15 de julio de 2018

Grupo salvaje

(The Wild Bunch) 1969                                                                                      Director: Sam Peckinpah                                                                                    Reparto: William Holden, Ernest Borgnine, Robert Ryan, Edmond O'Brien, Warren Oates, Jaime Sánchez, Ben Johnson, Emilio Fernández, Strother Martin, Alfonso Arau.                                                                                                    Guión: Walon Green, Sam Peckinpah                                                                  Fotografía: Lucien Ballard


En el año 1969, en Parras de la Fuente, al noroeste de Durango (México), se gestó uno de los westerns que dividió a la crítica a partes iguales por su violencia, a imagen y semejanza de su director, Sam Peckinpah. Cinco años después, un 15 de Julio de 1974 (hoy hace 44 años) se estreno en España "Grupo Salvaje", una de las películas más representativas del llamado western crepuscular. Todo el film está teñido de amargura y de la extraña poesía de los perdedores. Los protagonistas no son los típicos vaqueros heroicos del western tradicional sino hombres cansados a los que les pesan los años y las derrotas sufridas.
Con este film, Sam Peckinpah reescribió el western dando protagonismo a su lado más salvaje, el de los forajidos, y elevando a un alto grado de belleza visual la violencia y los tiroteos. Es por ello que "Grupo Salvaje" aparece enmarcada por dos tremendos tiroteos, al principio y al final de la película. Dos escenas modélicas en su concepción y de una violencia inusitada. Y es que "Grupo Salvaje" puede ser recordada como una película ultraviolenta, escupiendo todos los litros de sangre que durante más de treinta años los westerns "tradicionales" se habían olvidado de mostrar.


Sin ninguna duda "Grupo salvaje" es una obra maestra que nos muestra el fin de una época, de unas vidas, de unos códigos. La más sobresaliente película de uno de los mejores directores que ha dado el cine, o por lo menos uno de los más queridos por un servidor. Una historia, que más allá de su lírico uso de la violencia y su innovador montaje, llega al corazón con una verdadera demostración de lo que es la amistad y de un pesimismo que se ve superado por la necesidad de demostrar que aún se conserva el honor en un lejano oeste sin moral, sin romanticismo, sin piedad. Sam Peckinpah arranca la poesía de los westerns clásicos y traslada la belleza a la violencia, mostrando un panorama más humano, es decir, más cruel, más amoral, más brutal.


La película, protagonizada por un sólido reparto encabezado por William Holden y Ernest Borgnine imparten clases magistrales de interpretación donde cada mirada de Holden es una puerta hacia el interior de Bishop. Él y sus compañeros son personajes que sueñan con alejarse de sus actuales vidas lideradas por la violencia y redimirse de todo aquello por lo que han tenido que pasar. El honor y, sobre todo, ellos mismos son lo único que les queda. Les gustaría alejarse de la violencia con la que conviven, pero es lo único que conocen.


El nihilismo de Peckinpah, ese pesimismo absoluto, el código moral del que pretenden hacer gala los protagonistas queda estupendamente reflejado en una escena que resume perfectamente el espíritu de la película... Cuando Bishop (William Holden) se viste mientras la prostituta con la que acaba de estar se peina y el bebé de ella llora desconsolado en la misma habitación. Acaba de follarse a una puta. Otra más. Como tantas veces. No hay concesiones al espectador. Se siente mayor, se siente agotado, incapaz de volver a construirse la ficción de una nueva vida. Siente que su historia está cerca ya de su final, lo acepta, casi lo desea. Está hastiado, derrotado, cansado de caminar, cansado de luchar. Mira una vez más a la puta. Los ojos azules de Bishop refulgen en la pantalla transmitiéndonos su enorme fatiga. "Solo queda hacer lo que hay que hacer". Termina de vestirse, se enfunda su revólver, sale del cuartucho y se enfrenta a dos de sus hombres que disputan miserablemente con otra prostituta el precio de sus servicios. Se hace el silencio. Los tres se miran. Bishop es el primero en hablar: -"Vamos"-. La respuesta tarda unos segundos en llegar: -"¿Por qué no?"-. Ese dialogo resume la película, resume sus vidas, sintetiza su vacío.

      

(Sólo queda hacer lo que hay que hacer). Fuera les espera Dutch (Ernest Borgnine). Los cuatro se miran un segundo, sonríen, no hace falta nada más. Saben lo que les va a suceder, saben que esta vez va en serio, que su historia está acabada, que les ha llegado la hora y que, por fin, para terminar, van a hacer una ultima cosa bien, sin sentido, sin lógica, sólo porque saben que deben hacerla a pesar de las circunstancias.


¿Después de recordar esta escena, que más se puede decir que no se haya dicho ya? ¿Que "Grupo salvaje" es un canto a la rebeldía? y quizá por eso continúa seduciendo a quienes aman la libertad por encima de cualquier otra cosa. ¿Que es una película sucia, polvorienta, sudorosa, decadente? pero que supera en belleza a todos esos westerns con sheriffs incorruptibles, grandes ideales y sentimientos puros... Si alguna vez habéis querido sentir cómo hubiese sido vivir como un forajido durante los últimos estertores del salvaje oeste, no busquéis sueños; quedaros con la realidad incómoda y brutal de "Grupo salvaje".


Y por último, recordar lo que dijo (Lou Lombardo), el montador de la película a la hora de hablar sobre su trabajo en el mítico film de Sam Peckinpah "Grupo salvaje".
"Había 3462 cortes en la película. Recordaba que Hitchcock había dicho una vez que, si quieres que una película sea realmente emocionante, tienes que meter muchos cortes. Una película normal no suele tener más de unos 600. Así que, según ese criterio, "Grupo salvaje" es la película más emocionante de la historia".



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