23 de junio de 2018

Mis directores favoritos

(capítulo 1)


Howard Hawks


A simple vista, puede parecernos que a diferencia de Fritz Lang, Orson Welles o Stanley Kubrick (por decir solo tres directores de tres épocas), que pretendían hacer del cine un arte, el cine de Howard Hawks no tiene más aspiraciones, ninguna más, que la de hacer pasar al espectador un rato entretenido. Frecuentemente lo consigue y es por eso (y por otros motivos, que contaré más adelante) que merece ser el que encabece esta primera reseña sobre mis directores favoritos.
Se ha dicho, con razón, que Howard Hawks es un "buen artesano", una calificación que admito solo si le la considera un merecido elogio. Porque entretener, en el fondo, no es malo. Claro que entretener y "formar", es mejor. Pero Hawks era americano y todo lo que no fuese eminentemente práctico le importaba bien poco. Algo que dejo bien patente cuando dijo que -"Todo lo que hago es contar una historia. No la analizo ni pienso demasiado en ella. Trabajo sobre la base de que si a mí me gustan unas personas y me parecen atractivas, puedo hacerlas atractivas. Si creo que una cosa es divertida, entonces la gente se ríe con ella. Si creo que una cosa es dramática, el público también lo cree. No me paro a analizarlo. Sólo hacíamos las escenas que eran divertidas de hacer. Creo que nuestro trabajo es entretener"-.

Cary Grant entre Jean Arthur y  Rita Hayworth en "Sólo los ángeles tienen alas" (1939)
   
Tras la aparente sencillez de las películas de Howard Hawks se esconde un paciente y minucioso trabajo de dirección, guionización y fotografía. No se ve, no se nota, pero está ahí... Por eso Howard Hawks sostenía que el espectador no debe notar el movimiento de la cámara, ésta tiene siempre que estar a la altura de los protagonistas, evitar picados y contrapicados. Es una forma extremadamente sencilla de contar las películas, pero, al mismo tiempo, en esa sencillez radica una enorme dificultad. Los actores deben ser brillantes, buenos actores, deben conocer su oficio, todo depende de ellos; los guionistas deben ser ágiles, conscientes de que el público se cansa de los diálogos cargados de "mensaje".

Rosalind Russell, Cary Grant y Ralph Bellamy en "Luna nueva" (1940)
Si la analizamos detenidamente, la legendaria carrera de Howard Hawks (1896-1977) no es tan dilatada en títulos como en el caso de otros maestros contemporáneos suyos. Es decir, en comparación con la filmografía de cualquier director prolífico de la actualidad, sí fue fecunda, pero no si tenemos cuenta que en los años treinta y cuarenta los sistemas de producción de Hollywood permitían a un cineasta de renombre filmar dos o tres películas en un año. Durante los años treinta, aún sin estar bajo contrato de ningún estudio, o quizá precisamente por ello, filmó nada menos que trece largometrajes, más tres sin acreditar. En los años cuarenta, nueve largos, más dos dos sin acreditar. Y en los años cincuenta siete. Aún así no da la sensación de que su genio creativo se fuera apagando con el tiempo, sino que en una sola película contaba lo que antes en tres, y que depuraba su estilo con pasos de gigante.

"Bola de fuego" (1941)
Entre su filmografía se encuentran películas propias del género negro, westerns, comedias de enredo, frivolidades varias, películas de aventuras. No hay género que no haya tocado en algún momento de su vida. Filmaba aquello que los estudios le solicitaban que filmase. En el fondo, hay que comer todos los días y aunque Hawks era un niño bien, nacido en una familia pudiente, fue educado en el trabajo. A pesar de que en su juventud, lo que verdaderamente le interesaba era la aviación.

Lauren Bacall enseñando a silbar
a Humphrey Bogart en
"Tener y no tener" (1944)
Nació en 1896 en Los Ángeles, el joven Howard Hawks se aficionó a pilotar coches y aviones. Después de la I Guerra Mundial comenzó a trabajar en Hollywood como montador, guionista y productor hasta que en 1926 dirigió su primera película: "El espejo del alma". Muy pronto se ganó la confianza de la industria como un director eficaz que siempre se ajustaba al presupuesto. Esta confianza le permitió producir casi todos sus filmes. De su obra han quedado 47 películas, 23 guiones y 21 películas en las que actuó como productor. 

Trabajó, sin duda, con los mejores actores de su tiempo y tuvo como guionistas a grandes de la literatura (Hemingay, William Faulkner o Raymond Chandler). Entre sus películas más notables vale la pena reseñar a "La escuadrilla del amanecer" (1930), "Scarface, el terror del Hampa" (1932), "La comedia de la vida" (1934), "La fiera de mi niña" (1938), "Sólo los ángeles tienen alas" (1939), "Luna nueva" (1940), "Bola de fuego" (1941), "Tener y no tener" (1944), "El sueño eterno" (1946), "Río rojo" (1948), "La novia era él" (1949), "El enigma de otro mundo" (1951), "Me siento rejuvenecer" (1952), "Los caballeros las prefieren rubias" (1953), "Río Bravo" (1959), "Hatari" (1962), "El Dorado" (1966) y "Río Lobo" (1970), todas ellas tienen su sello, su particular firma que las hace totalmente personales cuando en las pantallas vemos unos diálogos pronunciados a velocidad de vértigo, recordamos que ésa era una de las claves que hacen de sus películas joyas imperecederas del cine. Un cine que fue uno de los máximos responsables de inocular en vena mi pasión por el séptimo arte en aquellas gloriosas tardes de sesión doble.

Howard Hawks y Angie-Dickinson
luciendo sus interminables piernas
durante un descanso de "Rio Bravo".
Murió el 26 de diciembre de 1977, a los 81 años, en la localidad californiana de Palm Springs, pero su huella permanecerá eternamente 
indeleble entre nosotros .


















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