16 de julio de 2018

Frantz

Frantz (2016)                                  

Director: François Ozon                                                          Reparto: Paula Beer, Pierre Niney, Johann von Bülow, Marie Gruber, Ernst Stötzner,Cyrielle Clair, Alice de Lencquesaing, Anton von Lucke.                    Guión: François Ozon, Philippe Piazzo. Fotografía: Pascal Marti

"Nadie puede librar a los hombres del dolor, pero le será perdonado a aquel que haga renacer en ellos el valor para soportarlo". Esta cita de la escritora sueca Selma Lagerlöf sirve muy bien para presentar la película de François Ozon, donde la culpa, el perdón y la necesidad de redención son sometidas al análisis del director francés. La película es un remake de una de las obras maestras más desconocida de Ernst Lubitsch "Remordimiento" (1932) interpretada por Lionel Barrimore. Ozon retoma aquel guión, lo recrea y busca una deriva propia. La anécdota principal está allí: la redención personal y social.
Con un hábil planteamiento, Ozon ha hecho que no añoremos aquella película y le ha dado un tono actual, evitando excesos sentimentaloides. En ambos casos, lo que nos presentan ambos directores con tres cuartos de siglo de distancia, es el testimonio de la guerra vista por los que no tenían nada que ganar ni que perder con ella y que, paradójicamente, fueron los que pusieron a los muertos. "Frantz" nos sumerge en una atmósfera de tristeza y de dolor que embarga a una Alemania cuyos habitantes sienten todavía de lleno el dolor de los familiares muertos, sobre todo hijos, en la recién concluida contienda. 

                                                                                                                                                                                                                  Es en este entorno tan terrible un forastero francés (Pierre Niney) llega a un pequeño pueblo de Bavaria para depositar flores sobre la tumba de Frantz Hoffmeister, muerto en el frente de batalla. La primera en advertirlo es Anna (Paula Beer), la prometida de Frantz. Visiblemente atormentado, ese joven francés, arquetipo del sufriente romántico, quiere acercarse con alguna excusa a la familia de Frantz, pero el padre del muchacho muerto, que es médico, inicialmente lo rechaza. El soldado francés, busca, simplemente, hacerse perdonar por los padres y la novia de aquel oponente al que ha matado en cumplimiento de su deber. Y ese es el verdadero eje de la cinta: la idea del perdón. El protagonista lo necesita como necesita el oxígeno para respirar.

                                                                                                                                                                                                            Ozon acierta al mostrar la devastación, tanto física como moral, de dos países cuyo enfrentamiento ha desencadenado millones de muertes y no menos recelos y desconfianzas. Un dolor y odio que se retroalimentan y dan síntomas de disconformidad advirtiendo la inevitable llegada de un nuevo conflicto bélico aun peor al vivido. Buena muestra de ello es el discurso del padre de Frantz, herencia de Lubitsch, que escupe la verdad ante aquellos que se revuelvan en su propio odio. Los padres alemanes celebran con cerveza la muerte de los hijos franceses del mismo modo que sus homólogos vecinos brindan con vino la de los suyos propios. Y es que "Frantz", pese a la belleza de sus imágenes, nos muestra una época desoladora y un fracaso continuo de la felicidad, una amargura que refleja a la perfección una etapa negra que nadie debería desear que se volviese a repetir.


Filmada en un exquisito blanco y negro, que le valió a Pascal Marti el César a la mejor fotografía del cine francés del 2016, Frantz tiene sin embargo unos breves interludios en color, que inicialmente parecen molestar pero a los que habrá que prestarles atención, porque tienen un sentido dramático que va más allá del consabido flashback. En esta película el color es importante. El color dice tanto como el guión. Y no basta con decir que está filmada en blanco y negro: los tonos oscuros se imponen en los momentos de tristeza, angustia y depresión; en los que aparece un hueco para la esperanza, empiezan a dominar las claridades, las sombras parecen disiparse. Y en los momentos de exultante exaltación, se atisba el color. Ozon ha practicado un juego de los colores al que nunca hasta ahora se había atrevido.


Los escenarios lucen majestuosos y cenicientos, lugares en construcción tras el arrollador paso de la guerra. Incluso cuando estos espacios son sórdidos o decadentes, hay poesía interna en el conjunto. Ozon narra con habilidad juguetona, y dibuja el pasado de Frantz dando tanta dignidad, dentro de su historia, tanto a museos como a hoteles de dudosa reputación. Todos forman parte del eco del pasado, de la vida de Frantz, llena de hermosos y poderosos contrastes.                                                                                                             


Ozon conduce a sus personajes por un destructivo sendero en el que la verdad es otra víctima de la barbarie. Los personajes son arrastrados por el recuerdo, por la imagen de la memoria. Durante esta historia de desencuentros, Ozon nos invita a la poesía, al arte, a la música, a la intimidad de los protagonistas, defendidos de manera brillante por Pierre Niney y Paula Beer, acompañados de un exquisito plantel de secundarios. Película de ritmo y tono inquebrantable, resulta una experiencia diferente y hermosa, gracias al gran trabajo de Ozon tras la cámara.



Frantz será apreciada por los amantes del cine romántico no acaramelado, los degustadores de dramas sin estridencias o quienes sienten que cien años después hace falta extraer todas las consecuencias de aquel conflicto para evitar que otras guerras vuelvan a convertir Europa en un continente ensangrentado.

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