10 de febrero de 2018

El hotel del terror

( The City of the Dead ) 1960                                                     
Director: John Llewellyn Moxey                                                                    Reparto: Christopher Lee, Dennis Lotis, Patricia Jessel, Tom Naylor, Betta St. John, Venetia Stevenson, Valentine Dyall.                                              Guión: George Baxt, Milton Subotsky                                              Fotografía: Desmond Dickinson


No cabe duda que al mencionar los mejores periodos del cine fantástico y de terror a lo largo de su historia, tenemos que reseñar un marco de extraordinaria fuerza con la llegada de la década de los sesenta. Es entre 1960 y 1961, cuando tanto en Estados Unidos como en Inglaterra o Italia, tiene lugar la aparición casi simultánea de clásicos irrepetibles como, "El hundimiento de la casa Usher" (1960), "La máscara del demonio" (1960), "Las novias de Drácula" (1960), "¡Suspense!" (1961) o "El hotel del terror", una encantadora pesadilla cinematográfica plagada de obviedades e ingenuidades, pero al mismo tiempo marcada en sus mejores momentos por una atmósfera de pesadilla que, a fin de cuentas, resulta su cualidad y rasgo de estilo más destacable.

Desde sus primeros compases, el film de Moxey deja bien a las claras la fuerza y expresividad de su narrativa. Por medio de unos primeros planos de gran intensidad, asistimos a la ejecución en 1692 de la bruja Elizabeth Selwyn y su consabida maldición que se avatira sobre los habitantes del pequeño pueblo de Whitewood, donde recalara siglos despues la joven estudiante de historia Nan Barlow (Venetia Stevenson), que ha sido enviada al maldito pueblo por su profesor Alan Driscoll (Christopher Lee) para que pase unos días en la remota aldea y estudie 'in situ' las leyendas e historias sobre la brujería, famosas en la región, y pueda acabar con éxito la tesis que está escribiendo sobre estos temas. Pero nada más llegar se da cuenta de que el lugar no es precisamente un lugar apacible y que sus habitantes parecen esconder un oscuro secreto.


"El hotel del terror" es tensa, oscura y temperamental. Se mueve al ritmo perfecto y tiene una atmósfera tan espesa que casi sientes que podrías cortarla con un cuchillo. Con un excelente sentido de la síntesis, tal y como era habitual en aquellos años en los que no necesitaban tres horas para contar una historia, el film es una modesta pero fantástica película de terror, que basa su efectividad en una opresiva e inquietante atmósfera de toques lovecraftianos. Moxell nos sumerge en un perturbador pueblo rodeado de una omnipresente niebla, en el que continuamente nos encontramos bajo el escrutinio de sus misteriosos habitantes.


En 'The City of the Dead' podemos encontrar algunos paralelismos formales con el cine de Mario Bava, sobre todo en lo que concierne a la creación de una atmósfera fantasmagórica e irreal. El pueblo de Whitewood está bañado de una bruma inquietante y en ocasiones excesiva. Se utilizó sobre todo para poder tapar el más que corto presupuesto del film; afortunadamente está muy bien utilizada y las secuencias que tienen lugar en los exteriores del pueblo no tienen desperdicio alguno


Esta modesta producción se considera históricamente como un precedente de la creación de la Amicus, una productora de películas de terror rival de la Hammer, ya que fue producida, entre otros, por Milton Subotsky y Max Rosenberg, creadores de esta mítica compañía. Subotsky ideó la historia que luego convertiría en guion George Baxt. Además de este apunte histórico, a los espectadores actuales les llamará la atención dos cosas: un inicio que recuerda a La máscara del demonio (La maschera del demonio, Mario Bava, 1960) y algunos giros que recuerdan a Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960).

Pese a tener los tipicos fallos de "serie B" (un guión algo flojo y momentos de transición que rubozarian al mismisimo Ed Vood), "El hotel del terror" logra ofrecernos unos logradisimos canticos de siniestra evocación. Son esos momentos donde Moxey logra enfrentarnos cara a cara con un sentimiento profundo del horror más absoluto y arcano. Sus siluetas a contraluz, sus cruces del cementerio y su ambientación expresionista, unidos a la economía de diálogos y el silencio perpetuo, explican que la trama es lo de menos: "El hotel del terror" es un triunfo estético de ambientes y sensaciones en el que la maldad es una presencia. Es un clásico de tal calibre que da vergüenza que no se encuentre en apenas ninguna lista de lo mejor del cine de terror cuando podría/debería estar al menos entre las veinte mejores obras.

De los actores que dan vida a los personajes del libreto poco que decir, todos ellos cumplen con creces, pero sería injusto no incidir en el trabajo de Christopher Lee, pues su actuación gélida e inquietante es un claro reflejo de su gran habilidad para interpretar estos papeles tan esquivos, que necesitan de un poderoso carisma para resultar creíbles; también es necesario mencionar el gran trabajo de Patricia Jessel, su doble papel como la bruja Elizabeth Selwyn y Mrs. Newless, es pletórico, creando un recital de malevolencia, miradas esquivas, sadismo y frenesí satánico, a la altura de las grandes damas del fantástico.


La dirección de John Llewellyn Moxey, un artesano todo terreno con una gran carrera en el formato televisivo, es ajustada y perfectamente engrasada, sin grandes alardes técnicos y plenamente consciente del limitado presupuesto, apoyándose en una contrastada y estilizada fotografía en blanco y negro (obra de Desmond Dickinson) y en unos decorados neblinosos, que formalizan la propuesta por crear una mórbida y extraña atmósfera que sienta muy bien a la producción. Es una pena que este realizador se refugiase principalmente en el mundo de la televisión centrándose en infinidad de series. Pero para la pequeña pantalla dirigió una película que hoy es una obra de culto, 'The Night Stalker' (id, 1972) con producción de Dan Curtis y guión del gran Richard Matheson.


En definitiva, no puedo en modo alguno considerar "El hotel del terror" como un título redondo, pero sí reconocer la valía de sus mejores momentos que la convierten por derecho propio en una película a reivindicar; cine de terror en mayúsculas, con brujas, satanismo, sacrificios rituales y un pueblo extraño e inquietante, no se puede dar más en tan solo 76 minutos siendo para mí una candidata perfecta para condimentar una fría noche de tormenta y mantita.



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