascinación.

Además de una gran personalidad, que incluye su estatura y tremendo timbre de voz, Christopher Lee le dio a Drácula una sexualidad innata que eventualmente fue definitiva en el personaje, y ni hablar de su enérgica interpretación que a veces solo necesitaba una mirada para transmitir miedo, pero sobre todas esas cosas, Christopher Lee nos introdujo al vampiro con esa aristocrática y malévola clase a la hora de chupar sangre. Al mismo tiempo que demostraba que ningún otro director como Terence Fisher entendía que el terror no depende de unos argumentos que incluyan monstruos o elementos malignos, sino de una forma de organizar el espacio y de mover a sus criaturas fantásticas por él: de crear un lenguaje fantástico. En eso, "Drácula" es insuperable.

"Las Novias de Drácula" de Terence Fisher (1960)

Tenía que volver a citar a la Hammer, y a su máximo representante (y el mejor): Terence Fisher. A pesar de su título, el famoso Conde no hace acto de presencia en toda la película, siendo sustituido por un rubiales con cara de niño, el Baron Meinster (David Peel) un atractivo, egocéntrico, egoísta y encantador vampiro, al que dará caza un Peter Cushing que recupera su personaje de Van Helshing.

El film explota con cierto descaro connotaciones sexuales de todo tipo. La cinta cuenta con un primer tercio de metraje que resulta primoroso por su habilidad narrativa, elegancia y precisión en la puesta en escena, sabia captación de atmósferas góticas, introducción de elementos de suspense y presentación de atractivos caracteres. Todo un ejemplo del talento de su director. Sea como fuere lo cierto es que la presente película puede considerarse un paso más por parte de Fisher dentro del género vampírico, una vuelta de tuerca sobre lo que ya había planteado en su "Drácula", subrayando las connotaciones religiosas del relato. Al encarnar el vampiro la representación del Mal, recurrir a las creencias religiosas apoyadas en la utilización de crucifijos o agua bendita como única y verdadera salvación, era algo lógico. Pero sobre todo "Las novias de Drácula" es un cuento gótico de horror, atrevido y retorcido en el que se sigue indagando en el lado sexual del vampiro.

La lucha entre el bien y el mal, tan habitual en la obra fisheriana, incide aquí en su concepción más cristiana; haciendo un inteligente uso de la iconografía religiosa que culmina en el imaginativo final: la sombra de las aspas de un molino que, bajo la luz de la luna, adquiere forma de cruz para destruir al vampiro.


"El Baile de los Vampiros" de Roman Polanski (1967)

Por supuesto no me podía faltar la parodia por excelencia del mito vampírico. No es la primera película que se toma a coña el mundo vampírico, hay algunos ejemplos sobre todo en el cine de serie B de los años 40 y 50. Pero Polanski se adentró de lleno y en clave de comedia —con pequeños puntos trágicos— en el universo de los vampiros, cuando estaba en una de las cimas de su carrera, aprovechando además que el tema estaba muy de moda gracias a la mítica productora británica Hammer Film.

Roman Polanski en una de sus cintas más atípicas pero curiosas. El director (aquí también actor) se quedó un personaje que es un pobre hombre lleno de torpezas y carencias cuya obsesión era demostrar que los vampiros seguían vivos en Transilvania. La joven y bella Sharon Tate (a la postre mujer de Polanski) se quedaba el papel de Sarah, personaje clave para el desarrollo de la historia. Divertida, extraña y recomendable, a pesar de sus gags algo "anticuados" a veces. "El baile de los vampiros" se erige como una parodia del ya muy trillado en aquel momento subgénero de vampiros. En el film el cineasta franco-polaco pone en escena los desmanes de unos vampiros homosexuales y promiscuos, así como las locuras de un científico anciano y su inepto ayudante. La película no es, desde luego, de las mejores de la extensa filmografía de Polanski, pero tiene suficientes elementos que despiertan la atención de cualquier espectador.


"Kung Fu contra los siete vampiros de oro" de Roy Ward Baker (1974)

Cuando aparecen vampiros, muertos vivientes y artes marciales, los amantes del cine B o Z van a disfrutar viendo este clásico de aventuras tan atrevido. "Kung Fu contra los 7 Vampiros de Oro", no debe mirarse con ojos muy críticos, la historia no es lo más, ni las coreografías de las peleas a puñetazos son geniales, pero sirve para entretener, y recordar esas gloriosas tardes de cesión doble en tu cine de barrio por lo que cumple todos los requisitos para estar en la lista.

"Kung Fu contra los 7 Vampiros de Oro" fue la última de las grandes películas de terror de la Hammer Films y una de sus cintas más originales, fruto de la colaboración entre las productoras británica y de Hong Kong que surgió como efecto colateral del tremendo éxito obtenido un año antes por "Operación Dragón" (1973), la mejor película que protagonizó el malogrado Bruce Lee. Pero en honor a la verdad, hay que decir que, al menos en una ocasión, la Hammer había acariciado la idea de ambientar las aventuras del conde Drácula en el misterioso Oriente, en un intento por revitalizar una saga que a finales de los sesenta ya mostraba síntomas de agotamiento. De hecho, en los archivos de la productora acumulaba polvo el guión de un proyecto nunca realizado, "Kali, la novia diabólica de Drácula" , que fue recuperado para emplearlo como parte de la base argumental de la cinta.

¿Y el argumento...? El argumento es lo de menos, solo diré que hasta Transilvania llega un monje chino, guardián del culto de "los siete vampiros de oro", para invocar al conde Drácula, para que éste le ayude a volver a dominar un pequeño pueblo asediado por estos vampiros. Drácula toma la apariencia del guardián y viaja hasta una aldea de China para comandar a los 6 Vampiros que quedan, y volver así a reinar sobre pueblo. Pero un joven procedente de esta aldea buscará ayuda en el profesor Van Helsing, y junto a sus hermanos y hermana, todos expertos en artes marciales, se dirigirán al poblado para vencer a los 6 Vampiros de Oro que siguen atormentándolos.

Sobre el papel, tal mezcolanza no carecía de atractivos, pero su rutinaria realización se deslizó en exceso por la senda de la indefinición. Van Helsing no aporta mucho para destruir a los vampiros, el ejercito de muertos vivientes que aparece va dando ridículos saltitos para desplazarse, y el maquillaje de los diferentes vampiros de Oro no es lo mejor. Pero resulta una película de los más entrañable al recordarnos a esos cines de cesión doble de nuestra pre-adolescencia.


"Nosferatu, vampiro de la noche" de Werner Herzog (1979)

Un director tan polémico y vampirizante como Werner Herzog no podía pasar desapercibido en su aproximación al cine de vampiros. Herzog se alió con ese genio loco que fue Klaus Kinski (comenzando una relación amor-odio que hasta documental tiene). Naturalmente, un hombre tan atormentado como Kinski no pudo quedarse en la simple reinterpretación de Orlok y le puso su cuota de excentricidad a un vampiro que de por si ya Max Schreck había hecho único. Todavía más. La versión de Herzog, a pesar de las bondades del sonido y el color, también es una sombría alegoría de la peste (cómo olvidar la última cena con las ratas en el suelo) y además se dio el gusto de agregarle un final absolutamente desolador, por lo tanto su Nosferatu, aunque tal vez menos protagonista que el original, se siente más intimidante y más trágico.

Película oscilante entre la concienzuda recreación y la relectura personalizada del film original, Nosferatu, versión Herzog, tiene, también, algo de carta de defunción de la modernidad cinematográfica: no sólo por la decisión de convertir a Drácula, el Mal absoluto y todopoderoso, en una criatura atormentada por la soledad de su eternidad (lo que, en cierto modo, lo acerca a los personajes en los márgenes de la sociedad que pueblan el cine de Herzog y enriquece, paradójicamente, el imaginario romántico del film) o el hecho de que al final el doctor Van Helsing (Walter Ladengast) sea detenido por la policía, acusado del asesinato del conde —como también sucede al comienzo de La hija de Drácula (Dracula´s Daughter, Lambert Hillyer, 1936)—, sino, sobre todo, por el sacrificio baldío de Lucy, que no impide la transformación de Jonathan en un vampiro que se pierde en el horizonte decidido a propagar el Mal.

Nosferatu, versión Herzog, es uno de los más insólitos y fascinantes experimentos dentro de una trayectoria no precisamente parca en ellos: el estudio–homenaje a una de las obras seminales del cine alemán como marco para un bellísimo paseo romántico por el amor y la muerte. Espectral y estilizada, Nosferatu retoma el romanticismo presente en el clásico expresionista de Murnau, y lo potencia espoleando el tono onírico y un simbolismo malévolamente contrastado: al principio del film.

"Drácula", de John Badham (1979)

A pesar de sufrir el menosprecio sistemático de buena parte de la crítica especializada, que parece no entender el romanticismo decadente que impregna todo el filme, considero que el Drácula de John Badham es un trabajo mucho más interesante de lo que hasta ahora se ha venido reconociendo. Su Drácula es una suerte de donjuán de las tinieblas ante el que las féminas caen rendidas en un éxtasis de borbotónica sexualidad. No en vano sirvió como principal fuente de inspiración para la versión que Coppola realizaría años después.

Cuando estaban a punto de cumplirse 50 años desde el estreno de la primera versión «oficial» de la inmortal novela de Bram Stoker en cine, es decir, desde el Drácula (1931) de Tod Browning y Bela Lugosi, la Universal decidió volver a llevar a la pantalla al personaje del Señor de la Noche, en una versión cuyo objetivo era sacarlo de la serie B (en esa época, equivalía decir la versión de la Hammer con Christopher Lee) y darle un remozamiento acorde con los nuevos tiempos.

En este film de 1979, Drácula es un caballero extranjero de aspecto joven y distinguido, que baila y que monta a caballo, que besa ardientemente, que promete placer no sólo mordiendo la yugular. La variación no sólo le afecta a él, sino al objeto de su amor, el otro gran elemento transgresor de la propuesta. Pues su partenaire, Lucy Seward, es una mujer que no se limita a ser asediada por monstruos, a dejarse rescatar o ser puesta en peligro por los machos que la rodean y a suspirar por esa debilidad femenina que le impide participar activamente en los acontecimientos extraordinarios que la rodean. Lucy es una mujer que vive con pasión la vida, que carece de melindres virginales, que estudia (Leyes, con intención de dedicarse profesionalmente a la abogacía), que no duda en tratar a los hombres como a iguales y que demuestra una voluntad mucho más determinante que estos.


"El ansia" de Tony Scott (1983)

"El ansia" es por si sola una película fascinante. Y esa fascinación proviene probablemente de los temas que trata: el tiempo, la soledad, el sexo, la violencia, el amor y la muerte. Pero además contaba con Catherine Deneuve para interpretar a una vampiresa de edad centenaria. Y ni siquiera es por una cuestión de belleza, aunque sí tenga que ver, sino por el resto de su personalidad: elegante, de frialdad desafiante, seductora, y muy sugerente, en el aspecto sexual por supuesto. Además, no debe ser fácil competir con la personalidad de David Bowie, y Deneuve es de las pocas que tenía lo suficiente para ello. Y ni hablar de la relación con Susan Sarandon.

Lady Miriam, la mujer que ofrece inmortalidad en forma de juventud a sus aliados (que en realidad son víctimas) hasta que decide inclinarse por una nueva fuente de alimento (acaso entretenimiento), fue un retrato ciertamente notable. Su vampiro está lejos del estereotipo, nada que ver con la ridiculización o caricatura y, sin embargo, posee los atributos de maldad necesarios. La protagonista de esta película es un monstruo en todos los sentidos, tanto en el sentido actual de "alguien que hace cosas terribles, crueles, malvadas", como en el sentido latino primitivo de "alguien que procede de los dioses, milagroso y capaz de portentos". Al verla nos preguntamos, ¿qué se sentirá siendo eterno? Podemos sospechar la sabiduría que acompaña el largo tiempo vivido; la soledad que debe llenar esa vida sin fin; los múltiples compañeros de viaje que se han ido sucediendo durante períodos largos cada uno, pero no infinitos; las sucesivas pérdidas que ha tenido que enfrentar este monstruo hermoso; la fuerza, la energía que le acompaña; esa sensación de seguridad. Ese monstruo está tan lleno de atractivo que casi podríamos pasar por alto su crueldad y la mirada de entomólogo que dirige hacia nosotros.

"El ansia" ofrece un punto de vista diferente del mito vampírico, acerca de la soledad del alma del inmortal y lo difícil que es para este encontrar nuevos compañeros. Además, es una película tremendamente ochentera, estrenada en 1981 y que refleja muy bien tanto los gustos populares, como la estética y la música del momento. La película tuvo un escaso éxito inicial pero poco a poco se ha ido convirtiendo en una obra con un notable número de seguidores. El espectador actual puede seguir sintiendo una cierta fascinación ante unas imágenes que mezclan sabiamente la belleza y el horror generando una impresión ambivalente ante los personajes y su historia.


"Blacula" de William Crain (1972)

¡Es negro! ¡Es hermoso! Es... ¡Blacula! Desde luego la publicidad de la época no podía decirlo mejor. Ahora que el color negro era bello, era hora de profundizar en el entretenimiento cinematográfico más allá del mundo de las drogas, los camellos y los detectives. Los guetos se merecían sus propios héroes románticos, ¿y qué mejor mito romántico que el de Drácula? O eso debieron pensar en American Pictures, que de repente se sacó de debajo de la manga esta película pasada de vueltas, con el primer vampiro negro que era más cool y elegante que ningún otro, y además, cuando entraba en modo vampiro, ¡le crecían las patillas! ¿...? Delicioso. ¡Poder negro patillero inmortal! Drácula negro, agárrense los machos.

Así de chula se presentaba en sociedad esta versión blaxploitation de los mitos vampíricos, sobrada de ketchup y con un centenario príncipe africano extraviado en Los Ángeles de los años setenta. El Príncipe de las Tinieblas pasó del pálido blanco al negro y de Drácula pasó a ser "Blacula" traducida en España como "Drácula negro", dirigida por William Crain, la película fue todo un hito en el género conocido como Blackexplotation e incluso conoció una secuela en la que aparecía Pam Grier, musa de este tipo de películas que muchos años después sería rescatada por Quentin Tarantino para "Jackie Brown".

"Blacula" sería la cabeza de lanza de una enorme lista de versiones blaxpoitation de filmes, mitos y relatos ultaconocidos, como las adaptaciones de Frankenstein "Blackenstein (1973), "El Exorcista" (1974), "Dr Black and Mr Hyde" (1975), y un largo etcétera.


"Noche de Miedo" de Tom Holland (1985)

Tom Holland sorprendió a todos con esta revisitación del mito vampírico, en la que están todos los elementos clásicos del subgénero. Chris Sarandon está irresistible como vampiro chulesco y ligón (la escena de la discoteca es antológica), y los detalles de humor muy bien insertados, gracias a la interpretación de un magnífico Roddy McDowall con su personaje de matavampiros Peter Vincent (la unión de los nombres de dos leyendas del género, Peter Cushing y Vincent Price). El legendario actor, que debutó en el cine a finales de los años 30, se convierte en lo mejor de una función, que si bien se ha quedado desfasada en algún punto —esa muy ochentera partitura del por entonces de moda Brad Fiedel—, es un muy entretenido producto no falto de personalidad que mezcla sabiamente horror y humor.

Jerry Dandrige, un perfecto Chris Sarandon, es un vampiro entre moderno y clásico. Elegante, atractivo y sexualmente muy activo, como todo vampiro que se precie, no sólo es capaz de transformarse en murciélago, sino también en lobo o niebla, características éstas que no aparecen siempre en las películas de vampiros. Y todo ello con un marcado aire juvenil. Una película ochentera que marcó tendencia. La trama gira en torno a Charley, un chaval que ha visto demasiada películas de terror y que empieza a sospechar que su vecino, James, es un vampiro responsable de numerosas muertes en el vecindario. Ni su familia ni la policía le creen. La única ayuda que encontrará es la de Peter Vincent, un actor fracasado que presenta películas de terror.

Refrescante, elegante y revitalizadora no son los únicos calificativos con el que describir a esta genial historia de vampiros pasada por el filtro adolescente de la que muchísimo deberían haber aprendido los perpetradores de la deleznable saga "Crepúsculo". Pero para bien o para mal con "Noche de miedo" el genero de vampiros empezó a caminar por una muy fina línea al lado de la cual ya se cae en lo trivial, lo irrespetuoso y lo banal, creando productos de consumo tan rápido que apenas queda tiempo para observar de cerca su nulidad.


"Los Viajeros de la Noche" de Kathryn Bigelow (1987)

El debut en el largometraje de la realizadora Kathryn Bigelow es un interesante acercamiento a la temática del cine de vampiros desde una perspectiva de Western urbano, que a pesar de su fracaso comercial ha influenciado cintas posteriores como "Vampiros" de John Carpenter, (1998). Se trata de una película que mezcla la violencia descarnada y una historia de amor juvenil, con un tratamiento fotográfico que homenajea constantemente el cine del oeste. Esta primera obra cinematográfica de la directora norteamericana se muestra bastante más "clásica" en cuanto a su trabajo de cámara y montaje que las posteriores "Le llaman Bodhi" (1991) o "Días Extraños" (Strange Days, 1995); frenéticas muestras de cine de acción en estado puro, con una velocidad y ritmo extraordinario.

Kathryn Bigelow nos ofrece un original film sobre vampiros que viajan en una caravana. No hay colmillos pero sí mucha sangre, y Lance Henriksen y Bill Paxton están impagables. La realizadora cambió todo lo que conocíamos acerca del vampirismo y rompió varias de las reglas establecidas, presentando a unos chupasangre alejados de todo lo que representaba la figura clásica de Drácula (estoy hablando de la elegancia, del porte caballeroso, de la aristocracia, de los dientes afilados, del ajo, de la cruz…) para acercarlos a la presencia de unos vagabundos de carretera. Vaqueros modernos en constante huida y armados con cuchillos y pistolas. Rednecks, pandilleros incultos y asesinos a sangre fría.

No tienen reparo en asesinar a cualquiera que se cruce en su camino y disfrutan de ello. Se burlan de sus víctimas. Provocan peleas en los bares; se dejan acuchillar, disparar y golpear por mera diversión, ya que son prácticamente indestructibles. No tienen dientes afilados. No hay referencias a la cruz o a la religión. No hay transformación en lobo, niebla o murciélago. El ajo no les ahuyenta. No necesitan recibir invitación para entrar a ninguna parte, se reflejan en los espejos y no ejercen dominio hipnótico sobre nadie. En cambio sí tienen una fuerza sobrehumana, la luz del sol les aniquila, son inmortales, son sucios, indigentes, llevan la misma ropa manchada de sangre desde hace días, viven como vagos y sus vida no tienen otro sentido ni propósito más que el de asesinar y alimentarse. Un vampiro, en definitiva, distinto al que habíamos conocido hasta entonces.


"Jóvenes Ocultos" de Joel Schumacher (1987)

Esta es una película que llegó en el momento exacto. Al menos para mi generación. El cine de vampiros había perdido impacto, y sus protagonistas eran olvidables. En ese resquicio Joel Schumacher presentó una obra inédita sobre una pandilla de vampiros adolescentes que aterra a todo un pueblo en la costa californiana. Música pop, estética de los ochenta con colores fluorescentes, walkmans, comics, chupas de cuero y cardados de pelo, como vemos un ambiente poco propiciatorio para una historia de esta naturaleza... Para mí "Jóvenes ocultos" es un clásico ochentero que contribuyó a revitalizar un subgénero de vampiros que en los setenta se encontraba en estado catatónico. Desde el principio, Schumacher decidió que el escenario contemporáneo de Jóvenes ocultos necesitaría redefinir el poder seductor y el horror asociado a los vampiros. Aquí Kiefer Sutherland comandaba a un grupo de jóvenes vampiros enfrentados a Corey Haim, Jason Patric y un excelente Corey Feldman (actor infravalorado donde los haya).

Schumacher juega en un principio a no enseñar ni un sólo colmillo, ni una gota de sangre, como queriendo rehuir de elementos fantásticos. Funciona a medias, porque el guión, esquemático y sencillo, que no malo, no deja vías libres para la sospecha. Pero al mismo tiempo pone sobre la mesa uno de los aspectos más interesantes del relato y que tiene que ver con el american way of life. La familia reunida jamás será vencida, y las malas compañías en los años mozos no es que sean en verdad malas, es que son las peores y el premio puede ser la dolorosa inmortalidad.

El estilo visual de la película, diseñado para provocar un efecto misterioso e inquietante, destaca por sus fuertes contrastes: para las escenas diurnas quería captar una sensación sutil de peligro; las escenas nocturnas son misteriosas y surrealistas, como si todo transcurriese dentro de un sueño. La iluminación, la estética de las vestimentas y los decorados son tan arriesgados como rompedores. Se combinaron elementos del mundo real y familiar con otros ligeramente surrealistas y extraños; un proceso que aporta un efecto desorientador pero a la vez desasosegante.

De lo mejorcito filmado por el irregular Joel Schumacher.


"Drácula" de Coppola (1992)

La obra de Bram Stoker trasladada a la pantalla por Francis Ford Coppola no dejó indiferente a nadie. Pocos vampiros ha habido como el conde Drácula con la elegancia que le impregnaba Gary Oldman al personaje y pocas mujeres estuvieron tan bellamente interpretadas como la inocente y sensual Winona Ryder.

Lo que en un principio iba a ser una miniserie de televisión dirigida por Michael Apted, terminó siendo la película que hoy todos conocemos. Afortunadamente se convirtió en la controvertida pero fascinante versión de uno de los mitos capitales del fantástico, en el que Coppola volvió a demostrar no sólo su talento sino también su capacidad para extraer toda su grandeza a un material aparentemente agotado. Basándose en una formulación estética impecable y nunca gratuita, ofrece una lectura equilibradísima entre el clasicismo y la renovación.

La gran baza del "Drácula" de Coppola es que, siendo el más fiel a la novela de Stoker, añade una motivación distinta al personaje, Drácula deja de ser la encarnación del mal por el mal, para ser una figura trágico-romántica, acercándola a uno de los primeros escritores que trató el tema de los vampiros, el poeta inglés Lord Byron. La misma noche que Mary Shelley dio vida a Frankenstein, Byron compuso un relato que nunca llegaría a publicar, pero que sí que completaría John William Polidori, llamado 'El vampiro' que puede ser considerado una de las primeras veces que aparece esta figura en la cultura occidental.

Drácula, un personaje que es puro terror pero, al mismo tiempo, la más dulce de las poesías románticas. En la parte final del film, más que un terrible monstruo Oldman interpreta a un Drácula enamorado y acorralado que intenta escapar de sus captores. Oldman necesitó hasta 5 horas de maquillaje diarias lo que es un handicap para un actor a la hora de expresarse. A pesar de ello se las arregla para exhibir toda esa gama de gestos que forman parte de su estilo interpretativo cercano al histrionismo. Lo mejor es que Coppola, ya apegado a la narración, decidió, junto con Gary Oldman, construir a un conde que tenía lo mejor ambos mundos en los que se habían movido muchas de las cintas clásicas de vampiros: El aristócrata enamorado, y el monstruo inmortal condenado a las tinieblas.


"Cronos" de Guillermo del Toro (1993)

Fiel a su adoración por el género fantástico, Guillermo del Toro empezó su carrera con esta película de bajo presupuesto en su país de origen, México. Del Toro se rodeó de un puñado de actores competentes y en su imaginería visual se destapó el genio para realizar este muy curioso giro del mito vampírico que llevó al realizador mexicano a sobresalir muy alto y a ganar varios premios, entre ellos el “Mejor guión” en el Festival de Sitges 1993.

Con "Cronos" del Toro dio rienda suelta a su delicioso amor por el cine fantástico, y lo hizo a través de una historia de ambiciones, muerte y terror. Una historia realmente suculenta gracias a un reparto de actores comprometidos y una imaginación muy fuerte. El mito de Fausto, mezclado con la tradición del género gótico, se engarza en esta interesante historia de un parásito vampírico que habita en un escarabajo metálico, hecho por un alquimista medieval. El parásito al encajar la aguja en la piel de la persona, le da el atributo de la juventud. Sin embargo, a su vez, descubrimos que no hay nada que se otorga gratuitamente, ya que convierte a la víctima en un vampiro humano que tiene la necesidad de saciar su sed alimentándose de sangre fresca.

Cinco largos años tuvieron que transcurrir para que el cineasta mexicano consiguiera lograr de alguien la atención necesaria para poder exponer la idea que había plasmado en una historia llamada "El vampiro de Aurelia Gris", un particularísimo guión sobre "chupasangres" pasados por mil y un tamices diferentes. La intención de del Toro no es provocar la sensación de terror al espectador cuando ve cómo Jesús Gris sucumbe al artefacto y comienza su transformación en vampiro, sino buscarlo donde está realmente: el miedo a la muerte y todo lo que esta implica.

A simple vista, puede parecer que la ópera prima de Guillermo del Toro parte de una premisa facilona, y si se cae en el prejuicio, podría ser tachada de típica. Pero nada más lejos de la realidad: Cronos muestra una madurez por parte de su director y guionista que resulta asombrosa para ser su primer largometraje, y expone ante el público su mundo interior y sus preocupaciones. La vida y la muerte, el amor en una relación (en este caso abuelo-nieta) y la perspectiva desde la inocencia de un mundo corrupto y lleno de peligros son los temas principales de la obra.

"Entrevista con el vampiro" de Neil Jordan (1994)

No sería descabellado mencionar que esta película estaba destinada desde un principio a ser un gran éxito debido a la popular obra en la que está basada y en la participación de sus tres guaperas, aunque fue Tom Cruise el que se llevo el gato al agua con una gran actuación al darle a este vampiro el balance perfecto entre la furia, la confusión con su naturaleza inmortal y el arrebato que manifiesta en la saga de Rice.

En sí, lo que hace Rice no es más que tomar la imaginería vampírica que había creado los estudios Hammer en los años 60 y llevarla un paso más allá. La Hammer había transformado a los vampiros en seres despiadados pero de enorme magnetismo sexual, y Rice castró sus intenciones malévolas, convirtiéndolos en antihéroes seductores, trágicos, solitarios y melancólicos. Es una visión romántica válida, pero aquí Jordan lo lleva al extremo, haciendo que los protagonistas de Entrevista con el Vampiro parezcan salidos del casting de una cinta porno gay, exudando sexualidad y belleza, y sufriendo como unas magdalenas por el hecho de ser los últimos de su raza. Es una visión tan exagerada que casi bordea la autoparodia, cuando dicho aspecto podría haberse realizado de una manera mucho más sutil.

Su campaña publicitaria estuvo plagada de constantes dimes y diretes por la elección de Tom Cruise para dar vida al vampiro Lestat, decisión por la que la autora de los libros puso el grito en el cielo y vertió duras críticas para después desdecirse y acabar afirmando que Cruise había hecho un trabajo magnífico y que estaba encantada con su interpretación del vampiro de Nueva Orleáns. Les guste a muchos o no, Tom Cruise nos dio a uno de los vampiros cinematográficos con más magnetismo, virtud que me parece fundamental en la descripción del mito.

El asunto es que su best seller cumplió la función y rescató al vampiro como último eslabón del amor y la sexualidad victorianas y, lo que a veces equívocamente, es atribuido al Drácula coppoliano fue, en realidad, fruto de Anne Rice, la primera que puso de moda un vampiro que era un amante inmortal y que rescataba, por supuesto, materiales lejanos.: desde la condesa Bathory al legado de las películas de la Hammer pasando por el romanticismo desatado de los ingleses como Byron.

En definitiva "Entrevista con el vampiro" es una película desigual, que cuenta con un gran personaje y una gran actuación de Tom Cruise como Lestat. Lo malo es que cuando desaparece de pantalla la película baja bastantes enteros.


"Abierto hasta el amanecer" de Robert Rodriguez (1996)

Dejando al margen mi opinión sobre el inefable y artificioso Robert Rodríguez, estamos ante una absoluta gamberrada para diversión de sus creadores, que mezcla de talentosos aciertos, toda la primera parte, con ridiculeces bochornosas, toda la segunda. Pasamos del suspense y de un thriller inquietante con una pareja asombrosa (Clooney - Tarantino), para terminar en un pobre film vampírico donde los vampiros dejan mucho que desear (parecen extras escapados de aquella serie llamada "Buffy Cazavampiros") y la película se convierte en una parodia de lo más bizarra solo apta para los "adictos a las palomitas".

Poco más se puede decir de "Abierto al amanecer" un film serie B ¿dirigido? por Robert Rodriguez y escrito por Tarantino; habiendo dicho esto, ya se sabe por donde va ir a la cosa. Para bien o para mal, según sea el grado de tolerancia a Tarantino (el mio es muy escaso), se ve claramente la mano de Tarantino en todos esos aspectos. Después viene la aparición de los vampiros y el caos... Con mucho gore y mas gore, solo remontado por la espectacular Salma Hayeck... todo muy patético. Pero que inexplicablemente ha entrado a formar parte de la cultura popular.

"Vampiros" de John Carpenter (1998)

"Primero de todo, no son románticos. No es una panda de colmillos merodeando con trajes caros y seduciendo a todo el mundo con su acento basura europeo, ¿de acuerdo? Olvida lo que has visto en las películas: no se convierten en murciélagos, las cruces no sirven. ¿El ajo? ¿Quieres probarlo? Puedes quedarte parado con un collar de ajo y uno de esos mamones vendrá y te dará por el culo mientras te chupa la sangre del cuello tan tranquilo. Y no duermen en ataúdes lacados. Si quieres matar a uno, clávale una estaca justo en el jodido corazón. La luz del sol les convierte en bichos a la brasa."
Jack Crow (James Woods)

En la parrafada de James Woods se comprime gran parte del ideario de John Carpenter acerca del tan estimulante como desigual cine vampírico, y mucho de su gamberrismo y su supuesto desprecio hacia un estilo europeo de concebir el cine. Sobre el papel, la historia no está tan mal, pero el que espere una trepidante caza al vampiro jefe va a quedar muy defraudado, porque en el guión lo trepidante queda reducido a la mínima expresión y sólo resta aferrarnos a los chispazos de genio de Carpenter, capaz de crear fugaces pero muy poderosas imágenes.

Narrada con el cada vez más tembloroso pulso del maestro Carpenter "Vampiros" es una sabia unión de dos universos, el del western y el de los vampiros (algo que también consigue el film de Bigelow). El hoy televisivo Thomas Ian Griffith da vida a un impresionante Valek, jefe de los vampiros, al que quieren dar caza unos cazarecompensas, encabezados por un irónico James Woods. Lo mejor de la película son sus quince o veinte minutos iniciales. A continuación Carpenter es incapaz de sostener la narración, pese a que pone en ello sus mejores esfuerzos y su habitual destreza visual. En la infiltración del grupo salvaje de Crow al caserón abandonado existe un dominio superlativo de la atmósfera, una planificación ejemplar, unos contraluces de gran profundidad, y en la carnicería posterior un gusto por lo gótico y una fascinación por el mal inolvidables. Ahí acaba todo, prácticamente.


"Underworld" de Len Wiseman (2003)

"Underworld" es el debut en la dirección de Les Wiseman. Y qué debut. Un sector de la crítica la ha acusado de pertenecer a ese tipo de películas denominadas "style over substance", caracterizadas por ser un artificioso y barroco ejercicio de estilo sin sustancia, sin espíritu y no le falta razón, pero tenía que estar en esta lista si o si por su particular universo y sobre todo por Kate Beckinsale, una de las vampiras más guapas que ha parido este cine.

En cualquier caso, en estos tiempos en los que proliferan películas con guiones paupérrimos de nula complejidad, que se alargan y alargan innecesariamente para justificar el presupuesto gastado en efectos especiales, "Underworld" ofrece una historia que cuenta con los suficientes elementos de interés como para mantener al espectador intrigado durante las dos horas que dura el film. No sólo eso, sino que cuenta también con suficientes elementos como para justificar y merecer al menos una secuela de calidad, lo cual desgraciadamente no ha sido el caso.

Aunque muy irregular, esta película tiene una mitología propia y una trama que tiene los suficientes misterios como para mantenerte atento cuando no hay acción. Los elementos de ciencia ficción son bien implementados en la historia y el diseño de vestuario, que imagino era el sueño de cualquier rockero gótico adolescente en el 2003, le da una personalidad única para que Len Wisemandirige construyera esta película gótica sobre la guerra centenaria entre las razas de los vampiros y hombres lobos, la cual sigue en la actualidad. Nuestra protagonista es Selene (Kate Beckinsale), una bella vampira que con pistolas en mano, al mejor estilo de Lara Croft, se especializa en matar licantropos. Su trabajo, curiosidad y sed de venganza contra la raza que mató a su familia, la llevará a descubrir los verdaderos orígenes de la guerra y el arma secreta con que los lobos piensan ganarla.

Lamentablemente lo que podría haber sido un punto y aparte en el genero, las sucesivas secuelas de la saga se van volviendo cada vez más artificiosas, pero ya sabemos como funciona esta industria, cuando las ideas (y películas) se saturan de copiarse a sí mismas y cuando el público se vuelve apático de ver siempre lo mismo, la productoras estiran innecesariamente el chicle y deciden ordeñar a la escualida vaca en forma de sagas.



"30 días de oscuridad" de David Slade (2007)

Este es un film que supera con creces los problemas de lógica interna y coherencia que tiene la premisa. Seamos claros: lanzar una horda de vampiros a un pueblo de Alaska sumido en una noche de 30 días no es un mal argumento de base, pero el desarrollo que toma la historia presenta enormes problemas de credibilidad para mantener dicho postulado, especialmente con el manejo de los tiempos.

La película nos muestra a unos vampiros malotes como nunca se les había visto en la gran pantalla, dotados de una crueldad y un sadismo que los acerca a bestias sin raciocinio que sólo atienden a su sed de sangre (que por otro lado es lo que debe ser un vampiro). Pero es que además la historia está a la altura de los magníficos efectos especiales (es brutal la caracterización de los no muertos).

Pero dejando de lado ese problema, "30 días de oscuridad" es un film intenso. El director David Slade no se anda con chiquitas a la hora de la sangre, y la película se despacha con algunas de las escenas más crudas del género de horror de los últimos años, pasando por todo tipo de desmembramientos o muertes es gráficas a hachazo limpio. Además los vampiros son feos, sucios, comen como animales y no se limpian la boca ni con la manga (que ya sería bastante guarro, pero es que ni eso) Tienen las uñas largas y negras, como garras, juegan a arañarte con ellas, y sus colmillos son "raros", nada que ver con los simples caninos largos del típico disfraz de Drácula.


"Déjame entrar" de Tomas Alfredson (2008)

Un niño deambula solo en el patio del bloque donde vive. Invierno sueco. Noche deprimente. Suburbios de Estocolmo. Se oyen sus pisadas en la nieve, su respiración preocupada. En el colegio le pegan. A su lado, su nueva vecina, una niña de su edad que no va a la escuela, que no tiene la sangre caliente, que jamás se deja ver de día. Pero que le acompaña ensus miedos. Es la pareja de "Déjame entrar", un cruce entre Drácula y la gelidez bergmaniana.

Basada en la novela del mismo título de John Ajvide Lindqvist, que también escribió el guion de la película. El sueco Tomas Alfredson, director de "Déjame Entrar", ha conseguido lo que parecía, a día de hoy, imposible: una película original, innovadora, insólita, con una capacidad constante de sorprendernos y hacernos creer que estamos ante algo que no hemos visto nunca antes. Terreno inhóspito, pendiente de descubrir. Y todo ello (por si fuera poco) respetando y aportando una fascinante y personal visión del mito vampírico clásico.

Su ritmo pausado, lánguido y gélido (que posiblemente no esté al alcance de todos y llegue a provocar algunas deserciones), contribuye a crear una atmósfera de auténtico desasosiego que se rompe, de forma puntual, por unos acongojantes impactos de horror (los ataques de la niña vampiro y los rituales asesinatos de su padre adoptivo) que encuentran su punto álgido en dos secuencias de antología que no diré para incitaros a volver a ver.

"Déjame entrar" es una película que te hace pasar de la perplejidad al terror más absoluto, para luego emocionarte, entristecerte y finalmente hacerte llorar. Cuando descubres que una película te llega tan profundamente y te provoca sentimientos inesperados, sabes instantáneamente que estás ante algo mágico, ante un autentico milagro del séptimo arte, ante un clásico imperecedero. Rememoro la película y no puedo evitar pensar en el cine de Wong Kar Wai, porque el tratamiento que Tomas Alfredson hace del amor lo podría haber firmado el realizador de "Deseando Amar", una de las obras maestras indiscutibles de la historia del cine.


"Byzantium" de Neil Jordan (2012)

Neil Jordan estrenaba en 1984 "En compañía de lobos" y diez años después "Entrevista con el vampiro". Dos películas con las que este cineasta irlandés obtuvo gran éxito de público y crítica. Nada que ver con el batacazo comercial de Byzantium, que en algunos países ni siquiera se ha estrenado. Un hecho injusto, porque el también director de "Juego de lágrimas" y "Michael Collins" recupera el tema del vampirismo de manera original, sin dejarse engullir por la banalidades de la serie tan cursi que es "Crepúsculo".

En "Byzantium", el irlandés Neil Jordan cuenta con una mirada íntima las memorias y el día a día de dos vampiras, regresando a esta mitología desde que se adentrara en tan gótico terreno por primera vez hace dos décadas con "Entrevista con el Vampiro", para recrear una historia que queda muy lejos de los típicos colmillos afilados, del pánico solar y de la aversión a los crucifijos. Esta película se centra en revelar los confines más ocultos de la mente de dos personas, incapacitadas para relacionarse con el resto de la sociedad, pues sus diferencias son tan abismales, tan insoportables, que serían incomprensibles para el entendimiento humano.

Lo mejor de la película de Jordan es su reinterpretación del universo vampírico, ofreciendo algo novedoso hasta cierto punto, y mostrando un gran respeto por la tradición. Así se deduce de los nombres utilizados por algún personaje, caso de Clara usando el de Camilla, como nada disimulada referencia a la obra "Carmilla" de Sheridan Le Fanu, el primer relato con mujeres vampiro.

Sin duda, Byzantium es una película de vampiros sólida, bien interpretada, como actualmente apenas se hallan; un esfuerzo a pequeña escala dentro del cine de vampiros y que resulta especialmente destacable por la visión intimista de los hechos. La estética de Byzantium tiene un corte independiente muy marcado y no por ello menos cuidado: este cuento de vampiros de reducido presupuesto se beneficia de una buena fotografía y se desarrolla en mitad de una atmósfera gris y gótica.


"Sólo los amantes sobreviven" de Jim Jarmusch (2013)

¿Qué pasaría si pudiéramos vivir siglos? ¿Cómo veríamos el mundo? Esta cinta toma a los vampiros como recurso para observar el mundo. A través de los protagonistas Eve y Adam, puede verse un mundo de desolación, en el que él percibe la crisis social por la que el mundo está atravesando. "¿Cómo has podido vivir tanto tiempo y vivir sin entenderlo?"; es la pregunta que él se hace. La propuesta está inspirada en vampiros, sin embargo no es una película sangrienta o de acción, sino que se encuentra en un tono más reflexivo.

Enemigo del cliché y la repetición, Jim Jarmusch, que encontró la coincidencia entre la modernidad y el honor de antaño en "Ghost dog: El camino del samurai" y que antes inventó el western posmoderno en "Dead Man" (1995), ha descubierto una nueva forma de vampiro: el historiador inmortal. Para los vampiros de "Sólo los amantes sobreviven" la vida eterna no es un don romántico, como en la insustancial (je, je, je) "Crepúsculo", ni un mérito para incluirse en el panteón de superhéroes, como en la fracasada "Drácula: La historia jamás contada" (2014). Más bien es la maldición de atestiguar la interminable caída del hombre.

Jarmusch articula estos desvelos filosoficos a propósito de la contemporaneidad a través del personaje de Tom Hiddleston, un chupasangre agotado de ser inmortal. La imposición de empujar los días pesa sobre los vampiros del film. Adam (Tom Hiddleston) y Eve (Tilda Swinton) no son el resultado ni el motor de la historia; son meramente sus contempladores. Adam es la vertiente de la desilusión. Deprimido ante el inevitable y recurrente fracaso de la humanidad, la creación se convierte en el cauce de su desesperanza. Eve, conocedora alegre del arte y el conocimiento; amiga de los grandes muertos. Su presencia es un contrapeso, una mitad que en su matrimonio con Adam suma alta y baja cultura, apocalipsis e integración, crítica y creación.

En una escena de la melancólica "Sólo los amantes sobreviven", un ejercicio de estilo de Jim Jarmusch en toda la regla, los protagonistas hablan de los vampiros que han dejado impronta en la cultura. Mientras circulan de madrugada por las fantasmagóricas calles de Detroit, citan a Schubert, Buster Keaton y Einstein, y también a Jack White, de los White Stripes, el rockero de tez pálida que vive en una de las casas con las que se cruzan en su camino hacia ningún lugar. Pues bien, en esa lista apresurada que unifica lo mejor de la humanidad con el vampirismo más romántico e informado, uno diría que falta un nombre: el del propio Jim Jarmusch... y si no me creen, busquen una foto de "Jim, el último de los independientes" como lo llama Wim (Wenders). Observen su extrema delgadez y esa palidez podríamos decir de muerte que le alcanza incluso al pelo, de un blanco blanquísimo. Fíjense en sus gafas negras: tras ellas se intuyen unos ojos azules y fríos. Y es que Jarmusch es su propia y mejor metáfora vampírica.


"The Addiction" de Abel Ferrara (1995)

Y para terminar lo hacemos con otro enfant terrible como Abel Ferrara, responsable de esta extraña joya en blanco y negro pertenece a ese subgénero del vampirismo denominado "intelectual" e "implícito". Es decir, no hay alusiones al término "vampiro" en toda la película, no se ven colmillos afilados (aunque se intuyan en unas pocas escenas), ni estacas, ni ajos. En vez de ello, el filme ahonda en el interior del personaje principal, describiendo con una minuciosidad pavorosa a la par que realista la gradual depravación de la protagonista principal, que culminará en su conversión en no-muerta.

Abel Ferrara nos introduce, con conocimiento de causa, en el tenebroso mundo de la adicción a través de la figura del vampiro con un filme inmerso en un inquietante blanco y negro, lleno de sombras y algunas luces, donde Kathleen Conklin (Lili Taylor), una estudiante de doctorado de filosofía es atacada por una vampiro, condenándola a los avernos de una adicción: la sangre, que se revelará cada noche más presente e implacable. La protagonista sufre entonces una metamorfosis involuntaria, así como la pérdida de su inocencia. Se convierte en una yonqui, habla como una barriobajera y se pudre por dentro. Mientras se adentra en la oscuridad, cubre con cortinajes su piso y asiste a sus clases con gafas de sol. A lo largo del filme Kathleen recorre todas y cada una de las fases de la adicción. Primero el rechazo: su cuerpo lucha en contra de esta adicción y la nueva sangre – droga – que corre por sus venas, rechazándola con espasmos, convulsiones y vómitos.

El filme se ahonda en la adicción y la contempla desde una perspectiva filosófica, literaria y épica, alejada infinitamente del hedonismo de las drogas. La droga, en sus inicios, es leve y efímera, la adicción es un lastre, algo que forma parte del ser del vampiro – adicto -, algo con lo que tiene que vivir o, en última instancia, morir. Los vampiros experimentados, interpretados por Christopher Walken y Annabella Sciorra, han aprendido a vivir con ella, dominarla e incluso regocijarse, porque la adicción no es distinta a ellos, es ellos. Sin embargo, Ferrara se centra y aborda el dilema existencial en el que se encuentra una adicta primeriza que desea escapar de la esclavitud que ésta supone... "The Addiction" Es sin duda una película pesimista acerca de la condición humana, y el hecho de que esté filmada en blanco y negro refuerza su carácter lóbrego.

Como vemos, las formas de percibir y entender el mito y el mal del vampirismo son numerosas. De ahí que podamos entender que esta lista os sepa a poco. Pero la obligación del que hace el listado nos lleva a cortar y poner un puto final a algo que se podría convertir en una interminable y fatigosa ristra de títulos. Así pues y para terminar, recordaremos algunos títulos que bien podrían estar en el listado principal pero por faltas de ganas del que escribe esto solo serán recordadas.

Blade (1998), de Stephen Norrington.                                                                                                                                              La Sombra del Vampiro, (2000) de E. Elias Merhige                                                                                                                    Kiss of the Damned, (2012) de Xan Cassavetes                                                                                                                              Martin, (1977) de George A. Romero                                                                                                                                                Daybreakers, (2009) de Michael Spierig y Peter Spierig                                                                                                              El Rojo en los labios, (1971) de Harry Kümel                                                                                                                                  Captain Kronos, (1974) de Brian Clemens                                                                                                                                        El Misterio de Salem’s Lot (1979) de Tobe Hooper                                                                                                                      Rabia, (1977) de David Cronenberg                                                                                                                                                  La Novia Ensangrentada, (1972) de Vicente Aranda                                                                                                                    Somos la noche, (2010) de Dennis Gansel


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