La mirada de Nueva York
"Una fotografía no es una pintura, un poema, una sinfonía ni una danza. No es únicamente un cuadro bonito, ni el ejercicio de una contorsionista…La fotografía es, o debería ser, un documento significativo, una declaración penetrante que se podría describir con un simple término: selectividad." (Benenice Abbott)
Decía Berenice Abbott que la fotografía no nos enseña a expresar nuestras emociones, enseña cómo mirar. Ella siempre tuvo clara su vocación artística. A los 20 años de edad, tomó la determinación de trasladarse desde su ciudad natal Springfield a Nueva York para estudiar escultura en el Greenwich Village, compartió apartamento con Djuna Barnes y entabló amistad con Man Ray y Marcel Duchamp antes de que estos se trasladaran a París, entonces capital de la cultura y de la modernidad.
Ella siguió su estela en 1921, cuando tenía 22 años, y en la capital francesa continuó estudiando escultura. En un momento de dificultades económicas, se encontró de nuevo con Man Ray, quien la contrató como asistente de su taller de retrato, y fue entonces cuando el artista dadaísta se fijó en el talento, hasta entonces desconocido y no cultivado, de Abbott para la fotografía. Durante este periodo, la artista descubrió la obra de Eugène Atget, un reconocido fotógrafo francés cuya máxima aspiración era "captar el París que iba desapareciendo".
Si bien Abbott fue una prolífica artista que abarcó muchos géneros (fotografía de calle, retratos, imágenes documentales-científicas). Es, y sera recordada por su serie de Nueva York y por las 2.400 fotos sobre lo que ella llamaba "la escena americana": tiendas, salones de baile, celebraciones... Pero Berenice Abbott es algo más que esto.
Encomiables son sus retratos a la flor y nata de la cultura de aquellos tiempos. Ya en los cuarenta eligió centrarse en la fotografía de índole científica: fue editora para "Science Illustrated" durante aproximadamente dos décadas. Tras dos décadas dedicadas a la divulgación científica, en 1958, el Instituto Tecnológico de Massachusetts le encargó documentar principios como el de la mecánica, el electromagnetismo y las ondas, para lo que tuvo que desarrollar nuevos dispositivos que le permitieron, una vez más, romper con las tendencias establecidas, pero sin perder un ápice de elegancia.
En esta última etapa de su carrera se enfrenta al reto de plasmar, fiel a su ambición realista pero sin renunciar a la belleza estética fotografía fenómenos invisibles como los campos magnéticos, bellos como el paso de la luz a través de un prisma o tan cotidianos como unas pompas de jabón. Pero su principal trabajo fue el de captar la arquitectura neoyorkina.
Son los años del Empire State, del Rockefeller Center. La máquina de Abbott realiza una continua oda a la modernidad y a los rascacielos, a las estaciones de trenes, a las gasolineras. Yuxtapone luces y sombras, contrapicados y picados extremos. Su vocabulario visual resulta de una modernidad evidente: fue capaz de combinar simplicidad y dinamismo, y de dotar a sus fotos de composiciones bien estructuradas, a menudo diferenciando entre parte inferior y superior. Por un lado, los rascacielos y las obras de ingeniería, vistas desde la calle, o desde el cielo, pujantes maquinarias perfectas, deshabitadas, libres de las turbulencias de la vida, casi ideales, ascendiendo o extendiéndose sin que las nubes ni los ríos las detengan; luego, en un nivel inferior, la calle: paseantes, habitantes, comerciantes, vendedores, transportistas ufanándose a la sombra de los rascacielos o tras las umbrías pérgolas metálicas de las vías elevadas de trenes.
Las fotografías de Abbott en la construcción de los cimientos del Rockefeller Center son una oda al acero. Sus escenas de los trenes neoyorkinos parecen negras y gruesas telarañas. Abbott realiza fotografías singulares de los rascacielos. En sus contrapicados, los edificios parecen enormes monolitos, donde el hombre resulta empequeñecido y convertido en auténtica hormiga. Por el contrario, sus picados de la ciudad parecieran equiparar al hombre con un dios capaz de crear un nuevo mundo. Un mundo en constante cambio que Berenice Abbott dejo definitivamente en 1991
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por ver esta página