27 de febrero de 2017

María Montez

"Algo más que la Reina del Technicolor"

Hoy quiero hacer un pequeño homenaje a Maria África Gracia Vidal, más conocida como Maria Montez, que ilumino y reino en las grandes pantallas de Hollywood hasta convertirse en dura pugna con Yvonne de Carlo en "la Reina del Technicolor". La vida de la actriz dominicana tiene todos los elementos de la leyenda: nacida en una pequeña ciudad del país caribeño, consiguió un lugar en el Hollywood de los años cuarenta, abriendo camino a otras actrices latinas.
Desde niña apuntaba maneras de actriz, "jugaba al cine con una sábana blanca y una lámpara de gas" y aprendió inglés, forma autodidacta a través de la lectura de revistas y las canciones que escuchaba, mientras procuraba practicar con los hijos de los funcionarios de los ingenios azucareros. Su sueño logró hacerse realidad cuando se divorcia de su primer marido y con 23 años se traslada a Nueva York para probar fortuna en el mundo de la moda, fue contratada por los estudios Universal a comienzos de los años 40.
Era una mujer despierta", explican quienes la conecierón. "Si sabía dónde comía un productor, se presentaba allí para hacerse la encontradiza. También explotaba mucho su imagen de mujer impulsiva y ardiente. Se jactaba de ir sin sujetador por Beverly Hills y en cierta ocasión quemó un sombrero en público. Los periodistas acabaron acudiendo a ella cuando no tenían noticias, sólo para ver qué decía, con la esperanza de que fuera escandaloso".

 

Su belleza fue un factor esencial para comenzar a intervenir en variadas producciones de corte exótico y aventurero, muchas ellas de serie B. Encarnó a princesas, monarcas y danzarinas vestidas con vaporosos modelitos que dejaban al descubierto su grácil ombligo e insinuaban el resto de su estilizada anatomía. Después llegarían "Las Mil y Una Noches" (1942), "La salvaje blanca" (1943) y "Ali Baba y los cuarenta ladrones" (1944), la cual rompió los récords de taquilla de ese año y se consolidó en los estudios de la Universal como la indiscutible Reina del Tecnicolor.
Algunos pueden decir que María Montez no era buena actriz. Yo digo que no era peor que otras estrellas de su época. Lo que si tenía era belleza y un buen tipo que sabia explotar. Además poseía un sentido nato de vestuario que combinaba equilibradamente la elegancia y la extravagancia que encajaba perfectamente en aquellos films deliciosamente kitsch, llegando al paroxismo con su protagonismo doble en "La reina de Cobra".

 

En realidad María Montez no respondía (aparte de su carácter intenso) a ninguno de los estereotipos que Hollywood achacaba a las latinas. Era una mujer culta, amante de la lectura y con chispa creativa que le permitió componer canciones, publicar dos novelas "Forever" y "Hollywod Wolves I Have Tamed", también escribió "Reunion in Lilith" (que no llegó a ser publicada) y ganó premios con su poesía. Es precisamente esa dualidad entre el glamour de la actriz y su vida espiritual e intelectual, lo que confirma que María África Gracia Vidal era una extraordinaria mujer. Cuentan de ella que tenía una gran imaginación, y una simpatía chispeante que conquistaba a todos. Se ganó el éxito por méritos propios y enamoraba a la cámara como pocas actrices lo han hecho.


Pero María no está contenta con su carrera. Estaba harta de repetir papeles una y otra vez y comienza a rechazar papeles. Para salir de ese encasillamiento María Montez deja Hollywood junto a su marido y actor Jean Pierre Aumont y se trasladan a Europa donde comienza a protagonizar películas como “Hans el marinero” o “Pasión prohibida”. Lejos del tecnicolor, de personajes acartonados y ropajes exóticos, María Montez comienza a demostrar su madurez como actriz. 

Comenzaba a salir de ese encasillamiento como belleza exótica cuando falleció en septiembre de 1951 ahogada en la bañera en su casa de París. La causa de su muerte nunca se confirmó, dicen que tenía antecedentes de enfermedades cardíacas en su familia y que se daba baños con agua muy caliente para adelgazar, por lo que pudo sufrir un ataque cardíaco o un desmayo mientras estaba sola en su bañera. Sea como sea, la vida de Montez fue como una película de las que imaginaba de niña, cuando jugaba a actuar ante una sábana, en la pequeña ciudad de Barahona.

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