27 de febrero de 2017

María Montez

"Algo más que la Reina del Technicolor"

Hoy quiero hacer un pequeño homenaje a Maria África Gracia Vidal, más conocida como Maria Montez, que ilumino y reino en las grandes pantallas de Hollywood hasta convertirse en dura pugna con Yvonne de Carlo en "la Reina del Technicolor". La vida de la actriz dominicana tiene todos los elementos de la leyenda: nacida en una pequeña ciudad del país caribeño, consiguió un lugar en el Hollywood de los años cuarenta, abriendo camino a otras actrices latinas.
Desde niña apuntaba maneras de actriz, "jugaba al cine con una sábana blanca y una lámpara de gas" y aprendió inglés, forma autodidacta a través de la lectura de revistas y las canciones que escuchaba, mientras procuraba practicar con los hijos de los funcionarios de los ingenios azucareros. Su sueño logró hacerse realidad cuando se divorcia de su primer marido y con 23 años se traslada a Nueva York para probar fortuna en el mundo de la moda, fue contratada por los estudios Universal a comienzos de los años 40.
Era una mujer despierta", explican quienes la conecierón. "Si sabía dónde comía un productor, se presentaba allí para hacerse la encontradiza. También explotaba mucho su imagen de mujer impulsiva y ardiente. Se jactaba de ir sin sujetador por Beverly Hills y en cierta ocasión quemó un sombrero en público. Los periodistas acabaron acudiendo a ella cuando no tenían noticias, sólo para ver qué decía, con la esperanza de que fuera escandaloso".

 

Su belleza fue un factor esencial para comenzar a intervenir en variadas producciones de corte exótico y aventurero, muchas ellas de serie B. Encarnó a princesas, monarcas y danzarinas vestidas con vaporosos modelitos que dejaban al descubierto su grácil ombligo e insinuaban el resto de su estilizada anatomía. Después llegarían "Las Mil y Una Noches" (1942), "La salvaje blanca" (1943) y "Ali Baba y los cuarenta ladrones" (1944), la cual rompió los récords de taquilla de ese año y se consolidó en los estudios de la Universal como la indiscutible Reina del Tecnicolor.
Algunos pueden decir que María Montez no era buena actriz. Yo digo que no era peor que otras estrellas de su época. Lo que si tenía era belleza y un buen tipo que sabia explotar. Además poseía un sentido nato de vestuario que combinaba equilibradamente la elegancia y la extravagancia que encajaba perfectamente en aquellos films deliciosamente kitsch, llegando al paroxismo con su protagonismo doble en "La reina de Cobra".

 

En realidad María Montez no respondía (aparte de su carácter intenso) a ninguno de los estereotipos que Hollywood achacaba a las latinas. Era una mujer culta, amante de la lectura y con chispa creativa que le permitió componer canciones, publicar dos novelas "Forever" y "Hollywod Wolves I Have Tamed", también escribió "Reunion in Lilith" (que no llegó a ser publicada) y ganó premios con su poesía. Es precisamente esa dualidad entre el glamour de la actriz y su vida espiritual e intelectual, lo que confirma que María África Gracia Vidal era una extraordinaria mujer. Cuentan de ella que tenía una gran imaginación, y una simpatía chispeante que conquistaba a todos. Se ganó el éxito por méritos propios y enamoraba a la cámara como pocas actrices lo han hecho.


Pero María no está contenta con su carrera. Estaba harta de repetir papeles una y otra vez y comienza a rechazar papeles. Para salir de ese encasillamiento María Montez deja Hollywood junto a su marido y actor Jean Pierre Aumont y se trasladan a Europa donde comienza a protagonizar películas como “Hans el marinero” o “Pasión prohibida”. Lejos del tecnicolor, de personajes acartonados y ropajes exóticos, María Montez comienza a demostrar su madurez como actriz. 

Comenzaba a salir de ese encasillamiento como belleza exótica cuando falleció en septiembre de 1951 ahogada en la bañera en su casa de París. La causa de su muerte nunca se confirmó, dicen que tenía antecedentes de enfermedades cardíacas en su familia y que se daba baños con agua muy caliente para adelgazar, por lo que pudo sufrir un ataque cardíaco o un desmayo mientras estaba sola en su bañera. Sea como sea, la vida de Montez fue como una película de las que imaginaba de niña, cuando jugaba a actuar ante una sábana, en la pequeña ciudad de Barahona.

Las pesadillas de Tod Browning

Garras humanas                                    
     
(The Unknown) 1927                                                                                                                                                                  Director: Tod Browning                                                                 Reparto: Lon Chaney, Joan Crawford, Norman Kerry, Nick de Ruiz, John George, Frank Lanning, Polly Moran, Bobbie Mack.                                                                                               Guión: Waldemar Young                                                           Fotografía: Merritt Gerstad

La carrera de Tod Browning estuvo plagada de películas "diferentes" a las habituales de la pantalla para el gran público, son historias trágicas donde nunca escatimaba en detalles ásperos y personajes atípicos y marginales, a menudo pertenecientes al universo de la farándula. Su legado fílmico en el recuerdo popular puede ser limitado a dos películas: "Drácula" (1931) y "La parada de los monstruos" (1932). Pero hay un Browning desconocido, un Browning activo durante el cine mudo, miembro del equipo de D.W. Griffith, y el socio detrás de cámaras de algunas de las mejores películas de Lon Chaney. Entre ellas "Garras humanas". 
"Garras humanas" es una de las mejores (para muchos cinéfilos, la mejor) colaboracion del tándem Tod Browning-Lon Chaney. Fiel a su estilo de asombrar al público, Browning explora la complejidad de los deseos y temores de sus personajes para atraer al espectador hacia la tortuosa crónica de un triángulo amoroso. Al igual que otras obras de Browning, la trama se centra en el mundo del circo y tiene como protagonista a un outsider, un freak, un personaje que escapa de lo normal. Y por supuesto el personaje de Lon Chaney le permite exhibir una de esas interpretaciones que tan bien se le daban de personajes torturados abocados a una situación límite. Las películas de Browning se distinguen por su fuerza visual, donde cualquier mirada cualquier gesto sugiere muchas sensaciones y sentimientos. El drama que se nos presenta es terrible.                                                             
Browning, coautor del guión junto con Waldemar Young, sitúa la historia en el ambiente circense que tan bien conocía. El argumento de esta fascinante pesadilla nos sitúa en un imaginario Madrid donde está acampado un "peculiar" circo. En el se desarrollara la trama en torno al trío amoroso formado por Alonzo (Lon Chaney), Nanon (Joan Crawford) y Malabar (Norman Kerry) . Nanon siente animadversión hacia las manos masculinas a causa de un trauma del pasado. Una historia de amor insensata y enfermiza. Nanon (Joan Crawford) sólo soporta a Alonzo (Lon Chaney) porque ella cree que no puede tocarla al fartarle los brazos, pero lo que en realidad desconce la bella Nanon es que Alonzo es un asesino que se esconde de la justicia haciéndose pasar por manco. Este trauma de la bella Nanon le acerca emocionalmente a Alonzo, quien en un acto de locura romántica, no dudará en amputarse los suyos para conseguir a su amada.

Este retorcido argumento, escrito por el mismo Tod Browning con la colaboración de Waldemar Young, es únicamente la punta del iceberg de una obra cinematográfica compleja, sucia y alucinante. En ella se tocan temas tan delicados como el fetichismo, la obsesión malsana, el incesto, el asesinato o la deformidad física. Todos estos temas aparecen en su obra maestra "La parada de los monstruos". Sin embargo, en la obra que nos ocupa, estos temas son tratados de una forma diferente. Aquí todo adquiere un tono irreal, pesadillesco, en el que la prodigiosa interpretación de Lon Chaney se te clava en el alma para quedarse allí para siempre. La actuación de Lon Chaney merece un punto y aparte, ya que en esta ocasión no es el maquillaje el gran protagonista en la creación del personaje. La clave de la interpretación de Chaney en esta película son sus miradas y expresiones, las cuales no dejan lugar a dudas sobre las intenciones en cada momento del personaje que interpreta.
Como ya hemos reseñado antes, uno de los puntos fuertes de la película es la ambientación, ya que Browning y su director de fotografía Merritt Gerstad consiguen crear un ambiente sórdido durante toda la película que refleja la maldad encubierta que hay en practicamente todos los personajes. Así mismo el uso de la luz y de algunos decorados (como la consulta del cirujano) hacen que todo parezca un sueño, uno de esos sueños de los que quieres despertar, pero no lo consigues porque te atrapa y no te deja escapar. Además de por su precisión narrativa y otros muchos detalles técnicos, "Garras humanas" destaca por un romanticismo descarnado, no por el terror que se le presupone. Una desesperada historia de amor condenada al fracaso. El tipo de amor que hace temblar inexplicablemente tus rodillas, nubla la mente y provoca que tomes las peores decisiones; ese amor doloroso que te empuja hacia un fatal desenlace sin que te importen las consecuencias.
Hay suspense y dramatismo en esta pequeña joya de tan sólo 48 minutos (la película estuvo desaparecida durante muchos años, hasta que en 1968 se encontró una copia en condiciones bastante aceptables y, a partir de ella, se pudieron recuperar 48 minutos de los 63 que duraba la cinta originalmente). Quien quiera sumergirse en los primeros tiempos del cine quedará sorprendido al comprobar que no es ingenuo, anticuado o previsible como solemos pensar con ignorancia y suficiencia. "Garras humanas" es puro cine, y con eso basta.


23 de febrero de 2017

Robert Crumb

"La retorcida sonrisa de un clásico"


Fetichista, retorcido, neurótico, honesto, acomplejado y genial. Robert Crumb es el estandarte del cómic underground y representante de lo políticamente incorrecto. ¿Es racista? Sí, pero encuentra múltiples defectos en todas las razas: judía, blanca, negra.... ¿Es misógino? Sí, pero odia todavía más a los hombres que a las mujeres. ¿Critica ferozmente el modus vivendi y la política de su país, Estados Unidos? Sí, pero también se ríe de forma implacable de Europa. ¿Es un radical de izquierdas? Sí, pero nada le pone más enfermo que los radicales de izquierdas... Así hasta el infinito y más allá. 

Robert Crumb (Filadelfia, 1943) representa a la perfección ese dicho que dice “genio y figura hasta la sepultura”. Su arte y su vida se funden para conformar una obra que huye de cualquier etiqueta y que abrió nuevos caminos para los autores de cómic de todo el mundo. Algunos de sus personajes han conseguido superar los límites del 9º arte para convertirse en iconos de la cultura popular de la segunda mitad del siglo XX.

 -"Cuando no estoy dibujando me siento depresivo y suicida. Pero a veces también me ocurre cuando dibujo"- Esclarecedoras declaraciones con las que comienza el magnífico documental "Crumb" de Terry Zwigoff (1994), que explican rápidamente al autor y su obra. La obra de este autor de Philadelphia se ha caracterizado casi siempre por un gran sentido del humor, la mejor arma para afrontar los problemas del mundo, hablar de temas tabú o realizar las confesiones más vergonzosas. Al joven Crumb no le faltaron motivos para sentirse desdichado. Creció en el seno de una familia desestructurada con un padre que pegaba a sus hijos y una madre adicta a las anfetaminas. Ambos trataron de ofrecer a sus cinco vástagos una educación puritana y católica, aunque las cosas no salieron del todo como se esperaba.





En los 70, Crumb empezó a sentirse abrumado por el éxito que tenían sus criaturas, y toma la decisión de apartarse de la vida pública y da un nuevo giro a sus cómics. Es a partir de entonces cuando él mismo empieza a protagonizar sus historias, en las que vuelca todos los aspectos más oscuros de su personalidad: sus fobias, sus manías y, especialmente, sus fantasías sexuales. A partir de este momento, su público se dividió entre los que seguían adorándole y quienes tachaban su trabajo de misógino y depravado. A pesar de eso, Crumb mantuvo su postura de volcar en las viñetas sus pasiones más ocultas y con la llegada de los 80 empezó a ser reconocido en ambientes "más elevados", llegando a exponer su trabajo en el Museo de Arte de Nueva York dentro de una exposición colectiva.

Determinar de dónde proceden todas esas obsesiones y esas oscuras fantasías sexuales protagonizadas por mujeres inmensas y dominantes, de poderosas piernas y Ciclópeos culos, es una labor propia más bien de un erudito psiquiatra. Pero algo podemos intuir en a través de los testimonios recogidos en el excelente documental dedicado a Crumb que dirigió Terry Zwigoff y producido por Lynn O'Donnell y David Lynch, en 1995. Este documental nos permite entrar en su vida y su universo creativo, en sus experiencias y relaciones con las mujeres, las obsesiones artísticas y eróticas que vertebran toda su obra, pero también nos presenta su entorno familiar (marcado por la educación represiva de sus padres y las enfermedades mentales que fueron desarrollando sus hermanos).

Zwigoff cuenta en una entrevista que al principio su idea no era hacer un documental centrado en la persona de Robert, sino hacer una película sobre los tres hermanos Crumb: Robert, Charles y Max. Pero con el tiempo, se quedó fascinado con los otros dos hermanos artistas, una especie de familia Panero de la América profunda. Por extraño que parezca, Robert Crumb es el más equilibrado de todo el clan, pero no necesariamente el más talentoso. Al principio Robert Crumb no quería hacer la película, pero finalmente se puso de acuerdo. Hubo un rumor, creado accidentalmente por el crítico Roger Ebert, que Terry Zwigoff hizo cooperar a Crumb amenazando con dispararse. Ebert lo esclareció en los comentarios de una posterior reedición de la película de Criterion Collection. Ebert dice que "podría ser verdad que la vida de Zwigoff fue salvada, porque sí hizo la película". Durante los nueve años que llevó hacer el documental, Zwigoff dijo que "recibía un promedio de 200 dólares al mes de ingresos y vivía con un dolor de espalda tan intenso que pasé tres años con un arma cargada en la almohada al lado de mi cama, tratando de tener el valor de matarme". Al final sería el hermano de Robert, Charles, el que acabaría con su vida un año después de filmarse el documental.


Precisamente, una de los puntos claves de la película es la enorme influencia que tuvo el hermano mayor (Charles) sobre Robert. Cuando eran adolescentes los hermanos producían cómics a destajo, en una especie de competición enfermiza entre los tres. Charles era el motor de esta competición y el que mejores resultados obtenía. Crumb explica en el documental la frustración que sentía al ver como su hermano le superaba una y otra vez… Y también cuenta ese momento fatídico en el que a Charles se le empieza a ir la pelota: sus dibujos se hacen más abigarrados y se obsesiona con llenar páginas y páginas con una letra cada vez más diminuta, hasta volverse totalmente ilegible. Lo triste es que, con el paso de los años, Charles se niega a salir de casa de su madre, y su vida se convierte en una tómbola interminable de intentos de suicidio, pastillas, depresión y aislamiento. Lo que no quita que Crumb y él se echen unas risas ante la cámara de Zwigoff cuando se ponen a recordar los viejos tiempos. Pero ¡eh!, cuidado, los viejos tiempos en esta familia se conjugan en frases como “hubo una epoca en que te quería matar, constantemente me venía esa imagen a la cabeza”… En fin, que los Panero comparados con los Crumb son una suerte de familia Simpson descafeinada.


En fin, recomiendo encarecidamente esta película, aunque solo sea por asistir al espectáculo de un Robert Crumb descojonado ante sus propias desgracias. Cuando más dura es la verdad a la que se le confronta, más se ríe él… Y claro, con ese bagaje, al final resulta que es uno de los tipos más risueños del planeta.







15 de febrero de 2017

Pedro Luis Raota

"El fotógrafo de la gente"


El argentino Pedro Luis Raota (1934 - 1986) esta considerado como uno de los mejores fotógrafos del mundo. Puede sonar algo exagerado, pero cuando alguien observa o contempla una fotografía de caballos en un campo despoblado o un hombre agobiado caminando por una llanura en el crepúsculo asociará las imágenes al nombre de Raota. Sus fotografías revive con fuertes acentos de luz sobre fondo oscuro las sensaciones vividas en muchos caminos, en mil rostros, fundamentalmente en las situaciones cotidianas. Raota ha sido uno de los artistas que a través de una cámara fotográfica ha desarrollado un estilo propio y personal.

Artista profundamente humanista, en su fotografía Raota mostraba, a veces, el lado dramático de la vida, pero siempre trataba los temas con gran sensibilidad y en muchos de los casos con grandes dosis de ironía y humor. Sus “perfectas” composiciones fueron en algunos casos criticadas por estar preparadas previamente, pero él maestro siempre respondía: -"Un fotógrafo imagina una imagen, y si esa imagen que imagina no existe, la creará como hace un director de cine"-. Y no podemos estar más de acuerdo con él, porque montar un gran cuadro, es por encima de todo un arte y además, ser capaz de prever hasta lo espontáneo, solamente está al alcance de unos pocos escogidos. Raota dibujaba sus fotos cuidando cada detalle, previendo hasta lo espontáneo, y también que en sus composiciones hay un misterioso nexo con algunas pinturas europeas del siglo XVII; como si Ingres, David o Velazquez se hubiesen reencarnado en Raota.

    

Sus padres, granjeros, no esperaban otra cosa de él que una continuidad en el trabajo de la tierra. Cuando aún era muy joven ya sus ambiciones iban mas allá de la agricultura por lo que salió de su pueblo natal a descubrir el mundo. Se mudanza a la ciudad de Santa Fe de la Veracruz que fue la primera parada en su largo viaje. En ese lugar adquiere las primeras nociones de fotografía y su destino queda echado cuando decide vender su bicicleta para adquirir una cámara fotográfica. Y es así como comienza a ganarse la vida: haciendo fotos de carnet. Su segunda parada es en la ciudad de Villaguay, Entre Ríos, donde hace el servicio militar. En sus ratos libres acompaña al fotógrafo de la compañía ayudándolo o aprendiendo. Luego del año de servicio se queda en esa ciudad, que finalmente resultó ser la puerta para el suceso. Pone un estudio fotográfico y comienza a trabajar intensivamente. Al principio no ganaba mucho y los días en que el dinero alcanzaba eran los menos. Pero una vez impulsado por el deseo de progresar ya nada podía hacerlo parar. 

   


Con el correr de los años Pedro Luis Raota desarrolló un estilo muy propio y personal. Sus fotografías, con fuertes acentos de luz resaltando sobre un fondo oscuro, han llegado a ser prácticamente, su marca registrada. Cualquier observador que tenga contacto diario con material fotográfico, y aún los no expertos en la materia, pueden reconocer al primer golpe de vista la grafía de este maestro. Nos encontramos aquí con unos de esos seres privilegiados que son capaces de hacer las cosas que realmente gustan y transformarlas además en un medio de vida productivo y satisfactorio. Las obras representativas de este fotógrafo Sudamericano demuestran qué puede hacerse con una cámara y una película si son usadas como medio creativo y no meramente como un fin en sí mismas. 

Raota retrató gauchos, niños, obreros, ancianos, campesinos y familias. Lo hizo en la Pampa, en los Andes, en los países del Este de Europa, pero también se recreó con igual soltura ante paisajes de relevante teatralidad, ante imágenes de un fotoperiodismo de gran precisión o con creaciones cuya composición desafía la imaginación del espectador. Adelantándose a las técnicas digitales, Raota plasma retazos de una realidad que parecen sacados de un escenario teatral, cuyos protagonistas tienen una desgarradora fuerza en su mirada. Sólo la elegancia de los encuadres y el tamiz de la luz parecen poder competir con el magnetismo de los ojos, reclamo del alma de los seres que pueblan sus fotografías.










14 de febrero de 2017

La extraordinaria fuerza de "El viento"

El viento (The Wind) 1928                                                   Director: Victor Sjöström                                                                                      Reparto: Lillian GishLars HansonMontagu LoveDorothy CummingEdward EarleWilliam Orlamond                                     Guión: Frances Marion (Según la novela de Dorothy Scarborough)       Fotografía: John Arnold

En los albores de cine, cuando el cine era sólo imágenes, las palabras era por entonces relegadas a un segundo plano en favor del elemento, de la unidad visual como fuente narrativa, expresiva, y, más tarde, estética. Pero a fines de la década de los veinte del siglo pasado, el cine mudo, está llegando a su crepúsculo, una edad completa llega a su ocaso, el sonido irrumpirá para elevar en ciertos aspectos a este arte, y, en otros, para iniciar el comienzo de un fin. Afortunadamente antes de que llegase ese final de una época, Victor Sjöström y Lillian Gish nos legaron la oportunidad de disfrutar la excepcional "El viento". Considerada actualmente como la última obra maestra de la época del cine mudo, Este filme es una joya total en muchos sentidos que inicialmente pueden pasar desapercibidos para el no entrenado ojo, y es que la película, de historia aparentemente sencilla, es plena y magistral, primeramente en su riqueza en la puesta en escena, las actuaciones, y un sólido guión, obra y gracia de Frances Marion, basado en un relato de Dorothy Scarborough. El argumento es una rara propuesta de western, rodado con el personal estilo del sobresaliente y algo olvidado director sueco.

La historia comienza cuando la joven Letty (Lillian Gish), viaja a una región de Tejas llamada Agua Dulce. Allí el viento es el protagonista indiscutible ya que está presente de día de noche. Cuando llega es mal recibida por la esposa de su primo, Cora, quien siente unos enormes celos de ella. La convivencia se volverá insostenible y Cora echará a Letty de la casa. Ante este hecho inesperado, la joven tendrá que casarse con un cowboy al que no ama. Una noche de vendaval, mientras Letty está sola en la casa, recibe la visita de un vecino que trata de violarla. La joven le mata de un disparo y entierra el cadaver bajo la arena. Sin embargo, el viento desentierra una y otra vez el cuerpo, lo que llevará a la protagonistas a un estado cercano a la locura. Finalmente el regreso de su marido conseguirá tranquilizarla y juntos iniciarán una nueva vida.

Victor Sjöström, una de las mayores luminarias del cine, para 1928 tenía ya una tan buena como surtida y envidiable trayectoria, descollante icono del cine mudo en su país. Hasta que los productores norteamericanos, muy sensibles y perspicaces a la hora de hacerse con los mejores cineastas del mundo, pronto se interesan por la pulcra labor de Victor Sjöström. En Hollywood rueda nueve películas a lo largo de los seis años, entre esos titulos nos encontramos con "He Who Gets Slapped", (1924), con Lon Chaney; "La mujer marcada" (1926), con Lillian Gish; "La mujer divina" (1928), con Greta Garbo y se mismo año, "El viento" de nuevo con Lillian Gish.

Sjöström era principalmente un director de actores, es por ello que pone toda su atención al reparto, principalmente en su actriz principal que llegados a ese punto poco más podía aprender, ya que hablábamos de una de las mejores actrices de Hollywood, y sin embargo es considerado su mejor trabajo. El director exprimió al máximo su personaje al que se le maltrata tanto física como psicológicamente durante casi todo el metraje. La joven Letty sufre las inclemencias del tiempo en sus propias carnes. La joven Letty sufre a causa de los celos que despierta en su cuñada y la relación con su marido al que no desea y al que no deja que la toque, lo que crea una fuerte sensación de impotencia y furia por su parte. La joven Letty sufre en el habitáculo en el que vive semi-abandonada en el desierto, incapaz de salir por culpa del viento ni realizar con normalidad tareas del hogar o cabalgar por sus tierras (por poner un ejemplo, de nada sirve recoger toda la arena que entra la casa si cada vez que abren la puerta esta vuelve a entrar desde el exterior). La joven Letty se tortura mentalmente sentada en su cama porque no puede llevar una vida normal. Pensando, sufriendo, escuchando el viento, pensando, sufriendo, escuchando el viento, no hay nada más que hacer. El espectador acaba sufriendo con la protagonista consciente de la dramática situación a la que se enfrenta. El impacto de las imágenes impresiona. Sjöström crea un clima de desesperación, soledad e indefensión ante el hostil entorno. En  "El viento", gracias a una inteligente fotografía en blanco y negro,  se crea un importante efecto dramático. Una naturaleza adversa, salvaje, en la que una muchacha se siente perdida al no estar acostumbrada a estas inclemencias. Una naturaleza agresiva, violenta. Escenas en que la gente atemorizada que se esconde en un sótano cada vez que llega un ciclón son de un fuerte dramatismo.


En "El viento" se recogen los temas que a Victor Sjöstrom le gustaba mostrar en sus películas, como la redención por medio del amor, y la naturaleza como expresión de los deseos y locuras de los protagonistas. Los personajes quedan bien definidos por el director Sjöstrom desde los primeros momentos de la película. Por un lado, tenemos a la frágil protagonista Letty, una joven de ciudad que se traslada a vivir a casa de un primo en Tejas. Sin embargo, esta fragilidad se verá transformada cuando por diversas circunstancias se ve obligada a hacer frente a sus miedos y temores. Por el otro, tenemos a Roddy, un maduro y maquiavélico hombre que se sentirá atraído por la joven y que hará todo lo posible por lograr sus oscuros objetivo. El resto de personajes: Cora, una mujer envidiosa que siente celos de la recién llegada,  y Lage futuro marido de Letty un humilde ganadero profundamente enamorado de la joven, quedan eclipsados  por un personaje que se convierte en antagonista e hilo conductor de la película, EL VIENTO.

         

Pero si "El viento" es una gran película, gracias a su director, a su solido guión y a su impresionante fotografía, no menos merito tiene su protagonista absoluta, una bella y delicada Lillian Gish, una de las actrices referentes del cine mudo que nos deja otra de su grandes actuaciones para el recuerdo, curtida, hermosa y plena Lillian Gish es uno de los pilares del filme, una entrega a la cámara, a Sjöström, y al cine, conmovedora. Es imposible dejar de conmoverse al verla como un lastimero cachorrito indefenso, frente a su nuevo esposo, temerosa, frágil, inocua, a merced del insistente consorte, infinitamente elocuente es su rostro, además nos deleitaremos con ella en ese inolvidable plano final, mítica representación, ambos amantes fundidos en metafísico abrazo, juntos ahora serán invencibles, afrontarán todo lo que venga sin temor, su amor los hace invulnerables, y Lillian ahora nos dibuja espiritual sonrisa, espiritual alivio, pues un final conciliador tiene lugar, el amor redentor los salvará. La Gish llegó a incidir tanto en el filme, que a poco estuvo de materializarse un final mucho más trágico, en el que Letty era devorada por un viento del norte, pero finalmente se optó por este, esperanzador y redentor final, es que la inolvidable Lillian, actriz y algo más en este filme, es una de las razones de que la cinta sea tan sólida, sin fisuras, perdurable, inolvidable.


Para el cinéfilo empedernido, "El viento" es un filme imperdible, prodigiosa joya, de gran riqueza visual, que tiene un insuperable colofón con ese doble plano final maravilloso, el amor funde a los amantes, y los embarca a un viaje en el que triunfarán ante todo. La cinta fue un sonado fracaso comercial, pero en los años siguientes es reevaluada por la crítica y aficionados al cine clásico como el único largometraje de Åström en Hollywood con una temática del cine europeo clásico, donde los personajes son dependientes y peones inexorables de la fuerza de la naturaleza. "El viento" es cine mudo en estado puro. Cine al cien por cien.