7 de julio de 2018

No respires

(Don't Breathe), 2016                                                                                    Director: Fede Álvarez                                                                                    Reparto: Jane Levy, Dylan Minnette, Stephen Lang, Daniel Zovatto, Sergej Onopko, Jane May Graves, Jon Donahue, Katia Bokor, Christian Zagia.          Guión: Fede Álvarez, Rodo Sayagues                                                                Fotografía: Pedro Luque


El verdadero amante del terror compartirá conmigo que apenas se salvan dos o tres cintas al año de un estilo del que se ruedan decenas de títulos, que no pasan de la eterna repetición y el aburrimiento estilístico como bandera. Por suerte, todavía queda gente capaz de dar un vuelco a los tópicos, jugando con unas reglas por todos conocidas, pero presentadas con potencia inusitada entre medio de tanta mediocridad.

 "No respires" nos ofrece, a base de ideas firmes y una apuesta visual de primer orden, una de las mejores experiencias del cine de terror en los últimos años. Con esta película los habituales del género nos damos un respiro entre tanta nulidad, con lo escasos que estamos de grandes títulos  en el cine de terror ya es hora de disfrutar de un tipo de película que empieza a ser una rareza, esas que se toman con un mínimo de respeto al espectador.

El entorno de esta plausible pesadilla se ve apoyado por el gran trabajo tras la cámara de Fede Álvarez, siempre a la búsqueda de la funcionalidad dentro del fabuloso uso del espacio, adornado por el inteligente uso de los contrastes de luz. Incluso vemos cómo el silencio se transforma en primordial efecto narrativo, en un género tan dado al ruido y al golpe de efecto sonoro. La densidad de esos momentos, en los que el mínimo crujido es la diferencia entre la vida y la muerte hacen de cada escena una experiencia, que, sorprendentemente, no cae en la repetición. Con un "simple" y "rutinario" guión mil veces visto, Fede Álvarez logra darnos una clase magistral sobre la creación de tensión, un juego del gato y el ratón deslumbrantemente coreografiado dentro de los confines de una casa destartalada convertida en una ratonera cuando Money (Daniel Zovatto), su novia Rocky (Jane Levy) y Alex (Dylan Minnette) entran en la casa para robar a un "pobre ciego".


Con una magistral y desasosegaste escena inicial, Fede Álvarez se presenta como un director de atmósferas claustrofóbicas y desde el principio muestra que el ciego, interpretado magistralmente por el reconocido actor de reparto Stephen Lang, no se anda con rodeos. El hogar, dulce hogar de este invidente guerrero se transforma en una auténtica prisión inexpugnable, donde los protagonistas se ven envueltos en una dramática lucha por la supervivencia. La cotidianidad del espacio acentúa la claustrofobia angustiosa que somete al espectador desde bien pronto, y cada espacio, por muy nimio que sea, es un as en la manga para Álvarez, convertido en auténtico guía del horror por los reducidos recovecos de la casa. La planificación de este laberinto es el pilar fundamental de la apuesta por el thriller que implica esta película, capaz de producir las emociones indispensables para el disfrute malsano que se espera en una cinta de este tipo.


Álvarez conoce a la perfección el terreno por el que se mueve, y por eso se permite el lujo de dinamitar desde adentro las reglas del género. Sin demasiados movimientos bruscos, para que el espectador medio no se pierda en la propuesta, hay dos conceptos básicos que sirven de anclaje a la sólida propuesta del director: ambientación y espacio. Con estos dos ingredientes construye un relato con su buena dosis de sorpresa, que se dirige con pulso firme a una historia bastante más sórdida de lo esperado por la simple premisa inicial: El robo frustrado en casa de un hombre ciego, ex veterano de guerra y con más recursos bélicos que lo esperado por los jóvenes ladrones convertidos en víctimas de un tipo que esconde muchos secretos tras las paredes de su casa.


Quizá haga falta un mayor perfilado de personajes, pero los detalles con los que se sustentan los protagonistas de "No respires" nos dan el retrato justo y necesario para que la historia no haga aguas en ese aspecto. Lo bueno que tienen los caracteres ideados para la película es que no hay nadie puro. Los personajes están muy lejos de ser un ejemplo de perfección moral. En el caso del ciego, el eje principal de la historia, cuanto más ahondamos en su realidad más terrible nos parece. Álvarez nos da una lección acerca de la construcción de un villano creíble, patético y salvaje al mismo tiempo, dejando atrás los estereotipos sobre monstruos y amenazas de ultratumba. La mayoría de las veces, el horror son nuestros vecinos, esa gente que parece normal a simple vista. Fede Álvarez prefiere mirar hacia el barrio antes que hacia el más allá.


La película está muy lejos de ser perfecta. Cae en esos errores comunes del género, tan difíciles de esquivar. Encontramos esas situaciones que exigen total complicidad por parte del espectador, puesto que ponen a prueba nuestra capacidad de credibilidad. Tenemos el buen camuflaje del ritmo infernal de la película y el fabuloso aporte visual de Álvarez, pero, de todas formas, hay detalles que es imposible obviar y que impiden la redondez de un producto, por otra parte refrescante y, hasta cierto punto, original.




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