28 de mayo de 2018

Andréi Tarkovsky


La luz instantánea de la belleza


Pocas obras cinematográficas remiten tanto a la poesía, a la poesía espiritual y luminosa, como la obra del cineasta ruso Andréi Tarkovsky, cuyo padre justamente fue un destacado poeta. Pero no es de su cine del que vamos hablar hoy. Aunque desconocido por la mayoría, Tarkovsky se dedicó durante un tiempo a tomar fotografías con una Polaroid regalo de su gran amigo Michelangelo Antonioni .


Una selección de estas polaroids fue publicada por primera vez en 2006, en Italia, en el libro "Luz instantánea: Tarkovski Polaroids" . Sus fotografías parecen montajes fotográficos. Los elementos naturales desempeñan un papel importante tanto en las películas de Tarkovsky como en sus fotografías. Estas fotografías, tomadas en un primer momento desde una ventana de un pueblo de Italia, se convierten después en un recorrido que persigue la luz como elemento constructor el espacio. 


Estas fotos, a pesar de sus limitaciones técnicas, revelan mucho acerca de la sensibilidad estética de Tarkovsky y en ellas podemos encontrar la misma forma de mirar y el mismo mundo visual de sus grandes films. Eso si, mientras que con su cine trataba de "escupir el tiempo" en sus polaroids quería congelarlo, algo que logra conseguir en algunas de estas imágenes. Tarkovsky parece utilizar las polaroids en Italia como un instrumento para ubicarse a si mismo, construyendo su propio paisaje, recreando su realidad Rusa en el nuevo contexto italiano. Sus fotografías chocan con las que unos años antes el cineasta había realizado en Rusia, en las que la casa y su familia es uno de los elementos fundamentales de su obra.


En el espíritu de su trabajo permanece el movimiento, la naturaleza, los individuos y la luz en imágenes que brillan con la singular humanidad que impregnaba en sus películas. Sus imágenes son una mezcla de nostalgia y drama, en las que el carácter evocador lo inunda todo. Una vez dijo que "la tarea del director es recrear la vida, su movimiento, sus contradicciones, su dinámica y sus conflictos. Es su deber revelar cada nota de la verdad que ha visto". Así era Andréi Tarkovsky, un director empeñado en mostrarnos la luz instantánea de la belleza.














Chantaje en Broadway

(Sweet Smell of Success) 1957                                        Director: Alexander MacKendrick                                                                      Reparto: Burt Lancaster, Tony Curtis, Susan Harrison, Martin Milner, Sam Levene, Barbara Nichols, Emile Meyer.                                                                  Guión: Ernest Lehman, Clifford Odets                                                      
Fotografía: James Wong Howe

¿Se puede ser periodista y actuar como el más vil de los mafiosos? Ya lo creo que si, ejemplos hay bastantes en este pobre país. Son gente que desde sus púlpitos esparcen mentiras, chismorreos y basura, llegándose a creer que ellos pueden hacer lo que quieran por estar investidos de un don: El de forjar o arruinar reputaciones según les convenga, muchas veces por meros motivos personales. Son verdaderos gansters del periodismo perfectamente retratados en "Chantaje en Broadway" de Alexander MacKendrick, un ejemplo maestro de los sucios juegos de poder, envidia, ambición y venganza. Con un valor extra: puede trasladarse desde el Manhattan de los años cincuenta a nuestra época actual de connivencia entre quienes mueven los hilos y la prensa sensacionalista.

Basada en un relato de Ernest Lehman, y a partir de un guión escrito por éste y por Clifford Odets, Chantaje en Broadway sigue los pasos de J.J. Hunsecker (Burt Lancaster), un periodista narcisista, autoritario y egocéntrico que disfruta del poder que le proporcionan los artículos de su columna diaria y de su programa de radio, en los que juega sin remordimiento alguno con la vida de los demás, incluyendo a su joven hermana (Susan Harrison), enamorada de un músico de jazz. Hunsecker pondrá todo su empeño en romper dicha relación, haciendo uso de su poder y ayudado por el ambicioso arribista Sidney Falco (Tony Curtis) que recurrirá a las artimañas más sucias para complacer a su amo. Pero el resultado será dramático para todos.
"Chantaje en Broadway" es un drama impresionante por su dureza, desarrollado integramente en los ambientes noctámbulos de la trastienda de Broadway. La cámara barroca a la vez que incisiva de Mackendrick nos adentra en las entrañas de un neonizado infierno habitado por sabandijas que se retuercen mordiéndose unas a otras, en un perverso ballet que nos habla de humillaciones y dependen­cias, de odios y mentiras, de incesto, de la función corruptora del dinero y el culto al poder.

Estamos pues ante una película muy cercana al cine negro, pero "Chantaje en Broadway" no encontraremos pistolas, detectives, ladrones y mucho menos persecuciones… el armamento de sus personajes consiste, en cambio, en los imponentes diálogos llenos de recursos y jerga, agudamente inteligentes y rápidos, que ofrecen una proyección del mundo de la prensa sensacionalista con sus chantajes, engaños, impudicia y proxenetismo moral. Alexander MacKendrick nos invita a sumergirnos en un ambiente corrupto y sórdido, alrededor de la ciudad nocturna, mostrando lo más enfermizo de la bulliciosa noche de Manhattan perfectamente fotografiada por el maestro James Wong Howe y donde la solida mano de MacKendrick imprime un ritmo trepidante propio del thriller más auténtico, moviendo a sus personajes mayoritariamente en interiores de una manera magistral.


MacKendrick nos presenta de manera inusual el mundo del poder. Un mundo de perdedores, de hombres y mujeres hundidos donde no hay caretas. Un mundo donde se escala hacia el éxito sin pensar en el daño ocasionado. El director no rehuye ninguno de los oscuros trasfondos de la sociedad americana de la época, pisoteada por los poderes bajo leyes mordaza propias de otros regímenes colocando a los ciudadanos contra los ciudadanos, como hicieron el mccarthismo y la caza de brujas y su proceso de acusaciones infundadas, denuncias y difamaciones, que acabaron en temidos interrogatorios, procesos irregulares y listas negras contra personas sospechosas de ser antiamericana.
Un mundo en que el ciudadano tiene que vivir bajo el miedo al otro y la falta de libertad que ello conlleva. “Tengo la sensación de que todo lo que dice suena a amenaza” le dirá un reconocido senador al todopoderoso J.J. Hunsecker. Un mundo en el que hasta un simple romance no tiene cabida si el que mueve los hilos y vigila las almas no lo soporta.
"Chantaje en Broadway" es una película negra y pesimista que muestra la soledad en la que te sumerge la ciudad.la corrupción, la traición y otros tejemanejes con grandes personajes secundarios. Pero sobre todos destacan un un insólito Tony Curtis en un difícil cometido (todo un reto para el carismático actor en aquellos momentos de su carrera en el que sólo se le consideraba un guapo rostro para la comedia) interpretando al abyecto y ruin Sidney Falco, un reptil ambicioso capaz de todo con tal del medrar en su carrera y un inconmensurable Burt Lancaster que se come la pantalla en cada una de sus apariciones y que consigue que su psicopático y despreciable personaje infunda miedo incluso al ser que más ama, su hermana.


Si pueden, no pierdan oportunidad de ver esta magnífica obra que hoy en día es considerada un clásico y que, como tantas otras, fue denostada en su momento; intenten hacerlo en su versión original para no perderse la maestría de sus diálogos. Disfruten de un Noir en el que el jefe de los gánsteres no es tal, sino un periodista, pero cuyo disfraz no puede ocultar al capo. Les recordará a alguno de esos especímenes que sólo buscan la fama y el poder escudados en el patriotismo y el deber para con nosotros, uno de esos que, según dijo Orwell, "tienen como objetivo hacer que las mentiras suenen verdaderas". ¿Les suena a algo?.


Un lugar tranquilo

(A Quiet Place) 2018                                                          Director: John Krasinski                                                                                Reparto: Emily Blunt, John Krasinski, Millicent Simmonds, Noah Jupe, Cade Woodward, Leon Russom, Doris McCarthy.                                                    Guión: Scott Beck, Bryan Woods, John Krasinski                                           Fotografía: Charlotte Bruus Christensen 

Siempre he creído que una buena película de terror tiene que buscar la intranquilidad, el sufrimiento y el desasosiego del espectador antes que recurrir al susto fácil y al gore sanguinolento a lo que nos tiene acostumbrado este Hollywood mercantilista. Pero cuando entre tanta marea de títulos que parecen refritos de películas mil veces vistas llegan aisladas perlas que brillan entre la mediocridad, un servidor recupera la ilusión y la fidelidad hacia un genero con títulos como "It Follows" (2014), "La bruja" (2015), "La invitación" (2015), "No respires" (2016), "Llega de noche" (2017) y la que nos ocupa hoy, "Un lugar tranquilo" (2018), una pequeña película (casi de serie B), que con pocos elementos, es capaz de proponer nuevas y arriesgadas experiencias narrativas como pocos filmes lo han logrado en los últimos años.


John Krasinski, quien además de ser director, escribe y actúa en su propia película, nos propone un futuro post apocalíptico donde la humanidad, luego de una terrible invasión, ha optado por resguardarse en sus casas para vivir eternamente en un silencio abrumador y espectral. En ese mundo, una familia esta condenada a vivir en un silencio absoluto, pues incluso el más tenue de los sonidos puede significar la mayor de las desgracias. La situación se complica aún más cuando descubrimos que la madre de la familia se encuentra embarazada, desencadenando así una serie de eventos que aumentarán la tensión y el peligro.


Como vemos, en "Un lugar tranquilo" el silencio es el hilo conductor de la narración. Si te oyen, te cazan. La ausencia de sonido durante las escenas de mayor tensión no hace sino acrecentar la angustia del espectador, que siente, padece por el incierto futuro de los protagonistas y esto no sería posible sin unas buenas interpretaciones, destacando a Emily Blunt en el papel de madre. Tanto los niños como los padres, afrontan de muy buena manera el desafió de expresar tal cantidad de sentimientos y emociones limitándose únicamente al lenguaje corporal.


"Un lugar tranquilo" es un logro monumental que nos recuerda que a veces no es tan importante lo que se cuenta sino cómo se nos cuenta. Por eso, una de las grandes virtudes de la cinta es la rapidez con la que es capaz de definir su universo y el tono bajo el que se construirá toda la historia, sin la necesidad de detenerse mucho tiempo a resolver el por qué ni el cómo se llego hasta ese punto. Incluso antes de los primeros 10 o 15 minutos, tan tensos y catárticos como podrían ser, ya se nos presenta el momento que funcionará como un punto y aparte en la vida de los personajes.


Sin perderse en las absurdas "trampas" de otros cineastas, John Krasinski nos ofrece un arriesgado y emocionante paseo, por una película que te acelera el ritmo cardíaco mientras juega con las expectativas del público sin tratarnos en ningún momento como simples idiotas a la espera del susto fácil. Por mi parte, la cinta de John Krasinski ya puede ser considerada como un pequeño clásico que incorporaré a la privilegiada lista de filmes de horror y ciencia ficción que proponen, que se arriesgan y que luchan por ser recordada en una era llena de falsos conceptos de horror basados en screamers baratos o ideas desgastadas.










Vincent Price


Una voz entre la elegancia y el terror


Para algunos era el genuino "chico Poe" en aquellas góticas y "acartonadas" (por sus decorados) adaptaciones de los años 60 filmadas por Roger Corman. Para otros, la tenebrosa voz en off del "Thriller" de Michael Jackson, pero entre uno y otro extremo, la siempre elegante imagen de Vincent Price, con sus cejas arqueadas, su gesto adusto y una voz que modulaba con maestría nos dejo una amplia muestra del excelente y versátil actor que era.

 

Con casi doscientos trabajos como actor, tanto en cine como en televisión, o poniéndose delante de la cámara o prestando su voz como narrador o doblador, Vincent Price se ganó por méritos propios lo de ser reconocido como uno de los grandes emblemas del cine de horror clásico y de la serie B junto a Lon Chaney, Boris Karloff, Bela Lugosi y Christopher Lee. 

Su forma de moverse y hablar reflejaba el cultivado poso de Vincent Leonard Price. Nacido un 27 de mayo de 1911, en una familia de cuatro hermanos. Fue alumno de escuelas privadas de San Luis, hizo el recorrido por los grandes museos de Europa siendo adolescente y consiguió títulos académicos en historia del arte en Yale y la Universidad de Londres, donde se empezó a enganchar por el teatro y decidió convertirse en actor.

Y fue precisamente en el mundo de las tinieblas donde Vincent dio sus primeros pasos, fue junto al gran Boris Karloff en "La torre de Londres" (1939), pero sus inquietudes artísticas e intelectuales (atesoraba una formación exquisita en bellas artes, antropología o gastronomía) le llevaron a diversificar su talento con películas tan dispares como "La canción de Bernadette", "Las llaves del reino", la legendaria, "Laura" (1944) o uno de sus mayores éxitos, la fascinante, borrascosa e injustamente olvidada "El castillo de Dragonwyck" (1946), de un novato Joseph Leo Mankiewicz. Pero con "Los crímenes del museo de cera" (1953) donde la huella de los mitos terroríficos se le marcaron tan a fuego que fue casi imposible escapar de su embrujo y estigma. Él mismo lo reconocía en 1986: -"He participado en 110 películas y solo 20 han sido de terror; sin embargo, son las que han permanecido en la memoria colectiva"-.

 

Así fue como a partir de los años 50, su quijotesca, irónica y pérfida presencia le convirtió en un icono señorial del cine fantástico post-Universal. Y, a pesar de seguir interviniendo en cintas como "Mientras Nueva York duerme" o hasta "Los diez mandamientos", la tipografía de su nombre aumentaba de tamaño en filmes como "Los crímenes del museo de cera", "El mago asesino", "La mosca", "La mansión de los horrores" o "Escalofrío".


Y con esto llegamos al punto clave de su carrera: mientras en Inglaterra la productora Hammer se decantaba por la sangre nada fácil de vampiros en celo con Christopher Lee como estandarte, en Estados Unidos la American International Pictures de Roger Corman tiraba de clásicos populares y elegía a Price para liderar, con una mano huesuda en el mármol de Palas y otra en el de Minerva, el carruaje luciferino de "La caída de la Casa Usher", "El péndulo de la muerte", "Historias de terror", "El cuervo" o "La máscara de la muerte roja".

Posiblemente fueron sus mejores años y sus más recordados trabajos en el género. Luego les seguirán títulos más paródicos que interesantes a los que aun así, el bueno de Vincent de daba empaque con su regia e histriónica figura. Afortunadamente, en la recámara aún quedaban algunas buenas balas de plata "El abominable doctor Phibes" (1971), la crepuscular y conmovedora "Las ballenas de agosto" (1987), con Bette Davis y Lillian Gish) y el fantástico cuento de hadas de "Eduardo Manostijeras" (1990). Finalmente, en un frío día de finales de octubre de 1993, el telón carmesí cayó sobre "El maestro de lo macabro" o "El villano exquisito", merecedores títulos nobiliarios para un actor de gigantesca figura, inigualable voz y extenso legado.