16 de diciembre de 2016

"Lionel Atwill: Un sádico en Hollywood"

Bajo el titulo de "Lionel Atwill: El Doctor X- Un sádico en Hollywood" L’Atelier 13 nos presenta a Lionel Atwill, un nombre esencial en el cine de terror de los años 30-40, e icono del cine de terror de la Universal, Lionel Atwill, se especializará en el papel de Mad Doctor, imprimiéndole a sus interpretaciones una maldad y crueldad pocas veces vista. Si repasamos su filmografía nos lo encontramos en títulos tan emblemáticos como "Doctor X", "Los Crímenes del Museo", "La Marca del Vampiro", "El Hijo de Frankenstein" o "La Mansión de Drácula". Lamentablemente L’Atelier 13, sello que apostó por editar clásicos del cine negro, terror y ciencia-ficción, además de otras piezas extrañas, con sabrosos extras, libretos y una presentación exquisita, se despidió hace ya más de un año. Por eso este cuidado pack que hoy traigo aquí esta destinado a ser pieza de todo buen coleccionista de la serie B.

Se trata de un pack compuesto por seis filmes (El Doctor X, El asesino diabólico, El hombre que fabricaba monstruos, El médico loco, El extraño Doctor RX y El monstruo nocturno) y al que han puesto por titulo "El Doctor X: Un sádico en Hollywood". Título que juega con las dos caras, la pública y la privada, de este actor inglés: por un lado como intérprete de papeles de doctor chiflado (y maquiavélico), y por el otro haciendo referencia al escándalo que prácticamente acabó con una carrera que hasta ese momento le había deparado una gran riqueza y notoriedad. Icono del cine de terror de la Universal, Lionel Atwill, se especializará en el papel de Mad Doctor, imprimiéndole a sus interpretaciones una maldad y crueldad pocas veces vista.


"EL DOCTOR X", (Doctor X) de Michael Curtiz, 1932: Un periodista se interesa por una historia de asesinatos y canibalismo. Su investigación le lleva al instituto del doctor Jerry Xavier, que trabaja con cuatro científicos realmente extraños. Un extraño film de terror de Warner repleto de tipos extraños y rodado en color (al igual que Los crímenes del museo) pero con un procedimiento del color tanpoco perfeccionado que nos da un resultado aún más aterrador. Además de director de lujo en ciernes, tenemos a Fay Wray, la primera Scream Queen del cine poco antes de enfrentarse al rey Kong. Años después, la misma Warner produjo "The Return of Dr. X" de Vincent Sherman, (1939), un descacharrante film de terror interpretado por un nada convencido Humphrey Bogart (aquí como Maurice Xavier). El actor nunca volvió a interpretar un film de terror.


"EL ASESINO DIABÓLICO"(Murders in the Zoo) de A. Edward Sutherland, 1933:  Eric Gorman, un zoólogo tan rico como celoso, le cose los labios a un pretendiente que ha osado besar a su mujer en una expedición por Oriente. De vuelta a Nueva York, sospecha que ella le es infiel. Un film del todo bizarro y donde podemos ver en un papel secundario al duro de Randolph Scott, por aquel entonces a punto de iniciar su vida en común con Cary Grant. El film cuenta con escenas impagables y deliciosamente extravagantes como la escena central desarrollada durante una cena que tiene lugar en el patio del zoo, con los comensales rodeados por las fieras enjauladas. El guión, obra conjunta de Philip Wylie y Seton I. Miller, este uno de los guionistas capitales de la década, aparece saturado de diálogos malévolos y cortantes, amén de andar sobrado en cuanto a elementos retorcidos; una mixtura de sexualidad, violencia y posesión. La escena durante la cual Atwill rodea y asfixia a su esposa como una serpiente mostrando en su rostro la satisfacción que le produce su sufrimiento y asco, es una de las cumbres del talento de un actor que usa, con plenas facultades, la disonancia entre un físico tosco, un rictus desagradable y unos modales obsequiosos, pintando un cuadro final de poderosa amenaza.


"EL HOMBRE QUE FABRICABA MONSTRUOS", (Man Made Monster) de George Waggner, 1941: Todos los pasajeros de un autobús mueren electrocutados en un accidente a excepción de Dynamo Dan, un artista de feria. El oscuro doctor Rigas pone a prueba su inmunidad para crear una raza de superhombres. Lo demás es un agradable pasatiempo desarrollado a lo largo de apenas una hora de metraje que supone, básicamente, una perífrasis del mito de Frankenstein. Presentando al científico enajenado que no se detendrá ante nada para llevar a la práctica sus descabelladas teorías y a su criatura, un anti-villano trágico cuya bondad intrínseca no puede sobreponerse a una ingobernable capacidad destructiva y al terror que al resto de la gente provoca.


"EL MONSTRUO NOCTURNO", (Night Monster) de Ford Beebe, 1942: Muertes misteriosas, sangre en los pasillos, niebla espesa, ranas que dejan de croar… todo lo que rodea la mansión Ingston amenaza la débil cordura de la hermana de dueño, Margaret, la cual insiste en pedir la ayuda de la psiquiatra Lynn Harper, a lo cual se opone ferozmente el ama de llaves de la casa. Así y todo, la joven doctora logrará llegar en compañía del escritor y periodista Don Porter, amigo de Kurt Ingston. Al llegar se encuentran que también han sido invitados lo médicos que trataron si éxito al anfitrión durante la horrible enfermedad que lo dejó mutilado. Para su asombro entre los presentes se encuentra un misterioso yogui que afirma tener la capacidad para regenerara los cuerpos. Debatiéndose todavía entre el escepticismo y el asombro los invitados van muriendo uno a uno, estrangulados y rodeados de misteriosa manchas de sangre que no parecen proceder de cuerpo alguno. Todos estos personajes y algunos más (como por ejemplo, el consabido mayordomo) figuran entre los sospechosos… o futuras víctimas. Con semejantes individuos metidos en la tenebrosa mansión de turno (uno de ellos un casi invisible mayordomo interpretado por Bela Lugosi) entenderán que no puedan perdérsela. Además, si la cosa no funciona muy bien, siempre hay un consuelo: Dura 73 minutos.


"EL MÉDICO LOCO", (The Mad Doctor of Market Street) de Joseph H. Lewis 1942: Al fracasar un experimento sobre animación suspendida, un científico loco huye rumbo a Nueva Zelanda donde se cruza con diversos personajes, entre ellos un detective que anda tras sus pasos y que será arrojado por la borda. Justo cuando el científico va a ser detenido por un joven camarero que lo ha visto todo, el barco naufraga. Los pocos supervivientes dan con sus huesos en una isla que, en principio, creen desierta. Lo cierto es que una belicosa tribu la habita y que su jefe determina que la enfermedad de su esposa es culpa directa de los blancos. Milagrosamente Benson logra salvar a la mujer, siendo desde entonces tomado por un dios. El doctor decidirá entonces retomar sus experimentos, sometiendo tanto a los isleños como a sus compañeros supervivientes a su tiranía. El conjunto es un extravagante refrito de cuatro o cinco esbozos de guión recosidos unos encima de los otros para dar algo así como sensación de coherencia. El ritmo es desigual, las elipsis esta hecha a hachazos, pero también hay lugar para alardes de concisión como la prodigiosa secuencia del baile en el barco, una escena de sociedad donde H. Lewis presenta en económica combinación de diálogos y gestos a todos los personajes y define sus caracteres y futuras relaciones. 

Este fue el último film como intérprete de Lionel Atwill, entre otras cosas por su caída en desgracia a causa del escabroso asunto con la menor. En esta cinta Atwill regresa a su estilo más arquetípico y maligno, retomando, en versión muy soft, al villano sadico de un título como "Murders in the Zoo", Atwill vuelve a la crueldad afilada y elegante y H. Lewis potencia su perfil más animalesco, esa sonrisa de agresiva comadreja, y el brillo despiadado de sus ojos claros con llamativas angulaciones, primeros planos, tomas subjetivas desde el punto de vista de sus víctimas o agradecidos juegos con la profundidad de campo o las lentes levemente de-formantes.



"EL EXTRAÑO DOCTOR RX", (The Strange Case of Doctor Rx) 1942: Sobre Nueva York ataca un misterioso asesino en serie que, implacable, ejecuta uno a uno a todos los malhechores que han conseguido escaparse por los recovecos del sistema judicial. Ese oscuro vengador asesina con un método imposible de rastrear y solo deja un anota escrita sobre un papelito blanco: un número consecutivo y la firma Rx. Parece que solo el detective Jerry Church será capaz de detenerle, pero su reciente matrimonio y las constantes amenazas anónimas le colocan en el trance de tener que elegir si continúa con su misión justiciera. Dirigida por William Nigh, un veterano profesional, un pionero de los primeros años del cine y que no se despegaría de la B más estricta y genuina en toda su kilométrica carrera, carece no ya de lógica, algo que se puede agradecer cuando hay talento y delirio, sino de sentido. En la película suceden varias cosas, en varios sitios, hay varios muertos y al final un personaje nos lo explica todo. Una característica, que unida a otras como las máscaras o lo métodos creativos de matar emparenta esta y otras cintas de similar pelaje con el futuro "giallo", quizás ejerciendo de eslabón perdido entre el thriller gótico y el krimi alemán de los últimos 50 y primeros 60 como claros precedentes del género.. Hacemos como que lo entendemos, tampoco es que importe. Una hora después de haber empezado estamos en el mismo punto y hasta la narración da la sensación de haber comenzado con el tren en marcha... 

¿Y Lionell Atwill? Casi puede decirse que pasaba por allí. Ejerce, básicamente, de reclamo descarado. No aparece hasta pasado más de veinte minutos y lo hace de modo fugaz pero subrayado, mediante una siniestra caracterización usando unas gafas de gruesísimo cristal que amplían sus ojos logrando una mixtura de ridículo e inquietante. Aquí se asoma de cuando en cuando, siempre acechando pero nunca interviniendo y solo reaparece, y ya con diálogo, al final de la historia (sic.) para rematarla del modo más inesperado, entre otras cosas por que no hemos tenido ni una sola herramienta para esperarlo. Con inteligencia se anuncia sabiendo que su imagen ejercerá un efecto subliminal en nosotros, que ya esperamos todo tipo de maldades de él. Cuando se nos presenta está ansiedad aumenta, luego ya sabemos que está, es el culpable perfecto, el malvado con pedigrí, es más efectivo fuera de campo que dentro. Y mucho más barato, también.




Una vez repasado esta seis películas, viene bien asomarnos aunque sea someramente a la vida y "milagros" de este distingido pero turbio caballero inglés.

Nacido en marzo de 1885 en una adinerada familia de Croydon, y aunque su familia hubiera querido que fuera arquitecto el joven se dedicó al mundo del teatro. Se hizo un nombre en Inglaterra actuando en todo tipo de obras, incluyendo clásicos de Ibsen, Shakespeare y George Bernard Shaw. Su dilatada carrera teatral, primero en su país de origen y después en Broadway, le abren las puertas en Hollywood. El suyo fue sin duda un caso de amor a primera vista, como reconoció en los tempranos años 30, con el sonoro haciendo sus primeros pinitos y la Universal a punto de levantar un imperio a costa de explotar una franquicia de monstruos con Drácula y Frankenstein como estandartes: “Ya he tenido bastante de arte. A su manera está muy bien, pero en las películas encuentro una fascinación que aún no he superado. Seguramente nunca lo haré. Puede que sea algo infantil, pero la simple ingenuidad mecánica del asunto me fascina igual que un juguete mecánico fascina a un niño. Me lo he pasado genial y no veo por qué debería parar”. Paró, pero fue muy a su pesar al caer en desgracia tras un oscuro asunto con una menor.


En 1931 debuta en el cine encarnando un papel de perjuro que ya había protagonizado en su versión teatral. Su siguiente trabajo será "Drácula y Frankestein", un nuevo film de terror de la Universal. Pero su consagración llegara un año después de manos de la Warner, que le otorga el papel principal en la película "Dr. X" (1932). Su profunda voz de barítono, su perfecto acento inglés y una exquisita educación junto con sus malvados ojos y su porte elegante pero maléfico hicieron de Lionel Atwill uno de los mejores villanos de los años 30. Tras la retorcida "Dr. X" llega otro aclamado trabajo del actor, "Los crímenes del museo de cera", junto a una de las primeras reinas del grito, Fay Wray. Atwill se especializó así en papeles de psicóticos científicos y locos doctores, de los que en muchos casos escribía él sus propios diálogos. Su voz y su presencia dotaban a las líneas del guión de una maldad atávica que volvía loco al público. En los siguientes años Atwill trabajó duro encarnando al mal. Aun así, tuvo ocasión de probar papeles menos encasillados, como el del Coronel Bishop en "Capitán Blood" (1935) o en su papel de actor en la estupenda comedia "Ser o no ser" (1942).



Lionel Atwill, hombre peculiar, gustaba de presenciar juicios de asesinato, y su matrimonio entró en crisis cuando su mujer le prohibió la entrada a una nueva amiga del actor, una pitón de cinco metros. El divorcio llegaría en 1939. A la pitón había que añadir seis doberman y un guacamayo llamado Cópula. Pero entre toda esa compañía había algo que el actor echaba en falta, (sus fiestas). Así pues, tras el divorcio la mansión de estilo español de Atwill se convirtió en un lugar donde las orgías eran frecuentes, e invitados como Joseph Von Steinberg eran asiduos. Todo invitado a la casa del actor debía estar sano, tener un buen cuerpo y un refinado gusto por los caprichos sexuales más variopintos. El actor británico era un hombre de gran imaginación. En la Navidad de 1940 Lionel Atwill había organizado una fiesta navideña algo peculiar. Tras una abundante cena, los compases de "El Danubio Azul" de Strauss marcaron el inicio de una serie de actos que conforman lo que ha venido a llamarse orgía. Las consecuencias derivadas de aquella fiesta significaron el comienzo del fin para Atwill. Virgina López, diseñadora y chantajista, tenía a su cargo a una rubia adolescente de Minnesota que pronto quedó embarazada. Cuando la preocupada joven llamó a casa para pedir dinero, su padre viajó a Los Ángeles y se puso en contacto con la policía. El juicio no tardó en llegar.


Ante el tribunal, Virginia declaró que en aquella fiesta navideña la joven Sylvia, había recibido las atenciones de Atwill mientras se proyectaban películas porno. Pero la dudosa reputación de Virginia no jugó en su favor, y mientras ella acababa en la cárcel, el actor era absuelto. Aunque se libró de la cárcel por poco, Atwill fue condenado a cinco años de libertad vigilada. Pero sin duda lo peor es que había quedado marcado para siempre en la industria cinematográfica, sujeta por aquél entonces al férreo código Hays.
De esta manera, el hombre que se había ganado una sobresaliente reputación dando vida al "Doctor X" y convertirse en la némesis de Basil Rathbone en "El sabueso de los Baskerville" o de Bela Lugosi en "La marca del vampiro", se encontró de la noche a la mañana repudiado por la industria de Hollywood. Sin embargo, no se rindió, y consiguió ser admitido por los modestos Estudios Republic Pictures, con los que rodó un par de filmes de bajo presupuesto que le permitieron rehabilitarse y volver a Universal de la mano de Lon Chaney Jr y Boris Karloff en "La zíngara y los monstruos" y "La mansión de Drácula". A pesar de todos sus esfuerzos, su estrella se apagaba y el actor tubo que vivir sus últimos años haciendo pequeñísimos papeles y breves apariciones en películas para acabar relegado en una mísera productora, la Producers Releasing Corporation. Allí trabajó lo que le quedó de vida, dejándose la dignidad en películas rápidas de cinco días y de calidad ínfima. Murió con las botas puestas un 22 de abril de 1946 durante el rodaje del serial "Lost City of the Jungle", en el que interpretaba al super villano Sir Eric Hazarias. La última escena que llegó a filmar fue la de la muerte de su propio personaje.

  


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por ver esta página