El sueño eterno de una gran actriz
Este pasado 19 de enero y cuando tal día como hoy estaba a punto de cumplir 93, nos dejaba Dorothy Malone, una de las grandes estrellas femeninas del cine de los 50 y 60. Los aficionados la recordaran siempre como una sensual rubia platino, de rostro anguloso, pero también como una actriz de notable talento, que realizó brillantes interpretaciones junto a directores de la talla de Douglas Sirk,Raoul Walsh, Howard Hawks o Robert Aldrich.
De morena o de rubia, Dorothy Malone fue una de las presencias femeninas más atractivas del Hollywood de los años 40 y 50. Fue una actriz que supo sacarle el máximo provecho a una belleza innata que se ajustaba a la perfección a las necesidades de Hollywood. Su espléndida figura, mucho más sensual que voluptuosa, sus brillantes ojos azules y una de esas cabelleras rubias que parecían hechas a la medida de lo que buscaban los grandes estudios de Hollywood, fueron sus armas de seducción en la pantalla. Con ellas logró en su esplendor alcanzar reconocimiento como una de las mejores mujeres fatales del cine de su tiempo.
Había nacido como Dorothy Elois Maloney en Chicago, el 30 de octubre de 1925 y pronto mostró sus condiciones desde pequeña, con pequeños papeles en obras escolares y como modelo fotográfica infantil. Hasta que un agente de los estudios RKO la descubrió a los 18 años y la convenció de firmar su primer contrato. Las películas iniciales en las que apareció incluían en los créditos su apellido real que cambió por el definitivo de Malone cuando se incorporó a los estudios Warner en 1945.
Sus mejores personajes eran mujeres de irresistible poder de seducción, pero al mismo tiempo capaces de hacer el mal y de sufrir por sus excesos. El momento cumbre de la carrera de Dorothy Malone fue el Oscar a la mejor actriz de reparto que conquistó en 1956 por interpretar a una suerte de ninfómana frustrada en "Escrito en el viento", uno de los grandes melodramas de Douglas Sirk. Pero fue en "El último refugio" (Raoul Walsh, 1941) donde Dorothy dejó por primera vez constancia de su perfil de malvada. Nada que ver con las deliciosas colaboraciones de la actriz en las comedias musicales al servicio de Dean Martin y Jerry Lewis en las que participó. "Una herencia de miedo" (George Marshall, 1953) fue la primera de ellas. La siguiente, "Artistas y modelos" (Frank Tahslin, 1955) volvió a elevar a Dorothy a uno de los grandes títulos del Technicolor. Por aquellas fechas, la interprete ya era una de las rubias platino que marcaban la pauta en Hollywood mientras enamoraba a los vaqueros más duros del western.
Hasta que llegó al mejor papel de su carrera, el que le dio el Oscar, su destino parecía similar al de la mayoría de las figuras del cine de su tiempo: pasar del drama al musical y de la comedia al western, según las necesidades de los estudios. Hasta que empezó a llamar la atención, conforme se afirmaba en Hollywood y pasaba el tiempo, como una actriz de grandes dotes dramáticas y una belleza madura que jamás pasaba inadvertida, en la que se mezclaban la fortaleza y la inestabilidad emocional. Con el tiempo nunca pudo repetir el esplendor de aquéllos primeros triunfos artísticos. En los 60 su belleza y su carrera se estaban marchitando y paso por películas apenas discretas (entre las que apenas sobresalió "El último atardecer", de Robert Aldrich, en 1961), por lo que como otras tantas estrellas de su tiempo probo suerte en la TV, donde cosecho un gran éxito con la serie "Peyton Place", donde hacía de madre de Mia Farrow. No tuvo reparos en formar parte de películas de serie B en los 70 y 80, como "Explosión Galáctica" y "El ser". Hasta llegar a trabajar en España en 1987 en la cinta de terror "Descanse en piezas", de José Ramón Larraz.. Su último papel fue en la sobrevalorada "Instinto básico".
Pero por encima de todos estos grandes titulos siempre la recordaré por un pequeño pero muy notable papel en ese clasico y legendario titulo llamado "El sueño eterno" de Howard Hawks. Aún era ingenua y morena pero poseedora una belleza algo picara. La actriz aparece rabiosamente hermosa en una divertida secuencia en una biblioteca junto a Bogart. La escena no estaba en la novela original de Raymond Chandler en la que se basa el filme, ni tampoco en el guión.
Tal y como recordaba Howard Hawks en su biografía: "La improvisamos sobre la marcha. Y la rodamos únicamente porque la chica era condenadamente guapa y tenía un enorme talento". "Tenía que entregarle un vaso a Bogar pero estaba tan nerviosa al servir la bebida que le temblaban las manos. Así que paramos para comer e hice que el atrezzista pusiera un pedazo de plomo en el fondo del vaso para que pudiese sujetarlo. Y, ¿sabe? La gente recuerda esa escena. No era así como estaba escrita ni mucho menos. La hicimos solo por lo condenadamente guapa que era la chica".
Para aquellos que quieran recordar esta maravillosa escena de la librería junto a Humphrey Bogart, aqui les dejo el enlace para maravillarnos de las insunuantes miradas y brillantes dialogos de una gran actriz...
Tenía solo 21 años y era su película número 14. Ella sola iluminaba la secuencia y como dijo Hawks era condenadamente guapa. Después la vi en grandes películas, ganó un oscar y se tiñó de rubia, pero nunca me gustó tanto como en aquel papelito que hicieron a medida para ella y con el que siempre la recordare.
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