Muchos años antes de que George A. Romero nos salpicara de sangre y vísceras con sus zombies, existió dos hermanos ( Edward y Victor Halperin) que se propusieron darle vida a esos simpáticos no muertos de peculiares gustos gastronómicos. La película que hoy nos ocupa se estrenó en los Estados Unidos un 4 de agosto de 1932, y fue la responsable de iniciar el titubeante andar del muerto viviente en el séptimo arte, esa película fue bautizada con el prosaico nombre de "White Zombie", afortunadamente en nuestro país (más proclive al verso y a las florituras) se la llamo "La Legión de los Hombres sin Alma".
Realizada por los Hermanos Halperin (Victor, director, y Edward, productor) y apadrinada por la productora United Artists, "La legión de los hombres sin alma" se convirtió (a pesar de sus encantadoras deficiencias) en todo un clásico. Su estilo, que recuerda a su contemporáneo Tod Browning, forma parte fundamental de ese universo del primer terror fílmico, plagado de castillos centroeuropeos, nubes de humo, damiselas en peligro y aparatosas sobreactuaciones. Este último rasgo, prodigado generosamente por el maestro de la oscuridad, Bela Lugosi.
El filme fue un producto menor en su época, aunque se convirtió en objeto de culto desde muy pronto. Los hermanos Halperin encontraron la inspiración en la obra de teatro de Kenneth Webb, que se estrenó en Broadway en febrero de 1932 y tenía como referente la novela La Isla Mágica, de William Seabrook. La historia nos cuenta las desventuras de Neil Parker (John Harron) y Madeleine Short (Madge Bellamy), una joven pareja que viajan a Haití invitados por el terrateniente Charles Beaumont (Robert Frazer), para celebrar su matrimonio. Sin embargo, Beaumont está enamorado de Madeleine y guarda oscuras intenciones respecto a nuestra heroína. Al ser rechazado, acude al hechicero de vudú local, Legendre (Béla Lugosi). Su plan es que Legendre la convierta en zombi, se la declare muerta y se la entierre, para así poder poseerla. Sin embargo, Legendre tiene sus propios planes para Madeleine y para Beaumont.
Visiblemente influenciada por el cine expresionista alemán, la estética sombría y la atmósfera malsana de la película nos ofrecen la parte más nutritiva de esta propuesta. La escenografía y el trabajo de fotografía consiguen generar un estilo visualmente barroco, de atmósferas densas y cargantes, con enormes acantilados pintados y castillos góticos, de una estilización arcaizante, obligados por las estreches de un modesto presupuesto. Entre los elementos técnicos destacables, podemos mencionar la iluminación expresionista, utilizada como vehículo para amplificar la expresividad del miedo, las sobreimpresiones de los ojos de Lugosi o la toma desde el interior del nicho, donde está el féretro de la joven dormida, que resalta entre la lisura de la realización. En general presenta una factura bastante irregular, que se decanta por una planificación sencilla, llevada con gran tino y elegancia por los hermanos Halperin, aunque se acredite solo a Víctor.
Es especialmente remarcable el trabajo de Victor Halperin, su labor resulta brillante e ingeniosa, busca en todo momento sintetizar la esencia del guión y realiza un alarde técnico, que le permite experimentar con muchos elementos diferentes; de esta manera los primeros planos y contrapicados son utilizados para resaltar al personaje de Lugosi, la superposición casi constante de interiores (la seguridad) y exteriores (la amenaza) logra crear la atmósfera adecuada de inquietud, se saca de la manga la división de la pantalla para acentuar el dramatismo de ciertas secuencias, distorsiona las imágenes en el proceso de zombificación de la protagonista. En fin todo un trabajo pensado por y para favorecer el desarrollo de la historia, todo un tour de force del cual Halperin sale inmaculado.
Como no podía ser de otra manera, la presencia de Bela Lugosi aumenta varios enteros la calidad del film. Desarrollando su personaje de Legendre hasta límites insospechados, su repertorio de miradas y gestos histriónicos es digno de enmarcarse, su sola presencia llena la pantalla de un aura amenazante, maligna, realmente luciferina, consiguiendo que todos los acontecimientos se centren en su persona. Y es que, amigos, Lugosi sólo hay uno y en ésta película está perfecto.
En definitiva, una producción independiente de bajo presupuesto que, no obstante, deviene en una perfecta joya del cine fantástico, que marco el camino a seguir para futuras producciones y que invento (junto a la inolvidable "Yo anduve con un Zombie" (1943) del gran Jacques Tourneur), muchas de las esencias del zombie moderno, incluido su clásico lento caminar. No se puede pedir más, una película fascinante y referencia ineludible para cualquier aficionado al cine de terror de aquellos tiempos.
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