11 de junio de 2018

El castillo de Dragonwyck

(Dragonwyck) 1946                                                                Director: Joseph L. Mankiewicz                                            Reparto: Gene Tierney, Walter Huston, Vincent Price, Glenn Langan, Spring Byington, Connie Marshall, Harry Morgan, Vivienne Osborne, Jessica Tandy.                      Guión: Joseph L. Mankiewicz                                                  Fotografía: Arthur C. Miller


En 1946 uno de mis reverenciados directores, Joseph L. Mankiewicz debutaba con la película "El castillo de Dragonwyck", protagonizada por el reverenciado Vincent Price y una guapísima Gene Tierney, la cuarta y última participación juntos en un film de Vincent y Tierney y que tras la inigualable "Laura", sea probablemente la mejor de todas sus colaboraciones. Y no es de extrañar, ya que tras las cámaras se encontraba un "novato" pero eficaz Joseph L. Mankiewicz, que volvería a dirigir a la divina Tierney un año después en esa también maravillosa película titulada "El fantasma y la señora Muir".

El enorme Joseph L. Mankiewicz, antes de entregarnos sus grandes obras maestras y de regalarnos una de las más grandiosas filmografías de la historia del cine, debutó en 1946 con "El castillo de Dragonwyck", que, a pesar de contar con un excelente reparto y una cuidadisima ambientación que alterna lo glamuroso y lo siniestro sin fisuras, se muestra como una película algo irregular, pero aún así podemos sorprendernos por la presencia, aún en estado embrionario, de algunos de los motivos más característicos del cine de Mankiewicz: los escenarios opresivos, los personajes atormentados, los tiempos suspendidos, la transparencia de estilo y por encima de todo, la importancia definitiva de la palabra.


El filme narra las desventuras de la joven Miranda (Gene Tierney), una humilde hija de granjeros que, tras ser invitada a la lujosa mansión de Dragonwyck por un primo lejano, Nicholas (Price), descubre el mundo fastuoso y vetusto de la familia Van Rin, un reducto de las grandes familias aristocráticas europeas, incapaces de soportar el paso del tiempo y la pérdida de sus regios derechos. Tras el fallecimiento de la débil esposa de Nicholas, éste contrae matrimonio con la fascinada Miranda quien no sabe hasta qué punto puede llegar la obsesión de Nicholas por perpetuar su especie y por recuperar el esplendor perdido de su misteriosa familia.

Puede que las lecturas y mensajes sociales de la película pueden parecernos de lo más obvias y maniqueas (algo impropio de la brillante pluma de Mankiewicz), para presentaros al caduco y anacrónico, atormentado y escéptico Nicholas Van Ryn, un malsano, maquinador y enfermizo terrateniente. Por contra, Miranda representa el presente y el futuro que se dejará tentar por las sucias triquiñuelas de Van Ryn. Todo ello aparece vestido con los elegantes ropajes del thriller gótico americano, corriente que nació tras el éxito de "Rebeca" (1940) y que posteriormente diferentes directores nos ofrecieron joyas como "Alma rebelde" (1944), "Luz que agoniza" (1944) o "La escalera de caracol" (1945), todos ellos filmes de ominosa ambientación gótica (casas malditas, almas en pena y secretos ocultos) y protagonizados por desvalidas heroínas, que combinan elementos heredados tanto de la narración de terror como del melodrama.

Como ya hemos dicho y más allá de sus "pequeños fallos" Mankiewicz nos regala un cine repleto de recursos sugestivos. Como ejemplo de estas bellas soluciones visuales podemos citar el sugestivo uso de la voz en off (seguida de unos espectrales planos de la mansión deshabitada) en la secuencia de la presunta aparición del fantasma (un extraordinario segmento en el que se demuestra que un auténtico momento genuinamente fantastique se consigue mediante el uso acertado y misterioso del lenguaje visual, más allá del material narrativo que se maneje); leves angulaciones, elegantes travellings, elipsis provocativas, panorámicas descriptivas y esporádicos primeros planos, que acompañan el devenir psicológico de los personajes y apoyan (aunque nunca subrayan) los distintos conflictos que emergen entre Gene Tierney, Vincent Price, dos importantes alicientes para recuperar la memoria de "El castillo de Dragonwyck", un film que encantará a los admiradores del cine clásico y a los seguidores del género de terror psicológico y ya de paso, valorar y recuperar los excelentes detalles visuales que muestran la temprana categoría de un cineasta que aún tenía que ofrecer algunas de las más grandes obras maestras del séptimo arte.








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