11 de marzo de 2017

Una esposa de fiar

Autor: Robert Goolrick                          Editorial: Salamandra


"Era una mujer sola que había respondido a un anuncio personal de un periódico, una mujer que había viajado kilómetros y kilómetros con un billete que no había pagado con su propio dinero. No era dulce ni sentimental; tampoco sencilla ni honrada. Estaba desesperada y llena de esperanzas al mismo tiempo. Era como todas esas mujeres de cuyos sueños ingenuos se mofaba y reía con sus amigas. Sólo que ahora estaba mirando a la cara de una de esas mujeres, y ya no tenía ninguna gracia."

Estamos en un pequeño pueblo de Wisconsin, a principios del siglo pasado. En una fría mañana, Ralph Truitt, el hombre más poderoso del pueblo espera a una mujer a la que ha conocido a través de un anuncio y con la que, si todo va bien, se casará. Sin embargo, la mujer que se baja del tren no se parece en nada a la de la foto que Truitt guarda en su bolsillo, y comienza así una historia de engaños y secretos familiares. Catherine Land, la mujer destinada a ser su esposa, es una joven que esconde mucho más de lo que aparenta y que tiene sus propios planes y expectativas de lo que ocurrirá a continuación. No cuenta, sin embargo, con que Truitt tenga también su propio plan, un plan que tiene que ver directamente con su primer (y malogrado) matrimonio y que la afecta de una manera directa. Este es el nudo principal de "Una esposa de fiar", una peculiar novela plagada de fascinantes excesos y teñida por un tenebroso romanticismo que recuerda, en muchos aspectos, a clásicos como "Jane Eyre", debido a la oscuridad que se cierne sobre todos los elementos que conforman la historia, como si de una maldición se tratara, pero con un ritmo y un estilo mucho más dinámico y actual.

"Una esposa de fiar" es una historia de personajes con muchas contradicciones, que intentan escapar de su vida y de sus circunstancias, que nunca se sienten bien consigo mismos. La novela nos cuenta su pasado y su presente, su manera de enfrentarse a las circunstancias que les ha tocado vivir. Son seres humanos que han actuado mal y han quedado heridos, y que están dominados por recuerdos que desearían no tener. Los protagonistas, probablemente por protegerse de las consecuencias de sus errores, se mienten y se traicionan. A través de esos engaños, el lector va descubriendo la verdad de cada uno y no para de ser sorprendido, tanto por la evolución de los acontecimientos como por la progresiva revelación del pasado de cada personaje.

Ralph tiene una personalidad complicada y a veces difícil de entender. Intenta escapar del pasado, aunque sabe que no se puede escapar de las cosas malas que le van sucediendo en la vida, de la pérdida del amor, de la falta de ilusión, del azote de la tragedia, del frío que se ha instalado en su corazón para quedarse. Ha procurado ser un buen hombre, disciplinándose a sí mismo para no desear nada tras la pérdida sufrida. Por eso, cuando de nuevo desea algo, ese deseo le asusta y casi le enfurece. Es un ser roto, al que lo único que parece mantenerle en pie es su dolor y su ira, que no es capaz de deshacer ninguno de los errores cometidos aunque lo desee con todas sus fuerzas. La otra protagonista, Catherine, es otro personaje peculiar y también muy complejo. Es tan sólo una mujer desesperada y llena de esperanza al mismo tiempo. Ella no quiere pensar en el pasado porque no tiene recuerdos entrañables de ninguna etapa de su vida, y siempre está luchando con todas sus fuerzas mientras espera a que llegue la parte buena de su vida. Una parte que parece no llegar nunca.

Desde el primer capítulo, la historia causa el efecto de un mazazo. Un viudo rico, que habita una gran mansión en una tierra inhóspita y helada del estado de Michigan, acude a la estación a recibir a su nueva esposa, una "buena chica" con la que ha contactado por correspondencia. Ya en estas primeras páginas entrevemos el carácter atormentado del protagonista masculino, su tristeza antigua e incurable, su severidad que parece a prueba de cualquier ternura y de cualquier bondad que la vida pueda depararle. El segundo capítulo es portentoso por los pocos medios de que se vale el autor para trazar el retrato de Catherine y dejar al lector encandilado, lleno de expectativas que en ningún momento se verán defraudadas. Luego, enseguida, todo sale mal. La novela nos regala la primera sorpresa, el primer giro argumental, y ya no dejará de hacerlo hasta el final. Junto a esos retruécanos narrativos puestos al servicio del suspense mejor entendido, Goolrick nos va sirviendo unos personajes profundos, cargados de contradicciones, que llevan a cuestas su memoria como quien arrastra una pesada piedra por una cuesta.

En el buen sentido, todo en esta obra esta llevado al extremo. En primer lugar, los personajes están exageradamente desesperados, ávidos de amor, de sexo, de cariño, de aceptación, de redención… Sus vidas están marcadas por la tragedia y la miseria moral. Cada uno de ellos ha sido estigmatizado por su propia trayectoria vital y ha rozado la locura buscando, a cualquier precio, una forma de sentirse liberados o redimidos para volver a empezar de nuevo. En segundo lugar, el ambiente que rodea a la historia: un frío intenso y constante que no solo afecta físicamente a los personajes, sino que les hiela el corazón y el alma hasta llevarlos a la locura e incluso al asesinato. Y, por último, son extremas también las consecuencias negativas que provoca el amor, a veces puro, a veces enfermizo y dependiente; como son: el engaño, la mentira, el odio, el rencor, los celos, la traición, el asesinato, la violación.

Esta novela trata de la diferencia entre expiar y redimir las culpas: de cómo la culpa puede lastrar una existencia hasta el extremo de hacerla insufrible y de cómo el camino hacia la paz interior es tortuoso, largo y, hasta cierto punto, inútil, puesto que buscar culpables es tan absurdo como creer que hay que pagar por lo hecho (o por lo que nunca se hizo). No hay aquí verdades absolutas: ninguno de las protagonistas las tiene, ni lo pretende. Todo lo contrario, hay almas atormentadas por la duda y la culpa, hay convicciones firmes que se ven alteradas por las circunstancias y hay marchas atrás. Como en la vida misma, nadie tiene aquí un rol predefinido, sino que cada cual debe encontrar el suyo como buenamente sepa. Y la expiación es posible, pero sólo si antes se redimen los pecados.

No me queda más que recomendaros esta lectura, tan sombría y a la vez tan plagada de sensualidad. El lector queda inevitablemente enganchado a una narración en la que se muestra lo peor del ser humano y de la que uno no se puede despegar manteniendo la inquietud y la curiosidad por descubrir el desenlace.

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