23 de marzo de 2017

"El amor y la belleza hecha luz"

2046                                                                         Director: Wong Kar-Wai (2004)                              
Reparto: Tony Leung Chiu Wai, Zhang Ziyi, Faye Wong, Gong Li, Kimura Takuya, Lau Ka Ling, Chang Chen, Maggie Cheung, Ah Pi                 Guión: Wong Kar-Wai                                                       Fotografía: Christopher Doyle, Lai Yiu Fai, Kwan Pun Leung

"En el año 2046, una amplia red de ferrocarriles se extiende por todo el planeta Tierra. De vez en cuando, un tren misterioso parte rumbo a 2046. Todos los pasajeros que se dirigen a ese lugar, tienen el mismo objetivo: quieren recuperar la memoria perdida, pues en 2046 nunca cambia nada. Nadie sabe realmente si eso es cierto, porque nadie, absolutamente nadie, ha regresado nunca. Nadie excepto yo".

Así comienza el que, bajo mi punto de vista, es uno de los trabajos más logrados y complejos de Wong Kar-Wai. "2046" funciona como una suerte de sumario de la obra del director.Hay varios elementos en común en su cinematografía: formalismos, temáticas y estéticas en que el director va profundizando, dejando en esta cinta un trazo que evidencia la presencia de un autor, en tanto realizador que piensa en el cine a través de cada pieza que compone su obra. Ver una película de Wong es una experiencia visual, estética y sensible. En su cine no hay grandes historias, ni un desarrollo complicado de argumentos, por el contrario, se proponen pequeñas reflexiones que se desenredan a través de gestos, de planos detalle, de sutiles ralentis apenas perceptibles. Estas reflexiones giran a menudo en torno al amor y a la soledad, al individuo frente a su constante contradicción, una nostalgia permanente, presente en los momentos de felicidad y compañía, y, por supuesto, acentuada en los instantes de soledad. El presente no tiene fuerza en el universo de Wong Kar-Wai, todo está teñido por la nostalgia de la temporalidad, del transcurso del tiempo donde el presente se plantea como algo perecedero, algo que atenta con acabar en cualquier momento.


"2046" nace directamente de "Deseando amar", y, aunque ambas son impresionantes cantos a la belleza y al amor, se pueden ver sin problema por separado, entender su verdadera esencia requiere ver una después de la otra. El protagonista de "2046" es el mismo personaje masculino de aquella, el escritor enamorado que se cruzaba con la preciosa Maggie Cheung en los estrechos pasillos de una casa de huéspedes del Hong Kong de los años 60. Ahora, los pasillos son los de un hotel que le conducen a la habitación 2046 en la que la memoria del pasado y el deseo del futuro se entremezclan en un sueño de verdades y mentiras. Varias mujeres se mueven en este territorio del pensamiento: una carnal y cercana; otra lejana y perdida; una tercera, imaginada. Junto a ellas se mueven personajes de un futuro que es el ahora mismo y seres surgidos de un pasado que nunca volverá. Todos ellos se reúnen entorno al escritor que vive las distintas historias como si todas fueran una única vida. La luz y el color de los decorados del Hotel Oriental y los bares reales y soñados, se combinan con una música tan inolvidable como la de su ilustre matriz cinematográfica.


Si en “Deseando amar” el argumento giraba en torno a un amor imposible, doloroso, donde la contención de un beso o de una caricia actuaba en oposición a una pasión que se percibía desmedida, acá ocurre lo contrario: hay encuentros, sexo y desnudos. Aquello que antes debíamos intuir (el cuerpo bajo el vestido apretado de la precuela, que en el ralentí uno veía ajustarse y estirarse mediante la cadencia del caminar, el beso que al final nunca se daba) se vuelve ahora explícito. La cámara de “2046” se encarga de capturar pequeños fetiches: planos detalles de los pies envueltos en zapatos de tacón, las uñas rojas de los pies de la vecina mientras tienen sexo, una mano, una esquina arrugada de la sábana. Si en la precuela los personajes eran contenidos, cuidadosos no sólo con el espacio del otro, sino con los afectos, con la historia de cada uno, sus contextos y ambientes, en “2046” hay individuos lascivos, ruidosos, trasnochadores, de carcajadas fuertes y deseos no comedidos.


"2046" es un complejo entramado de historias y una puesta en escena primorosa (llena de barroca y angulada saturación) que se complementan a la perfección con una cuidadísima banda sonora que acaba siendo un personaje más, un objeto que delimita y dirige al espectador por los vericuetos del amor-desamor-pasión-soledad y dolor.
Tanto "Deseando amar" como "2046" me parecen puertas entreabiertas a universos extraños y originales en la forma, pero reconocibles y seductores a nivel emocional, con esa capacidad de atracción de todo aquel que se asoma a los abismos de lo humano sin precipitarse en la pretenciosidad. Además "2046" construye una melancólica reflexión sobre el tiempo y sus heridas, y nos hace comprender que quizás el desamor no tenga cura, pero tiene un director que ha sabido dar forma a su indescriptible desaliento poético y atravesar no sólo la pantalla, sino las defensas más inexpugnables del corazón.

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