29 de marzo de 2017

Gloria Swanson

El brillante crepúsculo de una estrella

"Estoy muy contenta Sr. De Mille, ¿le importa que diga unas palabras?...Gracias. Solo quiero decirles a todos cuanto me alegro de estar en los estudios otra vez. No saben cuánto los he echado de menos. Prometo no volver a abandonarles, porque después de Salomé, haremos otra película y después otra. Es mi vida y siempre lo será... No existe nada más, solo nosotros, las cámaras, y toda esa gente maravillosa en la oscuridad... Sr. De Mille, estoy preparada para mi primer plano".

(Gloria Swanson, “Sunset Boulevard”).

Hollywood, la meca del cine, consagró a las más hermosas e increíbles estrellas, catapultó a la fama a miles de actores, y, de la mano de excelsos productores y sublimes directores, enterró y mandó al ostracismo a las glorias del pasado. El cine les dio la vida y, como Dios, se la quitó cuando ya no servían, cuando ya no convenían, demostrando así lo efímera que es la fama y lo implacable que resulta el poder de Hollywood). Y una de las grandes divas del cine mudo que sufrió en carne propia el desprecio y el desapego del "sistema" fue la exquisita Gloria Swanson.

Cuando se cumplen 118 de su nacimiento, hoy recordamos a Gloria Swanson. Paradigma de la diva extravagante y veleidosa, arrogante, narcisista, autosuficiente y egocéntrica; antes de que Hollywood fuese la fabrica de sueños, ya reinaba entre las diosas primigenias del celuloide. Porque fue ella y nadie más que ella, la que redactó las leyes del estrellato: seis maridos, una fortuna, un idilio con un Kennedy y la decadencia más grande jamás filmada en "El crepúsculo de los dioses" son algunos logros que, más de un siglo después de su nacimiento, mantienen viva su leyenda, la leyenda de una estrella que brilló en el cine mudo y en el sonoro. Gastó en placeres hasta el último centavo que le cayó en la cartera, vivió 20 años en el olvido y resucitó para filmar un esplendoroso final.

Gloria Josephine May Swanson había nacido en Chicago, el 27 de marzo de 1898, y desde niña quiso ser actriz. Frecuentó el Art Institute de su ciudad natal, y a los 17 años fue contratada por la compañía Essanay, interviniendo a continuación en dos cortos de Charles Chaplin. Al año siguiente le llegó una nueva oportunidad, la de entrar a formar parte de la "escudería" de bellezas formada por Mack Sennet, mundialmente conocidas como las "bathing beauties". Pero en su carrera fue fundamental su encuentro con otro fuera de serie, Cecil B. de Mille, que supo ver en ella la materia prima ideal de un tipo femenino que iba a hacer furor en los años veinte: la mujer fatal.

   

No era una belleza clásica, con sus facciones prominentes y su escaso metro y medio de estatura, pero su agresiva sensualidad la hacía irresistible. Los hombres quedaban prendidos cuantos caían en la red de unas inmensas pestañas que enmarcaban unos hermosos ojos, su boca finamente perfilada y la inteligente dosificación de sus artimañas de mujer fatal la convirtieron en leyenda. Aunque se la encasilló como mujer fatal, su talento iba más allá del estereotipo, y supo extraer de sus personajes todo tipo de complejidades que iban desde la picardía al dramatismo, de la alta comedia a la tragedia. Poco después lograría dos de las mejores interpretaciones de su carrera: la de prostituta en "La frágil voluntad" (1928), de Raoul Walsh, y la ingenua novicia de "La reina Kelly" (1929), para Eric von Stroheim, con quien, al parecer, estuvo ligada por un ardoroso y nada fácil vínculo sentimental.


Con la llegada del cine sonoro, la estrella de Gloria Swanson estaba irremisiblemente condenada a apagarse en la práctica, aunque su figura, como mito, jamás haya perdido vitalidad. Gloria adivinó que los nuevos procedimientos iban a implicar una revolución profunda, y se esforzó para estar a la altura de los tiempos. Estaba en la madurez de su temperamento artístico, en la cúspide de su arte, y no se podía resignar. Tomó lecciones de declamación, trató de adaptarse a las nuevas condiciones de rodaje, pero su carrera entró en una fase de declive de la que ya no se recuperaría. "Indiscreta" (1931) de Leo McCarey) y "Esta noche o nunca" (1932) de Mervyn LeRoy, fueron sus dos últimos trabajos importantes antes de entrar en una oscuridad laboral de la que sólo la rescataría Billy Wilder en 1950, aunque, eso sí, con todos los honores: porque Gloria Swanson era la única actriz que podía interpretarse a sí misma, a la vieja estrella del mudo encerrada con sus recuerdos en una vieja casona de Sunset Boulevard.

    

"Yo sigo siendo grande. Son las películas las que se han hecho pequeñas", era la escalofriante declaración de principios de su personaje en "El crepúsculo de los dioses". La intensidad con la que la pronunciaba fue posible gracias a la verdad que esas palabras escondían sobre ella misma. Su interpretación de Norma Desmond le valió una nominación al Oscar a la mejor actriz, y se cuenta que otra diva del momento, Barbara Stanwyck, impresionada y totalmente emocionada, se inclinó para besarle el vestido, pero eso es otra leyenda que envuelve la figura de una mujer que nunca se privo de nada y lo derrocho todo.

La quintaesencia de un romanticismo tan desaforado como caduco, del histrionismo silente y del exceso. La que con una simple mirada podía convertirse en lo que ella quisiera. La que pronuncio estas palabras "He atravesado un largo aprendizaje. Durante tiempo suficiente he sido anónima. He decidido que ahora que soy una estrella, lo voy a ser en cada lugar y en cada momento". La que en los años 20 ganó ocho millones de dólares de la época, para luego dilapidarlos. La que decia "el dinero es divertido hasta que no queda nada por comprar". La que consumia maridos tan rapidos como cigarrillos. Moria a los ochenta y cuatro años de un aneurisma... Ella sigue siendo una de las leyendas más grandes del cine. Porque agracias a dios no existe nada más, solo nosotros, las cámaras, y toda esa gente maravillosa en la oscuridad.



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