El fotógrafo que creo el glamour.
"Sabia, por supuesto, que los árboles y las plantas tienen raíces, tallos, cortezas, ramas y follaje que crecen hacia arriba, hacia la luz. Sin embargo, me di cuenta que la auténtica magia, era en si misma".
Hablar de Edward Steichen es hablar del padre de la fotografía moderna, su figura fue tan importante e innovadora que en 2006 se subasto en Sotheby´ Nueva York, una de sus ampliaciones, titulada "The Pond-Moonlinght", por la escandalosa cifra de 2.928.000 de dólares. Su influencia es enorme y puede palparse en toda una pléyade de autores posteriores: desde Richard Avedon hasta Robert Mapplethorpe, todos los retratistas aprendieron algo de Steichen.
La carrera fotográfica de Steichen, puede dividirse en tres etapas diferentes: el periodo pictórico de sus primeros años donde conoció a Rodin, Cézanne y destacados pintores franceses que le influenciaron enormemente fotografiando desnudos, retratos y paisajes profundamente simbólicos. La siguiente etapa es el período de entreguerras caracterizado por una imaginería de la era industrial de gran fuerza visual por su claridad y precisión y su colaboración con las revistas "Vanity Fair y Vogue" así como las fotografías de famosas actrices de la época como "Greta Garbo y Marlene Dietrich" (la mayor parte de las fotografías de estas dos actrices se la debemos a el).
En la Segunda Guerra Mundial participo como reportero gráfico, siendo un innovador en el ámbito la fotografía de guerra; y por ultimo el periodo expositivo tras la posguerra durante el cual produce de un modo febril monumentales exposiciones y asumiendo la dirección del Departamento de Fotografía del MOMA de Nueva York.
Reconocido como uno de los grandes fotógrafos de la historia, Edward Steichen (Luxemburgo, 1879 – Umpawa, EE.UU., 1973) no solo fue clave por su mirada detrás de la cámara, sino también por aplicar su conocimiento, espíritu innovador y sensibilidad a otras actividades como el comisariado de exposiciones: es mítica la muestra The family of Man que organizó en el MoMA de Nueva York, museo en el que asumió la dirección del Departamento de Fotografía. Esa muestra de 1955, que reunió 500 fotografías sobre la fraternidad y el compromiso humano en 68 países, está en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO y actualmente forma parte de la colección permanente del Château de Clervaux (Luxemburgo).
El nuevo estilo de Edward Steichen rompió drasticamente con la tradición y las influencias del pictorialismo y absorbió las influencias del vanguardismo para abrir camino a la fotografía moderna. La manera en la que Steichen iluminaba sus fotografías llegó a ser la legendaria por la combinación de luz natural y artificial. En una ocasión, para darle mayor realismo a una escena, trajo un caballo blanco al estudio, donde había varias modelos vestidas de blanco contra un fondo del mismo color. Chase recuerda en su libro: «Por primera vez en la experiencia de un asistente este nuevo hombre le sacaba partido a las enormes ventanas del estudio, mientras que todos los otros fotógrafos lo encortinaban como si la luz natural fuera algún virus que podía penetrar por los poros, causando sabe Dios qué efectos nocivos en la sobre o sub exposición… A Steichen le parecía fatal empezar una sesión diciéndole a la modelo que hiciera “unas cuantas poses artísticas”. Una buena modelo, decía él, “tiene las cualidades propias de una buena actriz, y un fotógrafo es acertado si hace uso de esas habilidades dándole la oportunidad de trabajarlas; pero debe tener presente que las modelos por lo general son prototipos… y no debe esperar que hagan lo imposible y ser todos los prototipos a las vez”.
Edward Steichen. Artista, visionario, fotógrafo, científico, jardinero, reportero, conservador de museos, divulgador de artistas, pintor… Realmente es imposible encerrar en una palabra la poliédrica personalidad de este enorme y moderno artista del renacimiento.
Steichen fue un hombre apasionado por la magia de la belleza para el que “la misión de la fotografía es explicarle el hombre al hombre, y cada hombre a sí mismo”. Investigador insaciable, cuando había aprendido todo lo que quería saber de un tema concreto se apartaba para dejar que fueran otros los que continuasen la exploración. Para él siempre había mucho más por explorar en la vida. A los 94 años, poco antes de morir, Steichen seguía amando la vida y se quejaba de “todo el trabajo que sigue sin hacer, tantas cosas que se me ocurre hacer, suficientes para llenar la vida de otras seis personas.
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