13 de diciembre de 2016

Gerda Wegener

"El erotismo de una chica danesa"                                         

Este año que ya acaba pudimos ver en las pantallas de cine la muy recomendable "La chica danesa" basada en la historia de Einar y Gerda Wegener, un matrimonio de artistas que dio un giro a sus vidas cuando el marido Einar Mogens Wegener, reafirmo su condición de transexual mientras reemplazaba a la modelo ausente de Gerda. Pero hoy no hablaremos de Einar Mogens o Lili Elbe (el nombre que adopto tras su cambio de sexo). Hoy descubriremos el arte y la vida de la pintora Gerda Wegener.

Ya que el personaje de Gerda en la película limita su participación en la historia a ser la esposa abnegada y comprensiva de Einar Wegener. A pesar de la poca evidencia histórica que puede desprenderse de una biografía algo oscura, que asoma por los huecos de la historia quebrada por el insuficiente rigor de algunas informaciones, no fue ni frágil, ni entregada, ni secundaria, ni heterosexual, referencias que, no se sabe muy bien por qué, el largometraje ha querido trasmitir como hechos determinantes. Gerda Marie Fredrikke Gottlieb fue mucho más de lo que la película deja entrever. Fue una pintora insigne del "art decó" que triunfó en el París de los años 20 con sus intensas ilustraciones de carácter erótico y su arrebatadora personalidad. Gerda fue una gran artista, una interesante ilustradora, enorme retratista e increíble intelectual que revolucionó el París de entreguerras: su presencia en determinados círculos despertaba gran expectación y su contribución a la historia del arte posee un valor revelador y nada de esto resulta demasiado elocuente en la película.

En las notas biográficas de la pintora danesa Gerda Wegener se repite hasta la saciedad lo increíble y excepcional de su vida, una vida marcada por la libertad sin barreras y la tragedia jubilosa. Marcada, así mismo, por la transgresión como consecuencia inevitable de ese su deseo de vivir libremente. Ubicada temporalmente en la esquina del siglo XIX con el XX, región donde convivieron un puritanismo exacerbado con un ansia irreprimible de vivir sin ataduras y sin encorsetamientos, en lo artístico es el momento en que tras la brecha abierta por el romanticismo penetró el impresionismo y el simbolismo, y, tras ellos, se colaron en la vieja Europa nuevos y rupturistas movimientos que acababan con siglos de evolución academicista, sujeta a reglas y cánones ya agotados que coartaban los nuevos aires de creatividad que surgían por todas partes


El erotismo y la ambigüedad sexual, o, mejor, la bisexualidad, están presentes en toda la obra de Gerda Wegener, tanto la meramente pictórica, en retratos y escenas de género, como en su faceta como ilustradora en las revistas más prestigiosas del ramo: "La Vie Parisienne", "Fantasio", "Le Sourire", "La Baionnette" o "Vogue". Sería, no obstante, su colección de acuarelas para los "Douze Sonnets Lascifs", del poeta Alexandre de Vérinau, la parte de su obra más reconocida; en ellas su marido Einar figura como modelo, y en ellas se expresa sin tapujos su naturaleza bisexual, o decididamente lesbiana. Hay que recordar que estamos en 1925, en plena Belle Epoque, Gerda cuenta cuarenta años y su vida en París es de todo menos convencional.

Aunque por desgracia mucha de su obra está en paradero desconocido y/o forma parte de colecciones privadas, Gerda Wegener fue una artista afortunada, que logró el reconocimiento público en su época y disfrutó de gran popularidad y fama. La presencia de ilustraciones de la artista en revistas de referencia como "Vogue", para la que empezó a trabajar en 1912, o la aparición en publicaciones como la "Rare Book Collection" datadas en abril de 1916, cuatro años después de su llegada a la ciudad, confirman que la carrera de Wegener fue más que apoteósica. La moda francesa se convirtió en una fuerte herramienta simbólica de afirmación de poder de la cultura gala durante la guerra debido a la fuerza de su industria.


      

Esta fusión con el entorno don de desarrolló su carrera y la buena acogida como creadora inmigrante y representante incluso del poderío francés, señalan hasta qué punto gozó de fama en vida gracias a su talento. Además, la autora –que trabajaba desde las influencias del cubismo, el romanticismo y el art decó– expuso sus obras en la galería Ole Haslunds de Copenhague varias veces; algo muy difícil de conseguir para artistas de la época. En la actualidad, la obra de Wegener está tan dispersa como su propia vida. Muchas pertenecen a colecciones privadas. Sus pinturas eróticas, o bien se perdieron o bien fueron compradas por coleccionistas. El museo de Arken en Dinamarca recoge, hasta el 16 de mayo, la primera gran retrospectiva de su obra a través de 178 piezas, la mayoría cedidas desde el coleccionismo privado, ya que ningún museo danés de importancia adquirió sus obras en vida. Lo contrario a lo sucedido en Francia.



En París se desarrolló toda su carrera artística con su marido convertido en su mejor modelo. Inútil e improcedente sería deslindar la vida privada de Gerda de su vida artística, tan profundamente imbricadas están. Einar, el hombre que quiso ser mujer muriendo en el intento, poseía una naturaleza ambigua, patentemente femenina en su actitud y sentimientos y masculina en lo anatómico. Fue precisamente su intención de transformar lo anatómico para que se correspondiera con lo psíquico lo que al final daría al traste con su anhelo. Tras la última de las tres operaciones para cambiar de sexo, en la que se pretendía implantar un útero fértil, Einar encontraría la muerte en su camino hacia la libertad y la identidad, transformada ya en Lili Elbe.



Gerda quedó devastada tras la muerte de Lili, pero poco después rehízo su vida casándose con el oficial italiano Fernando Porta, diez años menor que ella, con el que se trasladó a Marruecos. En este país intentó retomar su carrera pictórica, pero entre los problemas en su matrimonio y los problemas económicos derivados de la mala gestión de su marido decidió regresar a Dinamarca en 1938. Pero el éxito que obtuvo en París también se le resistió en Dinamarca donde protagonizaría alguna que otra controversia con el estilo erótico de sus obras que sería rechazado por público y crítica. Expuso por última vez en 1939, ya sin apoyos. No tenía hijos y vivía sola y relativamente apartada de todo. Comenzó a beber en exceso, manteniéndose económicamente gracias a la venta de tarjetas postales pintadas a mano. Murió en julio de 1940. Sólo una pequeña esquela en el periódico local la recordó.



Aparte de esto, poco sabemos de “la otra chica danesa”. Sobre los últimos años, la información conocida es insuficiente. La pregunta sigue siendo por qué este tabú sobre algunos datos de su biografía, incluso cuando se hace una película sobre esta pareja. Quizás haya algo en el tránsito de Wegener más escandaloso para la norma que la propia transexualidad. Algo que hace temblar los cimientos de una estructura de géneros incompletos y dualistas: una mujer a quien no le erotizaba la diferencia y que vivió “a enteras” sin necesidad de representaciones masculinas en su expresión creativa, artística y vital.

              

Así, si la ficción nunca supera a la realidad, en "La chica danesa" mucho menos. Al igual que el clasista mundo de la historia del arte bloqueó su reconocimiento en el tiempo debido a su fama como caricaturista, la personalidad compleja de Gerda Wegner tampoco parece encajar en ningún cuento heterosexual. Sin duda, una historia incómoda para quien pretende encerrar el mundo en categorías predecibles.







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