28 de abril de 2017

Philippe Cazamayou, "CAZA"


El poeta del cómic


Siempre que hablamos de la época dorada de las revistas de cómic de ciencia-ficción y fantasía de los ochenta, siempre nos viene a la cabeza nombres como; Enki Bilal, Jean-Pierre Dionnet, Philippe Druillet, Paul Gillon o Moebius, pero pocas veces nos recordamos de Philippe Cazaumayou, "Caza", un artista de cómic francés que parece algo olvidado hoy en día, pese a haber sido uno de los estandartes de aquella época dorada del cómic europeo.

Nacido en París en el año 1941, Philippe Caza se erigió como uno de los grandes artistas en el campo de la ilustración y la historieta de corte fantástico. Su trazo limpio y bien delineado, que manifiesta claramente las influencias del cómic belga, puede verse en muchas de sus obras, las cuales llegaron a alcanzar fama mundial a través de revistas señeras como "Pilote", "Metal Hurlant" y su homónima estadounidense "Heavy Metal". Además Philippe también tuvo la oportunidad de expandir su trabajo en el cine de animación, con producciones como "Gandahar, los años luz", "Los niños de la lluvia", y "En la imagen del dragón". Sus otros reabajos creativos se volcaron hacia el campo de la literatura de ciencia ficción, ilustrando las obras de autores de la talla de Abraham Merritt, Jack Vance, Roger Zelazny, Edmond Hamilton y A. E. Van Vogt.

         

Poseedor de una sugerente prosa y de un estilo que nos recuerda al gran Moebius y otros habituales de "Métal Hurlant". Sus dibujos aportan las necesarias dotes de imaginación y fantasía a los personajes y entornos. Desde el modernismo y las vanguardias del pasado siglo, hasta los plasmas orgánicos y el entintado que combina los puntos y rayados de Moebius, desde Goya hasta Jack Kirby, la coctelera de influencias de Caza destila un resultado que lleva su impronta, dando a sus referentes una nueva vuelta de tuerca y ofreciéndonos un maravilloso catálogo de imágenes que nos da ese maravilloso mundo que vulgarmente se llama cómic.










Caitlin Hackett


Criaturas Celestiales 

"Me enfrento con el hecho de que vivimos en un planeta en decadencia, donde casi todos los ecosistemas naturales en el mundo se está marchitando. La especie humana ha creado un planeta de los refugiados, los animales obligados a huir cada vez más lejos de la invasión insaciable de desarrollo urbano, las víctimas de una guerra por el espacio que no pueden aspirar a ganar".

El surrealismo y la mitología son el pilar de las obras de la estadounidense Caitlin Hackett. Esta ilustradora Neoyorquina refleja a la perfección en cada uno de sus trabajos las fronteras que separan a los humanos de los animales, tanto física como metafísica, y cómo estos límites son deformados por la mitología, la historia y las creencias religiosas.

   

Tomando referencias gráficas de variadas culturas, la artista va trazo a trazo construyendo imágenes intrincadas, casi barrocas en forma y contenido; piezas que son una introspección del ser humano y su complejo vínculo con el mundo animal. De manera sutil, detallada y sublime, Caitlin hace referencia a los límites físicos y metafísicos entre el hombre y la naturaleza. Es así como inventando criaturas antropomórficas, Hackett nos invita a contemplar un mundo pseudo-mítico lleno de luces y sombras, y a reflexionar sobre las motivaciones qué nos han llevado como especie a negar nuestra animalidad y a definirnos como entes superiores.


Hackett crea un mundo de criaturas mutantes, y antropomorfas utilizando lápices de colores, carboncillo, tinta, acuarelas, bolígrafo..., aunque recientemente ha comenzado a pintar digitalmente algunas de sus obras. Con su trabajo intenta capturar la volátil relación humano-animal. Estas piezas son dignas representantes del vínculo natural del ser humano con la vida animal; salvaje, implacable pero hermosa y tierna a la vez. Hacket, va trazo a trazo construyendo intrincadas imágenes, como si su objetivo fuera construir hermosos laberintos naturales del interior del ser humano pero como resultado crea extrañas criaturas que nos invitan a contemplar la vida y los orígenes tiernos y violentos de un mundo lleno de luces y sombras. Los detalles de su obra son sublimes, melancólicos y excéntricos de manera prodigiosa.









La vida de los elfos


Autora: Muriel Barbery                                 

Editorial: Seix Barral



Si años atrás Muriel Barbery nos sorprendió cuando descubrimos la belleza de las pequeñas cosas de la mano de la pequeña Paloma y la inteligente portera Renée en "La elegancia del erizo", donde sus protagonistas invocaban la magia de los placeres efímeros para inventar un mundo mejor. Una novela en la que la imaginación, y su poder para redimirnos y dibujarnos una sonrisa, dominaba sobre el resto de sensaciones: ocurre así en su nuevo libro, "La vida de los elfos". 

Muriel Barbery cede de nuevo el protagonismo a una voz infantil, aunque en este caso sus personajes principales se multiplican: son dos las niñas cuyas voces se escuchan en "La vida de los elfos". Ambas comparten una edad similar, y ambas comparten también la misma época; sin embargo, aquí se acaban los puntos en común entre ambas... o no. María vive una existencia tranquila en un pequeño pueblo de la Borgoña, una región en el centro-noreste de Francia, mientras los días de Clara ganan en agitación: nacida y criada en los Abruzos, una zona montañosa en el corazón de Italia, su apabullante talento para la música anima a los suyos a que la niña se traslade a Roma para continuar estudiando.

Pero decíamos que algo más une a Clara y a María, y aquí cobra sentido el título de la nueva novela de Muriel Barbery. Tanto María como Clara están relacionadas, por circunstancias y métodos muy diferentes, a los elfos. La fantástica sensibilidad de Clara y María, dará pie a un mundo y una fábula llena de singular belleza y detalles oníricos. Sumergidas en esos detalles y en su inocencia, las niñas intentarán, con una mirada mágica, controlar a un elfo descarriado y salvar a la humanidad. Pero no nos dejemos engañar por el título, pues no es una novela fantástica al uso. Y es que, tal y como reza la contraportada del libro, en "La vida de los elfos", Muriel Barbery "demuestra una vez más su capacidad para iluminar la belleza escondida en lo que nos rodea."

Con un entramado de personajes que rodea a las dos protagonistas, tan distintas entre sí pero unidas por un lazo único que las hace indisolubles y que les pertenece solo a ellas. María y Clara conviven con guardianes, consejeros, hombres y mujeres reales, y el mundo fantástico de los elfos que transita de la realidad a la ficción con voluntad premeditada de estar siempre presentes. La autora lo ilumina todo con una luz especial e irreal. Una luz con sus sombras, sus fangos y sus voluptuosidades paisajísticas. Un resplandor que no nos pertenece porque es, en realidad, propiedad de un mundo brumoso, lleno de atajos y suelos pantanosos.

Muy bien escrita y con la magia necesaria y las piruetas justas para pasar de lo real a lo fantástico sin torcer en ningún momento la trama. Así es "La vida de los elfos", una historia dulce, poética y a la vez abrumadora que, con un trasfondo de candidez infantil, no deja que los adultos pierdan la condición de protagonistas. Muriel Barbery domina el arte de la pluma. Sabe de los vericuetos justos para agradar al lector. Es sensible sin ser cursi, es amorosa sin ser empalagosa. Es certera y punzante sin ser trágica. Muriel Barbery ha escrito una novela llena de poesía que se lee, a la vez, como una carta de amor a aquellos cuentos que nos leían antes de dormir.

21 de abril de 2017

Flor Garduño

La sensibilidad echa carne


Considera como una de las más destacadas representantes de la fotografía en Latinoamérica, Flor Garduño esta vinculada a una tradición de fotógrafos "poetas" (como buena discípula de Manuel Alvarez Bravo), su tema es la cultura popular mexicana pero llena de una sensibilidad artística que la ha hecho trascender las fronteras de su país y transformarse en una de las referencias más importantes de la fotografía contemporánea. 

Mientras estudiaba pintura en la Academia de San Carlos en 1977, Flor Garduño conoció a dos maestros de la fotografía que cambiaron su vida. La primera fue Kati Horna (1912-2000), la fotógrafa de guerra húngara que también exploró el surrealismo, el feminismo y la lucha de clases en México. Horna se convirtió en su mentora y le enseñó a explorar temas y movimientos sociales. Luego conoció al mexicano Manuel Álvarez Bravo. Estudiar fotografía con Manuel Álvarez Bravo (1902-2002), uno de los artistas más importantes de América Latina en el siglo XX, era como estudiar pintura con Picasso o piano con Glenn Gould. Cuando apenas era una adolescente, Garduño se convirtió en su asistente y se empapó del vasto conocimiento de las artes que tenía el maestro mexicano. Por dos años, afirmó, Álvarez Bravo no solo le explicó las habilidades técnicas, sino las características intangibles necesarias para convertirse en una artista.


Cuarenta años después Garduño desarrolla un estilo propio que es fácil de reconocer. Sus fotografía están siempre bajo una fuerte carga hacia lo orgánico desde las naturaleza muerta hasta desnudos, combinando en ocasiones con paisajes. Sus fotografías en blanco y negro son fascinantes y complejas. Garduño lleva al límite el lenguaje a blanco y negro. Los negros pueden ser intensos como la tinta o agrisados, lo que puede hacer que sus blancos sean brillantes o de matices más suaves.


Sus fotografías estan cargadas de misterio, belleza y poder de seducción. Retratos de mujer, animales marcados con oscuros simbolismos, escenificaciones que nos trasladan a espacios inciertos entre la realidad y la ficción… La fotógrafa mejicana nos sitúa ante una enigmática visión de la realidad, con imágenes repletas de intimidad. Flor Garduño, como todo fotógrafo, atrapa momentos singulares, visiones instantáneas. Pero cuando no los tiene a mano, los compone, los elabora y los instala cuidadosamente frente al lente de su cámara. Allí la intervención del artista interrumpe el mundo primigenio para mostrarnos las respuestas al origen de la belleza.


Misticismo o simple búsqueda, la foto toma una forma irracional de presencia, que la artista revela a través de elementos simples de la vida cotidiana que a veces trasciende. Hay una estrategia común a los encuentros entre esos elementos (flores, plumas, hojas, frutos) y las figuras femeninas que involucra. Lo que a primera vista parece solo circunstancial funciona casi como una meditación que le permite aproximarse al encuentro con una dimensión real del espacio que fotografía.


En sus fotografías es posible intuir que se han formado a partir de un gesto intimo, un gesto privado. Ese gesto, permite a Garduño construir una imagen cargada de sentimiento que le confiere una visión muy personal del desnudo. Ningún efecto de encuadre exagerado invade la imagen, solo los contrastes de negros y blancos permiten que trascienda la inmediatez del cuerpo. Sin privilegiar el detalle, sin efectos especiales, ni flash llamativo que estalla sobre los rostros. Frente al objetivo, solo los cuerpos desnudos, que aparentan abandonarse con una total sencillez, dialogan entre sí, a través del poder sugestivo de la imagen.












12 de abril de 2017

Manchester frente al mar

(Manchester by the Sea) 2016                                                 Director: Kenneth Lonergan                                                                                      Reparto: Casey Affleck, Michelle Williams, Kyle Chandler, Lucas Hedges, Tate Donovan,Erica McDermott, Matthew Broderick, Gretchen Mol, Kara Hayward... Guión: Kenneth Lonergan                                                                                   Fotografía: Jody Lee Lipes                                                                    

"Nadie puede librar a los hombres del dolor, pero le será perdonado a aquel que haga renacer en ellos el valor para soportarlo".                                                                 (Selma Lagerlof. Escritora sueca.)                                                                                                                                                                              
El perdón y el valor de soportarlo es lo que busca Lee Chandler, el personaje al que Casey Affleck dota de vida en cada plano de "Manchester frente al mar", una película de una elegancia conmovedora quue nos introduce en los terrenos de la culpa y la pérdida hasta estallar en un grito de rabia sordo. Y donde Casey Afeck materializa su tortura íntima desde la contención, a través de la mirada. Una mirada hacia el abismo en la que no hay espacio para la redención.

El silencioso Lee Chandler (Casey Affleck) sobrevive como puede trabajando como conserje. Su vida cambia por completo cuando, tras la muerte de su hermano mayor, es designado como único tutor legal de su sobrino de 16 años Patrick (Lucas Hedges). Es entonces cuando debe trasladarse a su pequeño pueblo natal para hacerse cargo del adolescente, que se niega a renunciar a su vida y mudarse a Boston con su tío. El regreso obliga a Lee a hacer frente a un pasado tormentoso, con la pesada carga de la culpa, además de su complicada relación con su exesposa Randi (Michelle Williams).


Con una estructura quebradiza en lo temporal y de desarrollo paciente asistiremos a la incapacidad de Lee para asumir el rol de figura paterna que su sobrino Patrick con total naturalidad acepta mientras descubrimos mediante flashbacks y cuchicheos de los habitantes del pueblo las trágicas causas que se lo impiden. El guión es implacable respecto de su final. El director y guionista Kenneth Lonergan dibuja de manera rápida y concisa tanto la personalidad de Lee como la de Patrick, así como la atmósfera del pueblo y, en general, la base de la película. Mediante el uso de flashbacks conocemos el pasado de Lee, cuando aún no era un hombre triste y asfixiado por el remordimiento que se había prohibido ser feliz. No conocemos las causas, pero si las consecuencias. Lonergan vuelve a temas recurrentes de su filmografía, como la culpa, el remordimiento o los cambios que provoca la muerte en las relaciones familiares.


Kenneth Lonergan apoya su drama fundamentalmente en la construcción de su personaje principal: un hombre que no desea regresar a la comunidad en la que nació y creció por motivos que iremos descubriendo a lo largo de la película, pero que tenía en el pasado una estrecha relación con su hermano y su sobrino. Ese es el filo hilo que une el comienzo y el final dándole un completo sentido a la trama. El mundo interior de los personajes, especialmente del protagonista, es tratado con respeto y profundidad psicológica. Rechazo frontal a composiciones llamativas o exageradas situaciones y realismo son las claves de una película más cercana al naturalismo del mejor Linklater de lo que podría parecer a primera vista. Esto es posible gracias a actores a la altura, que saben desenvolverse en papeles lejos de la sencillez interpretativa. Casey Affleck demuestra ser un gran actor, alcanzando al fin la mesura necesaria que llevaba ensayando durante años. Está en lo más alto de su carrera y lleva el peso de la película. Ademas el resto del reparto también brilla con luz propia; la encantadora Michelle Williams tiene poco tiempo en pantalla pero es suficiente para definir el dolor de su personaje, sus motivaciones y sus miedos, y marcar un desarrollo fantástico en el que vemos aflorar el odio y el arrepentimiento. Kyle Chandler está solvente como siempre, en una interpretación irreprochable con sus escasos pero imprescindibles minutos en pantalla. Y por último, la sorpresa de la cinta: un Lucas Hedges que no sólo cumple sino que consigue el mismo nivel de veracidad con su interpretación que sus compañeros de reparto, lo cual era imprescindible para no dinamitar la cercanía de la cinta al espectador. No hay reproche posible que hacer sobre las pulidas interpretaciones.


Accedemos al drama de "Manchester frente el mar" como espectadores impotentes de un naufragio, desde tierra, siempre incapaces de comprender el sufrimiento de los que han sido vencidos por las aguas y la película no intenta hacernos empatizar con ese dolor sino hacérnoslo llegar desde el estado de shock solo para que veamos hasta qué punto la vida de un hombre ha cambiado por un cruel guiño del destino y no podrá reponerse jamás, porque sencillamente, hay infiernos de los que no se sale.

"Manchester frente al mar" es un valor seguro para cualquier persona que disfrute Cine. Se aleja del melodrama arquetípico para aportar algo nuevo y contar una historia con sentimiento pero también humor. Es una propuesta sólida, coherente y original, preciosa y conmovedora. Es también una película tan triste como honesta y cercana. Un ejercicio de buen cine sincero que, si bien no es una maravilla irrepetible, sí que es una pequeña joya y una de las mejores películas del año.

El resto, es tristeza pura, desolación emocional, dolor, vida.