La profunda mirada de un caballero
Cuando al cineasta John Ford, le preguntaron que era el cine para él, este contestó: "¿Usted ha visto caminar a Henry Fonda? Pues eso es el cine". Esta frase valdría para resumir la carrera de Henry Jaynes Fonda. Uno de esos mitos del cine que se fueron forjando a base de trabajo y talento puro . Un tipo cuya espigada figura, de casi 1,90m, llenaba la pantalla como la de ningún otro intérprete masculino que hayamos visto en el cine. Lo suyo era puro carisma y presencia, daba la impresión de que apenas necesitaba esforzarse para que te quedaras ensimismado viéndole hablar y moverse.
Este brillante actor de profundos ojos azules y mirada grave, nació tal día como hoy de 1905 en una familia modesta de Nebraska. Henry Jaynes Fonda tuvo su primer contacto con el mundo de la actuación de la mano de una amiga de su familia llamada Dorothy Brando (que acababa de dar a luz al mítico Marlon), que actuaba y dirigía un teatro en Omaha y le animó a participar en una obra de aficionados; resultó tan estimulante que el joven Fonda dejó su empleo administrativo y continuó con la compañía durante tres años. En 1929 consiguió un pequeño papel de figurante en una obra de Broadway y luego algunas intervenciones breves.
Tras participar en diversas obras, la oportunidad le llegó en 1935 al protagonizar "Contrastes" de Victor Fleming, dándole a Fonda el papel protagonista y la posibilidad de obtener un contrato de larga duración. El flechazo entre la cámara y el rostro de Fonda de ciudadano honrado al que lo único que parece importarle es no perder la dignidad fue inmediato. Este aspecto de su mirada lo definió mejor que nadie Peter Bogdanovich: "Cuando Henry Fonda dice algo, lo crees... Ésta es una cualidad de las verdaderas estrellas y nadie la tiene más que Fonda." Su sinceridad contagiosa, su naturalidad interpretativa y su personalidad eran ideales para la pantalla, y le permitieron popularizar un prototipo de héroe recto, justo y muy humano con títulos tan representativos como "Sólo se vive una vez" (1937) y "Lobos del norte" (1938). En 1940 Henry Fonda roza el éxito al ser nominado al Oscar por su actuación en "Las uvas de la ira", en la que encarna a un personaje que es puro tesón, lucha y coraje y que no pierde la dignidad ni en la gran miseria en la que se ve obligado a vivir. Pocas veces se ha visto en una pantalla una mirada de impotencia y de impetuoso orgullo como la suya.
Tras servir en la guerra del Pacífico, Henry Fonda regresa con más serenidad y aplomo, como quedó patente en sus primeros trabajos de posguerra: "El fugitivo" (1947), "Noche eterna" (1947) o "Fort Apache" (1948). Pero sería en la espléndida "Doce hombres sin piedad" (1957), donde Fonda tendría su segunda nominación por dar al público una clase magistral de interpretación. Su actuación es un derroche de carisma, de habilidad oratoria, de seguridad en sí mismo, de convicción y de pasión controlada. Decir que su nominación al Oscar al mejor actor fue merecida es quedarse cortísimo.
Pero esos profundos ojos azules no solo eran capaces de interpretar a personajes "buenos" o "heroicos", también eran capaces de interpretar a uno de los mejores villanos de la historia del cine en el mítico western "Hasta que llegó su hora", donde interpreta al frío, inteligente y ambicioso pistolero sin escrúpulos Frank, un asesino implacable que a primera vista engaña con sus serenos ojos azules y su apariencia tranquila. Era tal su seguridad y su versatilidad que se le empezó a conocer con el apodo de "One-Take Fonda" (Una Toma Fonda), puesto que conseguía al instante bordar su papel, sin necesitar repetir decenas de veces las tomas.
En 1980 se le concedió el Óscar honorífico por toda su carrera y, un año después, recibió la estatuilla al mejor actor por "En el estanque dorado" de Mark Rydell (1981), en la que actuó junto a Katharine Hepburn y su hija Jane Fonda. En esta, su última película, Fonda representaba un papel que trata de las fuerzas decadentes y de la inevitabilidad de la muerte. En la ficción, un niño le preguntaba: "¿Tienes miedo de morir?" Los ojos del actor mostraron entonces un dolor inequívoco. Poco tiempo después, el 12 de agosto de 1982, moría en Los Ángeles uno de los últimos grandes caballeros de Hollywood.
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