En
el año 1969, en Parras de la Fuente, al noroeste de Durango (México),
se gestó uno de los westerns que dividió a la crítica a partes iguales
por su violencia, a imagen y semejanza de su director, Sam Peckinpah.
Cinco años después, un 15 de Julio de 1974 (hoy hace 44 años) se
estreno en España "Grupo Salvaje", una de las películas más
representativas del llamado western crepuscular. Todo el film está
teñido de amargura y de la extraña poesía de los perdedores. Los
protagonistas no son los típicos vaqueros heroicos del western
tradicional sino hombres cansados a los que les pesan los años y las
derrotas sufridas.
Con
este film, Sam Peckinpah reescribió el western dando protagonismo a su
lado más salvaje, el de los forajidos, y elevando a un alto grado de
belleza visual la violencia y los tiroteos. Es por ello que "Grupo
Salvaje" aparece enmarcada por dos tremendos tiroteos, al principio y
al final de la película. Dos escenas modélicas en su concepción y de
una violencia inusitada. Y es que "Grupo Salvaje" puede ser recordada
como una película ultraviolenta, escupiendo todos los litros de sangre
que durante más de treinta años los westerns "tradicionales" se habían
olvidado de mostrar.
Sin
ninguna duda "Grupo salvaje" es una obra maestra que nos muestra el fin
de una época, de unas vidas, de unos códigos. La más sobresaliente
película de uno de los mejores directores que ha dado el cine, o por lo
menos uno de los más queridos por un servidor. Una historia, que más
allá de su lírico uso de la violencia y su innovador montaje, llega al
corazón con una verdadera demostración de lo que es la amistad y de un
pesimismo que se ve superado por la necesidad de demostrar que aún se
conserva el honor en un lejano oeste sin moral, sin romanticismo, sin
piedad. Sam Peckinpah arranca la poesía de los westerns clásicos y
traslada la belleza a la violencia, mostrando un panorama más humano,
es decir, más cruel, más amoral, más brutal.
La película, protagonizada por un sólido reparto encabezado por William Holden y Ernest Borgnine imparten clases magistrales de interpretación donde cada mirada de Holden es una puerta hacia el interior de Bishop.
Él y sus compañeros son personajes que sueñan con alejarse de sus
actuales vidas lideradas por la violencia y redimirse de todo aquello
por lo que han tenido que pasar. El honor y, sobre todo, ellos mismos
son lo único que les queda. Les gustaría alejarse de la violencia con
la que conviven, pero es lo único que conocen.
El
nihilismo de Peckinpah, ese pesimismo absoluto, el código moral del que
pretenden hacer gala los protagonistas queda estupendamente reflejado
en una escena que resume perfectamente el espíritu de la película...
Cuando Bishop (William Holden) se viste mientras la prostituta con la
que acaba de estar se peina y el bebé de ella llora desconsolado en la
misma habitación. Acaba de follarse a una puta. Otra más. Como tantas
veces. No hay concesiones al espectador. Se siente mayor, se siente
agotado, incapaz de volver a construirse la ficción de una nueva vida.
Siente que su historia está cerca ya de su final, lo acepta, casi lo
desea. Está hastiado, derrotado, cansado de caminar, cansado de luchar.
Mira una vez más a la puta. Los ojos azules de Bishop refulgen en la
pantalla transmitiéndonos su enorme fatiga. "Solo queda hacer lo que
hay que hacer". Termina de vestirse, se enfunda su revólver, sale del
cuartucho y se enfrenta a dos de sus hombres que disputan
miserablemente con otra prostituta el precio de sus servicios. Se hace
el silencio. Los tres se miran. Bishop es el primero en hablar:
-"Vamos"-. La respuesta tarda unos segundos en llegar: -"¿Por qué
no?"-. Ese dialogo resume la película, resume sus vidas, sintetiza su
vacío.
(Sólo
queda hacer lo que hay que hacer). Fuera les espera Dutch (Ernest
Borgnine). Los cuatro se miran un segundo, sonríen, no hace falta nada
más. Saben lo que les va a suceder, saben que esta vez va en serio, que
su historia está acabada, que les ha llegado la hora y que, por fin,
para terminar, van a hacer una ultima cosa bien, sin sentido, sin
lógica, sólo porque saben que deben hacerla a pesar de las
circunstancias.
¿Después
de recordar esta escena, que más se puede decir que no se haya dicho
ya? ¿Que "Grupo salvaje" es un canto a la rebeldía? y quizá por eso
continúa seduciendo a quienes aman la libertad por encima de cualquier
otra cosa. ¿Que es una película sucia, polvorienta, sudorosa,
decadente? pero que supera en belleza a todos esos westerns con
sheriffs incorruptibles, grandes ideales y sentimientos puros... Si
alguna vez habéis querido sentir cómo hubiese sido vivir como un
forajido durante los últimos estertores del salvaje oeste, no busquéis
sueños; quedaros con la realidad incómoda y brutal de "Grupo salvaje".
Y
por último, recordar lo que dijo (Lou Lombardo), el montador de la
película a la hora de hablar sobre su trabajo en el mítico film de Sam
Peckinpah "Grupo salvaje".
"Había
3462 cortes en la película. Recordaba que Hitchcock había dicho una vez
que, si quieres que una película sea realmente emocionante, tienes que
meter muchos cortes. Una película normal no suele tener más de unos
600. Así que, según ese criterio, "Grupo salvaje" es la película más
emocionante de la historia".
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