15 de febrero de 2017

Pedro Luis Raota

"El fotógrafo de la gente"


El argentino Pedro Luis Raota (1934 - 1986) esta considerado como uno de los mejores fotógrafos del mundo. Puede sonar algo exagerado, pero cuando alguien observa o contempla una fotografía de caballos en un campo despoblado o un hombre agobiado caminando por una llanura en el crepúsculo asociará las imágenes al nombre de Raota. Sus fotografías revive con fuertes acentos de luz sobre fondo oscuro las sensaciones vividas en muchos caminos, en mil rostros, fundamentalmente en las situaciones cotidianas. Raota ha sido uno de los artistas que a través de una cámara fotográfica ha desarrollado un estilo propio y personal.

Artista profundamente humanista, en su fotografía Raota mostraba, a veces, el lado dramático de la vida, pero siempre trataba los temas con gran sensibilidad y en muchos de los casos con grandes dosis de ironía y humor. Sus “perfectas” composiciones fueron en algunos casos criticadas por estar preparadas previamente, pero él maestro siempre respondía: -"Un fotógrafo imagina una imagen, y si esa imagen que imagina no existe, la creará como hace un director de cine"-. Y no podemos estar más de acuerdo con él, porque montar un gran cuadro, es por encima de todo un arte y además, ser capaz de prever hasta lo espontáneo, solamente está al alcance de unos pocos escogidos. Raota dibujaba sus fotos cuidando cada detalle, previendo hasta lo espontáneo, y también que en sus composiciones hay un misterioso nexo con algunas pinturas europeas del siglo XVII; como si Ingres, David o Velazquez se hubiesen reencarnado en Raota.

    

Sus padres, granjeros, no esperaban otra cosa de él que una continuidad en el trabajo de la tierra. Cuando aún era muy joven ya sus ambiciones iban mas allá de la agricultura por lo que salió de su pueblo natal a descubrir el mundo. Se mudanza a la ciudad de Santa Fe de la Veracruz que fue la primera parada en su largo viaje. En ese lugar adquiere las primeras nociones de fotografía y su destino queda echado cuando decide vender su bicicleta para adquirir una cámara fotográfica. Y es así como comienza a ganarse la vida: haciendo fotos de carnet. Su segunda parada es en la ciudad de Villaguay, Entre Ríos, donde hace el servicio militar. En sus ratos libres acompaña al fotógrafo de la compañía ayudándolo o aprendiendo. Luego del año de servicio se queda en esa ciudad, que finalmente resultó ser la puerta para el suceso. Pone un estudio fotográfico y comienza a trabajar intensivamente. Al principio no ganaba mucho y los días en que el dinero alcanzaba eran los menos. Pero una vez impulsado por el deseo de progresar ya nada podía hacerlo parar. 

   


Con el correr de los años Pedro Luis Raota desarrolló un estilo muy propio y personal. Sus fotografías, con fuertes acentos de luz resaltando sobre un fondo oscuro, han llegado a ser prácticamente, su marca registrada. Cualquier observador que tenga contacto diario con material fotográfico, y aún los no expertos en la materia, pueden reconocer al primer golpe de vista la grafía de este maestro. Nos encontramos aquí con unos de esos seres privilegiados que son capaces de hacer las cosas que realmente gustan y transformarlas además en un medio de vida productivo y satisfactorio. Las obras representativas de este fotógrafo Sudamericano demuestran qué puede hacerse con una cámara y una película si son usadas como medio creativo y no meramente como un fin en sí mismas. 

Raota retrató gauchos, niños, obreros, ancianos, campesinos y familias. Lo hizo en la Pampa, en los Andes, en los países del Este de Europa, pero también se recreó con igual soltura ante paisajes de relevante teatralidad, ante imágenes de un fotoperiodismo de gran precisión o con creaciones cuya composición desafía la imaginación del espectador. Adelantándose a las técnicas digitales, Raota plasma retazos de una realidad que parecen sacados de un escenario teatral, cuyos protagonistas tienen una desgarradora fuerza en su mirada. Sólo la elegancia de los encuadres y el tamiz de la luz parecen poder competir con el magnetismo de los ojos, reclamo del alma de los seres que pueblan sus fotografías.










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