11 de abril de 2017

Alida Valli

La serena nobleza de una actriz 

Hoy recordaremos a una de esas actrices endiabladamente guapas, que te seducen desde la pantalla por su belleza, su aparente desdén, su clase y, sobre todo, por una capacidad interpretativa incuestionable. Estamos hablando de Alida Valli... Puede que para algunos el nombre de esta bella actriz no les suene, pero tal vez recuerden a un Gregory Peck fascinado por el inquietante misterio que desprendía la fría belleza de la viuda Magdalena Paradine en "El proceso Paradine" (1947) de Hitchcock o el hermoso final de “El tercer hombre” (1949) de Carol Reed, donde una altiva Alida Valli cruza la pantalla mientras suena la cítara de Antón Karas y la sigue, o la persigue desesperadamente, la mirada de Joseph Cotten.
De fina sensibilidad y belleza inteligente, Alida Maria Laura von Altenburger nació en Pola, en la antigua región italiana de Istria (hoy Croacia). De familia noble y culta, la adolescente ingresa para cursar estudios en el Centro Sperimentale di Roma, la factoría ideada por Mussolini para poner en marcha el cine fascista. En 1936, participo en la película "Il capello a tre punte", pero aún tendrían que pasar cinco años antes de que la joven Alida se consagrara con el premio a la mejor actriz femenina del Festival de Venecia de 1941 por su creación de la Luisa Rigey de "Picolo Mondo Antico", de Mario Soldati. la actriz obtiene una gran popularidad y se convierte en una de las "novias de Italia" más amada por el público.

    

En 1947 el todopoderoso David O. Selznick la contrata para dar vida en Hollywood a la Magdalena Anna Paradine de "El proceso Paradine", dirigido por Alfred Hitchcock. Un año más tarde actúa con Frank Sinatra en "El milagro de las campanas", de Irving Pichel, y en 1949 comparte cartel con Orson Welles y Joseph Cotten en la magnifica "El tercer hombre", de Carol Reed. Pero desilusionada por su escaso reconocimiento en Holltwood, vuelve a Italia donde interpreta el papel más importante de su carrera y con el cual obtiene un puesto de honor en la historia del cine italiano. Su belleza, la inteligencia y la distinción natural de la actriz brillan en toda su gloria interpretando a la condesa Livia Serpieri, apasionada y atormentada protagonista de "Senso" (1954) de Luchino Visconti. Rehabilitada de alguna manera por Visconti, en 1957, Alida Valli protagoniza "El grito" (1957) de Michelangelo Antonioni. Su creación de Irma resulta conmovedora.
   

 Ya en su madurez, se afianza su colaboración con Bernardo Bertolucci, con el que rueda "La estrategia de la araña" (1970), "Novecento" (1976) y "La Luna" (1979). La belleza inteligente que tanto llamó la atención en sus primeras creaciones, con los años se fue transformado en una suerte de inquietud contenida que evocaba las maldades más arcanas, siempre entre lo irreal y la decadencia. Su extraña belleza y su innegable magnetismo para la cámara se apaga un 22 de abril de 2006, la actriz falle en Roma a la edad de 85 años. Realizó más de 120 películas y ha sido una de las grandes actrices del cine italiano, y decir eso en una filmografía que posee a Pola Negri, Francesca Bertini, Sophia Loren, Anna Magnani, Silvana Mangano o Claudia Cardinale, entre muchas otras, es decir mucho. Quizá ninguna tuviese su refinamiento, su hipnótica belleza, su inclinación dramática y una vida interior amasada con valentía, ira, voluptuosidad y menosprecio por lo inmediato. Por todo esto Alida Valli se merece ser recordada como la hermosa e inalcanzable mujer que pasa con la altivez de una noble dama ante Joseph Cotten mientras llora la cítara.

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