22 de agosto de 2018

William Claxton


Jazz para los ojos


"Para mí, la cámara es como el saxo para un saxofonista; es una herramienta que querrías poder ignorar, pero a través de ella has de canalizar tus pensamientos y todo aquello que quieras expresar."
Para muchos el jazz es un tipo de música que lleva consigo una forma íntima de sentir y de darse al espectador, de compartir el alma con el público, el jazz te envuelve y te apasiona aún más cuando te sumerges en esas imágenes cliché de humo, garitos y sudor reflejadas en las fotografías de William Claxton, un artista y amante del jazz que supo como nadie ser el observador invisible, para captar en silencio el alma de esa música, jugar con las luces y las sombras, con toda esa esencia que se produce en un sala de grabación o en una actuación en un pequeño club, donde la gente escucha con respeto y emoción cada nota y se produce ese intercambio mágico entre el músico y su público, para poder captar eso, tienes que amar el jazz y la fotografía como William Claxton.


Miles Davis, Duke Ellington, Ray Charles o Billie Holiday entre otros fueron captados por la cámara y la sensibilidad de William Claxton, que supo colarse en su círculo, ganándose la tolerancia de creadores desconfiados y altivos, músicos que se sabían diferentes y respondían con estudiada indiferencia cool a la hostilidad de la sociedad convencional. Sin embargo, de entre el firmamento de estrellas que posaron para él, hubo una que brilló con luz propia: Chet Baker. Entre trompetista y fotógrafo se forjó una estrecha relación de la que ambos se beneficiaron: las fotos del último aumentaban la fama de Baker, y a medida que éste se encumbraba como uno de los mejores intérpretes de la época, los retratos de Claxton se revalorizaban y adquirían categoría de objetos de culto.

  

Nacido en Pasadena en 1927, Claxton se inició en la fotografía por pura diversión. No era más que un mocoso cuando ya se escapaba de casa para coger el autobús que iba al centro de Los Ángeles, donde acudía al Orpheum Theatre para escuchar a iconos de la música como Duke Ellington. Desde su más tierna infancia comenzó a coleccionar vinilos y recuerdos con aroma de jazz. Su madre era compositora y su hermano mayor tocaba el piano, pero él carecía de la paciencia necesaria para convertirse en virtuoso del teclado.


Comenzó a hacer fotos por mera diversión mientras estudiaba psicología. Sin embargo, una serie de encuentros fortuitos y la suma de noches en clubes de jazz lo llevaron a entrar en contacto con los artistas y los productores más relevantes de la escena musical neoyorkina. Esos fueron los inicios de una prolífica carrera, prolongada durante más de cinco décadas y en la que leyendas como Charlie Parker, Dizzy Gillespie o Thelonius Monk fueron retratadas bajo la mirada maestra de Claxton.

        

Aunque fueron las fotos de músicos de jazz las que otorgaron mayor prestigio a Claxton, éste también ganó fama por su trabajo en la moda (donde conoció a su mujer Peggy Moffitt), y con "celebrities" como Frank Sinatra, Barbra Streisand o Steve McQueen. Todos ellos eran conocidos por sus recelos hacia la prensa y por sus reticencias a ser fotografiados, pero Claxton no sólo se ganó su confianza, sino que en el caso del protagonista de "La Gran Evasión" también trabó una sólida amistad, cimentada en su común interés por los coches deportivos y las motocicletas.

                                                                                                            En cualquier caso William Claxton será recordado por sus fotografías de jazz, imágenes mudas que sin embargo logran evocar la musicalidad de esos brumosos locales donde el alma se desnuda al ritmo del saxo y la trompeta. A través de la cámara, Claxton trataba de capturar la dinámica tensión entre el artista, el instrumento y la música. Intentaba honrar su propia definición de la fotografía: "Jazz para los ojos". Su obra se caracteriza por la espontaneidad y la naturalidad. El californiano trataba a sus retratados con tal familiaridad que los desarmaba antes de acribillarlos a fotografías. Así, cuando asistía a las sesiones de grabación de discos, tardaba un buen rato en ponerse a trabajar. Primero dejaba que los músicos tocasen, que se metiesen en su papel, hasta pasar completamente desapercibido. Luego captaba la atmósfera absolutamente genuina de las grabaciones.

         

En 1960, junto con el musicólogo alemán Joachim Berendt realizó un viaje en Chevrolet de tres meses de duración por Estados Unidos para documentar visual y sonoramente los restos del pasado y la realidad del presente del jazz. El viaje nos lleva desde el fervor de las iglesias a la espontaneidad de los bailarines callejeros al paso de las brass bands, nos adentra en clubs repletos de humo o en estudios de grabación.

        

Claxton siguió retratando a músicos hasta que le frustró ver "fotos buenas reducidas a miniaturas del tamaño de un CD". Ya no había espontaneidad: "Antes, quedábamos el músico y yo. Conocía su trabajo y le pedía que se fiara de mis instintos. Ahora debo contar con el director de arte, el manager, el abogado, el directivo de la discográfica, el maquillador, el estilista. Sencillamente, dejó de ser divertido".
Murió en 2008 a la edad de 81 años.








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