24 de marzo de 2018

Viviendo el pasado

(The Lost Moment) 1947                              
Director: Martin Gabel                                                                Reparto: Robert Cummings, Susan Hayward, Agnes Moorehead, Joan Lorring, Eduardo Ciannelli, John Archer, Frank Puglia, Minerva Urecal, William Edmunds.  Guión: Leonardo Bercovici                                      Fotografía: Hal Mohr

¿Cómo es posible que tras setenta años después de su realización, no se haya hecho justicia a "Viviendo el pasado", (1947) de Martin Gabel? ¿Cómo es posible que esta "fantástica" y "hechizada" película no este en el lugar que merece, junto a títulos otrora malditos como pudieron ser el caso de la espectacular "La noche del cazador" (1955) de Charles Laughton o la reivindicativa y revolucionaria "La sal de la tierra (1954) de Herbert J. Biberman?

No me cabe duda que parte de dicha responsabilidad recae en el hecho de que "Viviendo el pasado" fue la unica película dirigida por Martin Gabel, uno de esos actores secundarios de la época dorada de Hollywood cuyo recuerdo se evaporó con el paso del tiempo. Si los críticos hubieran sido más amables y el público más receptivo, hay una gran probabilidad de que el director Martin Gabel hubiera continuado haciendo películas y podría haber sido recordado junto con algunos de los cineastas más interesantes que trabajaban en Universal a fines de los años cuarenta y cincuenta.

Este tesoro olvidado está plenamente ligado a un determinado cine fantástico vigente en aquellos años. Películas como; "Jennie", (1948) de William Dieterle o "El fantasma y la Sra. Muir", (1947) de Joseph L.Mankiewicz., expresaban una visión de la muerte y lo desconocido muy ligado con el romanticismo.


Esta sorprendente y suntuosa producción de la Universal tiene lugar en una lúgrube mansión Veneciana, donde un ambicioso editor llamado Lewis Venable (Robert Cummings), persigue encontrar unas miticas cartas de amor que, a mediados del siglo XIX, escribió el poeta Jeffrey Ashton a Juliana Borderau (Agnes Moorehead). Para ello Venable acudirá a Venecia donde vive la ya centenaria anciana junto a su sobrina nieta Tina (Susan Hayward) enclaustradas en su pasado y en la sombría mansión.


Para conseguir las famosas cartas, el joven Lewis Venable ocultará su identidad y objetivo a la dueña de la mansión haciéndose pasar por un escritor que busca un retiro para alcanzar esa inspiración ausente en sociedad. Pero cuando el protagonista llega a la destartalada mansión veneciana en la que transcurre la acción no puede suponer el panorama que allí le aguarda: la anciana amante del poeta, recluida y atormentada por un pasado irrecuperable, y la joven Tina, que bajo su aspecto severo y desconfiado oculta un trastorno, que la empuja a recrear un pasado ajeno, un tiempo perdido que no es el suyo. una especie de fantasma que pena su desamor por los decadentes rincones del espacio y del tiempo.



Pero junto a estos elementos inquietantes, el latente hechizo que envuelve el recinto traspasará poco a poco la personalidad de Lewis, al que atenaza la búsqueda de esas cartas que para él suponen el súmmum de la belleza y la expresión del amor absoluto. Esa búsqueda llegará a su momento culminante con el acceso de los poéticos escritos a las temblorosas manos del editor. Apenas una leve panorámica de sus manos a su rostro y un fundido, sirven para expresar la turbación que estas breves creaciones literarias adquieren en Venable. A partir de ahí su destino estará ya por siempre ligado a esa vieja mansión, en la que jamás morirá mientras sepa vivir de los recuerdos.

Con un notable guión adaptado sobre la novela de Henry James, "Los papeles de Aspern", "Viviendo el pasado" es puro cine B, pero de una manera diferente. Gabel dota a la historia de una elegancia maestra. El mimo de su realización destaca de manera admirable. Una puesta en escena barroca que sabiamente mezcla su carácter fantástico con el mejor romanticismo posible.

Partiendo un esquema eminentemente romántico, Gabel forjó una película muy poderosa en la que se vierte esa exquisita mirada de un autor empapado por el hechizo de la belleza gótica. La cinta convierte a la belleza en su estado más puro en el estandarte de una obra magnética y mucho más compleja de lo que un simple vistazo a su sinopsis podría hacer pensar. De esta forma la inclusión por parte de Gabel de ciertos toques surrealistas ayudan a engalanar una apuesta narrativa que embute cierto realismo con una inspiradora leyenda sita en los márgenes del más allá con la pulcritud y el saber hacer de esos directores surgidos en la época dorada del cine americano para los que el cine era un trabajo sencillo del que era fácil hacer emerger con escasos medios obras maestras imperecederas.

Con la ayuda de una extraordinaria fotografía de Hal Mohr (que potencia los puntos de luz y de sombra), la cámara de Gabel describe una auténtica sinfonía visual en la que no se sabe que admirar más; la elegancia y pertinencia de sus movimientos de cámara, el perfecto y evocador acompañamiento musical (del que es responsable Daniele Amfithatrof), o la riqueza artística que desprenden sus imágenes.


El relato sólo tiene 3 personajes relevantes, y sobre ellos se monta un relato lleno de intrigas, tensiones y enfrentamientos. El irregular Robert Cummings logra aquí perfilar uno de sus mejores papeles, Susan Hayward, por otro lado, rara vez ha sido tan medida. Su interpretación de Tina, profundamente perturbada, luchando por contener a dos personalidades en duelo es profundamente matizada y completamente convincente. Por último, aunque no menos importante, nos encontramos con Agnes Moorehead, irreconocible bajo mil kilos de maquillaje y confinada a una silla durante la mayor parte de la película, pero su entrega no tiene comparación al mostrarnos que su amargura y oculto pasado planean como una sombra ominosa que pesa sobre el presente.

Resumiendo, "Viviendo el pasado" es una película extraña y llena de magia, envuelta todo el tiempo por un clima de misterio que atrapa a los espectadores, desde el primer minuto, así como esa casa atrapa al protagonista desde que atraviesa su puerta.

Esta excelente película es todo un descubrimiento para aquellos aficionados que, como yo, se afanen en recuperar los tesoros cinematográficos de ese tiempo que, a veces, tal vez injustamente, parece irremediablemente perdido.

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