4 de octubre de 2018

Toni Curtis

Más allá de una cara bonita 


Ser guapo en Hollywood no es garantía de que todo saldrá bien, pues se necesita más que eso para ganarse el respeto en la meca del cine. Al principio y por su perfil de galán, a Tony Curtis se le consideró como un actor superficial y poco digno de grandes e importantes papeles. Sin embargo, Curtis tenía un don y demostrando una versatilidad insospechada logró callar a muchos.
Bernard Schwartz o como era más conocido Toni Curtis era Dios en los años cincuenta. Era el más bello de los actores más dotados de talento, sabía hacer reír y llorar. -"A ver quién le pegó a Burt Lancaster, le sacó el ojo a Kirk Douglas y le levantó dos chicas a Jack Lemmon"-, recordaba el actor. Lo que para Bernard Schwartz era imposible, a Tony Curtis le costaba únicamente un chasqueado de dedos: lo que se obtiene con un cambio de nombre. Nunca ganó un Oscar, pero estuvo nominado por su papel como convicto fugado en "Los fugitivos". Fue considerado como el primer hombre que usó los estereotipos de la belleza femenina en su imagen: cejas depiladas, pestañas largas para resaltar sus ojos azules y labios gruesos.
Pero Tony Curtis era mucho más que una cara bonita, mucho más que ese anciano con aspecto abotargado y decadente que se dejaba ver ocasionalmente durante sus últimos años. Tony Curtis fue un excelente actor, de físico impresionante y portentosa voz al que se le negó el prestigio que merecía porque se insistió una y otra vez en considerarle un guapo al uso antes de un intérprete de grandes cualidades. Solvente en el drama y elegante en la comedia, se le encasilló siempre como irremediable galán en una filmografía que abarca cerca de 140 títulos, de los cuales sólo algunos son verdaderamente destacables.

                                                                                                                                                Hoy recordaremos la figura de una actor que se empeñó en demostrar que detrás de unos profundos ojos azules se escondía un gran actor. Nacido en el profundo Bronx de Nueva York un 3 de junio de 1925, la vida del joven Bernard Schwartz no fue nada fácil, hijo de judíos húngaros. Bernard compartía habitación con sus tres hermanos y de vez en cuando recibía palizas de su madre, enferma de esquizofrenia. En la Gran Depresión, Bernard y su hermano Julius (que moriría atropellado por un camión en 1938) estuvieron internos en un colegio para niños pobres. Allí Bernard aprendió a cubrirse la cara, porque intuía que sería su pasaporte para salir de la miseria.


Tras pasar por la Armada estadounidense en 1943, decidió meterse a dar clases de interpretación para convertirse en actor. Tenía 22 años y el aspecto de un joven Elvis Presley: un agente le vio en el teatro y medió para que obtuviera un contrato de siete años con Universal. Ahí cambió de nombre y, tras un dubitativo James Curtis, se rebautizó como Anthony Curtis. Obtuvo su primer contrato de los estudios Universal y hizo su debut en Hollywood en 1948 con "City Across the River" de Maxwell Shane, luego vendrían títulos como la extraordinaria "El abrazo de la muerte" (1948) de Robert Siodmak, la exótica "Su alteza el ladrón" (1951) de Rudolph Maté, su primer gran éxito "El gran Houdini" (1953) donde conoció a la primera de sus seis esposas y la más famosa, la actriz Janet Leigh, madre de las actrices Jamie Lee y Kelly Curtis. 

Ahí arrancó una larga e irregular carrera fílmica, que en un principio se acompañó de una controladísima exposición mediática. En aquella época, donde los grandes estudios manejaban con pulso firme la imagen que proyectaban sus estrellas era fácil ver a Tony Curtis posando en su cocina con Janet, en alguna revista femenina o de cine. Tras el revuelo que su matrimonio con Janet provocó, empezaron a sucederse los éxitos.
Es la década de los 50 y es la época de "Fugitivos", "Chantaje en Broadway" (donde demostraría que tras ese galán se escondía un actor capaz de convertir su dulce mirada en la aviesa mirada de un frió y calculador arribista). Pero su gran interpretación en "Chantaje en Broadway" no consiguió que los estudios viesen más allá de su cara bonita, por eso fundó su propia productora, y con ella, junto a Kirk Douglas, levantó en 1958 "Los vikingos", de Richard Fleischer. Ese mismo año recibió su única candidatura al Oscar, con "Fugitivos", de Stanley Kramer. El final de la década la cerro con un broche de oro, nos estamos refiriendo claro está a "Con faldas y a lo loco" (1959), una película que marcaría para siempre el recuerdo que de él tienen los cinéfilos. Del rodaje de aquella película, su director, Billy Wilder, recordaría años más tarde los apuros que pasaba el tímido Curtis, travestido de mujer, durante las pausas para comer. Mientras Jack Lemmon, su coprotagonista, se exhibía risueño con medias y tacones, Curtis, cohibido, buscaba refugio en su camerino.

       

Después hubo tiempo para otros grandes títulos como; "Espartaco", "El gran impostor", "Taras Bulba" o "La carrera del siglo" y para muchas otras fiestas, adicciones y matrimonios, hasta su último gran éxito: "El estrangulador de Boston". Era 1968 y la época dorada de Curtis decaía al ritmo que lo hacía Hollywood... Curtis continuo encadenando viajes, borracheras, esposas, películas que no lo merecían, y, en los últimos años, para escándalo de sus fans, desastrosas operaciones de cirugía estéticas. 


Entre tanto, Curtis tuvo tiempo de dedicarse a la pintura (su gran pasión, con el permiso de las mujeres) y a escribir su autobiografía donde daba suculentos detalles de tiempos mejores donde amo a Marilyn Monroe y disfruto de la vida devorando todo cuanto se le ponía por delante: mujeres, automóviles (llegó a tener uno por cada día de la semana, entre los más costosos y también los más ostentosos, enormes con colores chillones), casas, viajes, amigos, licores, drogas, ropa y todo lo que en esa época representaba la gloria del cine.

      

Es cierto que a nivel actoral, hay actores que lo superan y que han tenido o tienen mejor registro dramático o cómico que él. Pero si hay algo por lo cual destacó, fue por su natural carisma, sus notables actuaciones tanto en el drama, acción y comedias, y su calidad de estrella de cine, en una época en la cual ese término no estaba tan devaluado como ahora, en donde por una o dos películas taquilleras, ya se adquiere ese calificativo. Y si agregamos por todas las circunstancias personales por las que pasó en su vida –que a muchos otros los hubiera derrumbado para siempre-, podemos estar ante el caso de alguien que fue un sobreviviente más allá de sus profundos ojos azules y de su cara bonita.




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