7 de marzo de 2017

Maxfield Parrish

"La reposada belleza del azul de Parrish"


Maxfield Parrish fue un artista norteamericano que podríamos situar a caballo entre la ilustración y la pintura. Su obra es reconocida sobre todo por el colorido de sus pinturas. Su poderoso arte es el fruto de una técnica conocida como "Glazing", donde las capas brillantes de oleo son separadas por el barniz, se aplican alternativamente sobre una capa de base. Parrish crea su mundo de personal clasicismo en el que la belleza, emergiendo en cada esquina, nos provoca la sorpresa de adentrarnos en olvidados cantos y leyendas. Maxfield Parrish va a diferenciarse de los realistas contemporáneos, así como de los que posteriormente aparecen a partir de los setenta, precisamente por este sentido de lo fantástico. A su pincelada perfecta y detallismo obsesivo, se une un refinado sentido estético. 

Nacido en Philadelphia, Pennsylvania, e hijo del grabador y paisajista Stephen Parrish, que fue su principal inspiración, comenzó a dibujar por su cuenta cuando era niño. Estudió en el Haverford College y en la Pennsylvania Academy of the Fine Arts. Desarrolló una carrera artística que abarcó más de medio siglo, la cual ayudó a formar la Edad de Oro de la ilustración. Su peculiar "estilo", nace de la unión de fórmulas aparentemente enfrentadas aplicadas con técnicas que él mismo fue ideando: Parrish va a ser de los primeros pintores que utiliza profusamente estudios fotográficos de paisajes y personas, monta maquetas de casas que reflejan en lagos de espejo, utiliza filtros o proyecta “transparencias”. La finalidad está clara: Parrish persigue el máximo realismo, pero este realismo -“su realismo”- adquiere imperceptiblemente, casi a escondidas, tonos mágicos y lo fantástico aflora a partir de elementos objetivos situados en un espacio que por momentos se convierte en onírico.

Influido por las ideas de Jay Hambidge sobre simetría dinámica, estudiaba las proporciones de acuerdo con principios geométricos, como los rectángulos irracionales y la proporción áurea. En la década de 1920, Parrish se apartó de la ilustración y se concentró en la pintura. Con desnudos andróginos en entornos fantásticos, eran un tema recurrente y su predilección. Continuó en esta línea durante muchos años, que viven cómodamente de las regalías aportadas por la producción de carteles y calendarios con sus obras. Una de sus modelos favoritas fue Kitty Owen, en la década de 1920. Más tarde, otra de las favoritas, Susan Lewin, posó para muchas obras, y fue empleada en el hogar Parrish durante muchos años. Parrish posó para varias imágenes que contó con hombres y mujeres. En 1931, declaró a la Associated Press, "he terminado con las niñas en las rocas", y optó por centrarse en los paisajes. Aunque no tan popular como sus trabajos anteriores, se benefició de ellos. A menudo construía modelos de los paisajes que deseaba pintar, utilizando diversas configuraciones de iluminación antes de decidir sobre una vista preferencial, que sería fotografiada como base para la pintura. Vivió pintando en Plainfield, New Hampshire, cerca de la colonia del arte de Cornualles, hasta que tenía 91 años de edad. 

  

Su obra tiene una frescura y fuerza, llena de contemporaneidad. Su influencia puede encontrarse de manera más o menos directa en muchos ilustradores y pintores actuales (incluso existe un color, una variedad de azul cobalto, denominado “azul Parrish” en su honor). El encanto de Parrish continúa vigente y sus obras siguen provocándonos una enorme sensación de ensueño. Entrar en el universo de Maxfield Parrish es penetrar en un mundo en el que el hombre, feliz, sereno, incluso indolente, convive con una naturaleza con la que parece haber establecido un callado acuerdo. En sus cuadros, luces y colores rompen las sombras y a lo alto, casi en el cielo, el sol nos desborda. El malva nos llena los ojos bajo un escarpado perfil montañoso y dos andróginos jóvenes permanecen absortos. Todo es silencio, y una joven doncella desciende por unas rocas entre las que cae un torrente espumoso. Dulces rostros sonrientes, columnas yjarrones, y un cuerpo adolescente se inclina ante nosotros. Manantiales, flores y lagos… y a lo lejos, sobre el azul cristalino del agua, las cimas emergen armoniosas… Este es el mundo de Parrish, un mundo de absoluta complacencia donde el silencio se convierte en un extraño diálogo que nos habla de sensualidad y reposada belleza.









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