14 de febrero de 2018

Betina La Plante


El susurro de una mirada    


Nada hay tan sencillo en apariencia como un retrato. Basta una fuente de luz y un retratado. Convertir este simple proceso en un momento único, sacar a la luz la verdadera personalidad del retratado, ya no depende solo de la luz ni del modelo. Se precisa un sexto sentido, la capacidad de conectar con el fotografiado para que deje entrever ese secreto, esa personalidad, esa mirada que sólo un momento íntimo puede provocar. El retrato es una búsqueda de la esencia de la personalidad, de los rasgos psicológicos a partir de los físicos.


Los retratos en blanco y negro de Betina La Plante son una gran colección de fotos que celebran la singularidad de cada persona. Sus retratos tienen como un susurro en cada mirada. Una lágrima que duele con solo mirarla. Unos ojos furtivos. Una expresión intensa, enigmática y tierna... Betina muestra la capacidad narrativa de la piel, de sus marcas, arrugas y huellas. Con marcados contrastes, esas pieles nos cuentan historias, nos sugieren biografías complejas. Sus fotografías van más allá de la descripción y es fácil imaginar las vidas a partir de un rostro. 

 

Madre, antes que fotógrafa, esta argentina, que estudió arte dramático se desenvuelve como pez en el agua en el campo del retrato. Imágenes sencillas pero al tiempo intensas y poderosas, casi siempre con el Blanco y Negro como técnica esencial, recuerdo de su vida analógica. Aunque también deja entrever su sensibilidad para el glamour, la elegancia y la sofisticación. Unos tacones y un toque de rojo terciopelo se ha convertido en su icono en las redes. Y es que lo suyo es algo más que una brillante galería de retratos.     
                          
   
                                                                                            
Lleva desde los catorce años dejándose seducir por el cuarto oscuro y esas imágenes teñidas de luz roja que emergen de la nada por arte de magia. Como tantos otros, aprende a golpe de prueba y error. En 2009 pasa de la magia del laboratorio a la inmediatez y control del procesado que el digital aporta, aunque intentando mantener los fundamentos aprendidos en el cuarto oscuro.

   

Es imposible no mirar las imágenes de Betina La Plante y no pasar al menos unos instantes "mirando esas miradas". No importa la luz, el género, la forma, el motivo o el modelo. Por encima de todo, su mirada intensa y cristalina prevalece. Sus imágenes dejan tras de sí un halo de ternura, emoción y la frescura de quien coge una cámara por vez primera.








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