25 de agosto de 2018

Debra Paget


La exótica mirada esmeralda


Recordada por sus exóticos personajes, Debra Paget perteneció a esa generación de actrices que pasaron a convertirse en inolvidables, más por su asombrosa belleza, que por sus dotes interpretativas. En su momento contó con la posibilidad de formar parte de lo más exquisito de Hollywood, pero una madre demasiado controladora y el poco interés de la actriz más predispuesta en ser una simple ama de casa con un hogar y un marido al que cuidar, terminaron en poco más de una de década con la carrera de una de las actrices más bella de Hollywood.
Nacida en 1933 en Denver (Colorado) y bautizada con el nombre de Debralee Griffin, Debra Paget llega al cine empujada por una madre cuyo sueño era que su preciosa niña llegara a ser una gran estrella del cine. Su carrera duraría unos quince años, poco tiempo, pero fue ella la que decidió dejarlo. Justo con esa edad, quince años, la madre de la futura artista consiguió que la niña accediera presentarse a un concurso de caras nuevas auspiciado por la Twenty Century Fox. Concurso que, por supuesto, ganó sin dificultad. Nada extraño, pues la adolescente y virginal belleza de Debra Paget entraba en los cánones que tanto gustaba a los grandes estudios de aquella época.

    
                                                                                                                                                    Debuta en la pantalla en 1948 con "Una vida marcada", de Robert Siodmak, película de gansters considerada una de las obras cumbres del género, y lo hacía en el papel de una bella e ingenua adolescente, pero seria en la década de los 1950 cuando la carrera de Paget despega como la musa del director Delmer Daves con la que rodaría; "Flecha rota" (1950), considerado el primer western que se posiciona de parte de los indios y su causa. La exótica "Ave del paraíso" (1951) junto al actor Louis Jourdan, (que era considerado según una encuesta entre las féminas americanas, el paradigma de la belleza masculina). La película fue un enorme éxito gracias a los espectaculares paisajes en technicolor y a la generosa exhibición de belleza física desplegada por ambos sexos. Con estas primeras películas Debra Paget (o mejor dicho, su madre) logró que el público relacionase su belleza e increíbles ojos en papeles de joven pura y virginal.

     

En 1954, la colaboración entre la actriz y el director Delmer Daves llega a su fin con "Demetrio y los gladiadores". Entre medias, Debra Paget no pierde el tiempo y logra que sus impresionantes ojos verdes sean recordados para siempre en películas tan notables como "Catorce horas" (1951) de Henry Hathaway, "La mujer pirata" (1951) de Jacques Tourneur o "El inspector de hierro " (1952), una interesante adaptación de "Los Miserables" realizada por Lewis Milestone.Debido a este tipo de personajes y a su impactante físico, Debra dejó tras de sí montones de corazones rotos, pero a medida que fue pasando el tiempo la ingenuidad que tan famosa la hizo en su momento comenzó a evaporarse, y fue cuando surgió la duda…¿En que lugar podía encajar una actriz que siempre se había mostrado ante el público con ese particular aura de candor e inocencia? Una mujer tan espectacular no podía ser desperdiciada, y fue entonces cuando comenzó su metamorfosis ; así ,de la noche a la mañana ,se mostró en la pantalla como una mujer tentadora y vampiresa, que hipnotizaba a los hombres con sus atributos.


El cinemascope y el technicolor de los años cincuenta hicieron el resto, como en tantas otras bellezas de su estilo, los avispados productores vieron un filón para llenar de sensualidad el enorme rectángulo en blanco que se abría frente a las plateas de los cines. Por aquel entonces, Debra Paget ya acaparaba todas las miradas: la de los hombres, que la desearon, y la de las mujeres, que envidiaron su belleza. Pero Debra seguía sin sentirse "querida" por los productores que solo veían en ella un hermoso cuerpo y unos deslumbrantes ojos verdes, y poco más.


En 1955 es elegida por la Paramount para que Cecil B. De Mille la dirigiera en el espectacular remake de "Lo Diez Mandamientos", lo que le valió un papel en el que Debra pudo lucirse un poco más, ya que el personaje a lo largo de la película iba ofreciendo diversos registros al espectador: comenzaba con un papel de judía recatada, y a medida que transcurría la película se convertía en una arrebatadora cortesana egipcia. Estos mismos estudios le siguieron dando oportunidades de aparecer como tentadora mujer en aventuras tan kitsch como "Omar Khayyam" (1957) de William Dieterle, "El tigre de Esnapur" (1958) y "La tumba india" (1959) ambas de Fritz Lang. En esta última, por cierto, desnudó su cuerpo hasta rozar el límite de lo permitido y efectuó un baile ante una cobra real, que dejó a muchos con la boca abierta. Pero pese a todo este despliegue de erotismo, la carrera de Debra fue cayendo en la mediocridad ,y en el año 1963 pondría fin a su carrera con “El palacio de los espíritus”, en lo que fue una buena película de terror, dirigida por Roger Corman.

 

Tenía sólo veintinueve años y, ya liberada de la influencia materna, decidió dedicarse a su verdadera vocación, la de esposa y madre. En 1964 se casa por tercera vez con un magnate del petróleo al que se dedicó en cuerpo y alma a plancharle las camisas y ponerle las pantuflas hasta el consiguiente divorcio. En la actualidad vive en Houston y sólo se ha prestado a ponerse ante las cámaras para alguna que otra esporádica entrevista en la televisión... A nosotros pobres mortales, solo nos quedará el placer de volverla a ver en esos exóticos escenarios donde lucía su imponente palmito y unos hermosísimos ojos esmeralda capaces por si solos de enamorar al mitómano más encallecido.





2 comentarios:

  1. Q belleza!! de mujer Debra😍😍😍

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  2. Muchas gracias por la entrada y curiosidades que no conocía de Debra, me encanta. Por cierto Elvis se enchochó de ella en plan bestia pero ella pasó de él, y se rumoreaba que empezó con Priscilla porque físicamente le recordaba a Debra y que de hecho Priscilla le copiaba los looks para gustar a Elvis. A saber. ¡Saludos!.

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