"la soledad rota de una estrella" (1918-1987)
Hollywood hizo de ella una diosa terrenal, y ella con el paso de los años, se convirtió en una buena actriz. Su cuerpo esbelto, sinuoso y sugerente, encandiló a miles de hombres que admiraban su belleza, contemplando estupefactos que la perfección existía. Fue la más deseada, pero también la más infeliz de las estrellas del Hollywood dorado. Odiaba ser actriz y aunque se casó cinco veces, jamás se sintió querida.
En su ocaso, lo había olvidado todo. Quién había sido, a quiénes había seducido, cómo conquistó Hollywood, de quién se enamoró y quién le hizo sufrir. Se le olvidó que estuvo casada cinco veces. Y que protagonizó quitándose un solo guante, probablemente, la escena más sensual de la historia del cine.
Margarita Carmen Cansino Hayworth nació en Brooklyn en 1918, su padre era el bailarín español Eduardo Cansino Reina y su madre Volga Hayworth, una bailarina de origen irlandés. Pronto su padre se convirtió en su pesadilla. Eduardo siempre quiso que su hija fuera bailarina. -"Desde que pude mantenerme en pie con tres años, recibí clases de baile. No me gustaba, pero no tenía el valor de decírselo a mi padre. Ensayar, ensayar y ensayar. Así fue mi infancia"-, explicó Hayworth. Con la Gran Depresión golpeándoles, el padre y Rita forman un dúo de baile, actuaban en Tijuana, pues Margarita era demasiado joven para hacerlo en los clubes de Los Ángeles. Todo el mundo les tomaba por un matrimonio porque le había prohibido llamarle papá en público y, con apenas 12 años, le obligaba a vestirse y a maquillarse como una mujer. Aquello solo era la perversa escenificación de una realidad mucho más siniestra, pues la actriz sufrió abusos sexuales por parte de su padre durante años.
En uno de aquellos clubes nocturnos, Winfield Sheehan, mandamás de Fox, la descubrió, le hizo una prueba y le cambió el nombre por primera vez. Rita Cansino debutó bailando sensualmente en "El infierno de Dante" (1935) con 16 años. Tras rodar un puñado de cintas menores, Darryl Zanuck, rescindió su contrato después de que Rita se negara a acostarse con él.
Fue entonces cuando Edward Judson, un magnate petrolero con contactos en Hollywood, entró en su vida para pasearla por las fiestas, mientras pagaba a los fotógrafos para que la inmortalizaran en las revistas y obrar la metamorfosis de la estrella. Bajo su protección, Rita volvió a cambiarse el nombre, adoptando el apellido materno. Cuando la actriz cumplió 18 años se casaron en Las Vegas. El enlace enfureció a su padre. Como él, Judson, solo veía a Rita como "una inversión", tal y como reconocería años más tarde. Aunque le consiguió un contrato con Columbia, la actriz tuvo que aguantar sus amenazas y que ofreciera su cuerpo y sus encantos a cualquier hombre dispuesto a promocionarla. -"Él me ayudó con mi carrera y se ayudó a sí mismo con mi dinero"-, dijo Hayworth, a quien Judson obligó a cederle la mayoría de sus propiedades dejándola en la ruina tras su divorcio en 1942. Para cuando se libró de él, otro hombre mezquino había entrado ya en su vida. Era Harry Cohn, jefe de Columbia, que se había obsesionado con ella después de verla en "Solo los ángeles tienen alas" (1939). Él la acosaba, ella le rehuía y él se vengaba con saña humillándola en público, instalando micrófonos en su camerino para espiarla o peleándose por su salario. Pero, con un contrato exclusivo en su poder, Cohn era el dueño de su cuerpo y alma.
Profundamente desdichada, pero ya convertida en una estrella gracias a cintas como "Sangre y arena" (1941) o "Las modelos" (1944), las cartas de sus admiradores llegaban por centenares y pronto se convirtió en la pareja de baile de estrellas como Fred Astaire o Gene Kelly. Orson Welles se enamoró de ella antes de conocerla en persona. Su foto, en la portada de la revista "Life", fue suficiente para que el director, que entonces estaba rodando una película en Brasil, jurara que se casaría con ella a su vuelta a EE.UU. Así fue. Vestida con un traje beis, una blusa blanca y un velo, la actriz y el director se casaron en 1943, pero el amor apenas duro cinco años. Welles renegaba de sus obligaciones como padre y le era infiel. Dos años antes, su minimalista "striptease" de un solo guante en "Gilda" la había convertido en la mujer más deseada del planeta.
-"Los hombres se van a dormir con Gilda y se despiertan conmigo"-, dijo en una frase para la posteridad que dejaba claro el abismo entre la sex symbol y la chica tímida y con complejos que se escondía bajo los trajes de lentejuelas. Estaba cansada de Hollywood, de ser actriz y de complacer a todos menos a sí misma. Quizá por eso, se dejó seducir por el príncipe "playboy" Aly Khan. Pero el espejismo duró poco y el matrimonio, unos cuatro años. Su tercer divorcio la sumió en una espiral destructiva alimentada por el alcohol y dos relaciones tóxicas más.
En 1961, divorciada por quinta vez, su incipiente enfermedad empezó a manifestarse. Aunque siguió actuando, cada vez tenía más problemas para recordar sus diálogos y, en una ocasión, fue incapaz de reconocer a su ex marido, Orson Welles, cuando este se acercó a saludarla. Había empezado su ocaso. Alcoholizada, envejecida y triste, una foto suya después de protagonizar un incidente en un avión en el aeropuerto de Heathrow, en Londres, convirtió su tragedia personal en carnaza para la prensa sensacionalista. Ya no quedaba nada de Gilda ni de Rita Hayworth. Ni si quiera de Margarita Cansino. Su declive duraría otros 10 años. "Lo único que he querido siempre es lo mismo que quiere todo el mundo: ser amada". Fue la diosa del amor, pero nunca se sintió querida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por ver esta página