Fotografiando los colores de la calle
En esta vida hay matices y tonalidades. Y muchas más de las que el ojo humano es capaz de ver. La mezcla de los tres colores primarios crea un abanico cromático impresionante que nunca seremos capaces de explicar de una manera objetiva. Los colores nos hacen sentir, influyen en nosotros, pese a no ser más que luces que se reflejan sobre superficies que las absorben o las repelen. Los colores pintan nuestra vida.
Hasta los años 60 la fotografía artística estaba dominada por el uso del blanco y negro, toda una serie de grandes fotógrafos había creado una tradición de la que era difícil escapar. Pero, inevitablemente, surge una nueva cultura fotográfica, protagonizada por una generación que había crecido con el color, y que veía la vida en tonos distintos a los del blanco y negro, era conocedora de la historia de la fotografía pero también había bebido del cine, la pintura y la publicidad...
Esto mismo le paso a Harry Gruyaert, un fotógrafo belga que lleva más de treinta años fotografiando las sutiles variaciones cromáticas de la luz oriental y occidental, de Bélgica a Marruecos y de la India a Egipto. Nacido en Amberes en 1941, con 18 años marchó a Bruselas donde estudió en la escuela de fotografía y cine con la intensión de dedicarse al séptimo arte, pero pronto la fotografía fija le cautivó y poco después se trasladó a París para desarrollar su carrera como fotógrafo.
Este veterano autor, miembro de la agencia Magnum, fue un revolucionario en el uso creativo y experimental del color allá por los años 70 y 80. Cuando el color solo se asociaba a la publicidad. Gruyaert estuvo muy influenciado por la tradición americana más colorista personalizada en Saul Leiter, William Eggleston o Stephen Shore, pero también el cine le aportó su interés y pasión por una paleta de tonos saturados. Coqueteó con la fotografía de moda y realizó algunos trabajos de fotografía editorial, pero fueron sus viajes por Europa y el norte de África, especialmente Marruecos, cuando quedó profundamente marcado por sus colores y la atmósfera de sus calles y sus gentes. Pero lejos de quedarse en el exotismo estereotipado, su visión de las regiones lejanas arrastra al espectador a atmósferas particulares y un poco impenetrables. Los juegos de luces y sombras aportan una gran riqueza a las imágenes de Gruyaert.
La principal característica de las fotografías de Harry Gruyaert es la búsqueda constante que hace en sus obras tanto de la luz como del color, reflejando un refinado gusto por la estética sin entrar nunca en posicionamientos antropológicos o sociales. Lo que realmente cuenta para este autor es la fuerza intrínseca de cada imagen. Su escenario habitual es la calle y es donde logra capturar escenas con colores vibrantes y explosivos. Escenas mundanas y cotidianas llenas de belleza cromática, donde sabe destacar el detalle en las calles.
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