A comienzos de los 60, el cine de Hollywood comenzó a interesarse por el personaje del vaquero inadaptado, un tipo rudo y con un código ético desfasado incapaz de seguir y aceptar la constante evolución de la época en que vive. A la sombra de "Vidas rebeldes" (1961) de John Huston, surgieron películas como la estupenda "La balada de Cable Hogue" (1970) de Sam Peckinpah, o la que nos ocupa hoy "Los valientes andan solos", no demasiado famosa, y bastante desconocida por andar perdida en medio de la filmografía, de David Miller, un olvidado todoterreno que logro con "Los valientes andan solos" su mejor película.
El protagonista de la historia es Jack Burns (Kirk Douglas), un orgulloso e inadaptado vaquero que en plenos años 50 continúa a lomos de su yegua atravesando pastos vallados, carreteras y fronteras vigiladas, ajeno completamente a unas leyes que no van con él. Enterado de que Paul, un antiguo amigo, ha sido encarcelado por ayudar a unos inmigrantes ilegales, acude a Nuevo Méjico para ayudarle a fugarse, pero una vez en la cárcel se da cuenta de que su amigo ya no es el rebelde que era y que prefiere cumplir la condena para no tener que abandonar a su mujer y su hijo. Jack se escapa, pero la policía y el ejército emprenden una caza del hombre a través de las montañas.
David Miller, nos brinda un western crepuscular en toda regla donde la confrontación entre la tradición y la renovación y una fuerte apología de la libertad son las grandes tramas de esta historia escrita por el prestigioso guionista Dalton Trumbo y creada por y para Kirk Douglas quien, en la cúspide de su popularidad, mostraba ya interesantes inquietudes hacia la producción de películas de carácter personal, lo que incluía desde la propuesta argumental hasta la selección detallada del equipo técnico caso de Trumbo, a quien en un acto de osadía había rescatado de la lista negra del Macartismo en la gigantesca "Espartaco".
Corría el año 1961. Tras leer la novela de Edward Abbey, "Brave cowboy" un Kirk Douglas, en la cima de su carrera encargó expresamente a Trumbo que lo convirtiera en guión, y tras leerlo lo calificó como el mejor guión que había leído. No cambió una sola coma. En la secuencia inicial nos presentan a la pareja protagonista, el cowboy Burns (Kirk Douglas), que se dedica a conducir ovejas, y su caballo, Whisky. En el cielo cruza un avión. Nos ubica en el tiempo, y señala la desubicación del personaje.
El impecable e implacable guión es todo un puñetazo sin piedad ni concesiones a la figura del cowboy del western clásico y que en cierto modo suponía un precedente de lo realizado por Sam Peckinpah en la magistral "La balada de Cable Hogue", aunque aquí el avance tecnológico, que ha cambiado un mundo que avanza hacia nadie sabe dónde, es mucho mayor. Aviones, coches, camiones, y el recuerdo de la Guerra de Corea, marcan ese mundo al que Jack se resiste a pertenecer y comprender (no lleva identificación porque él sabe cómo se llama y no necesita ningún papel que le recuerde quién es).
Kirk Douglas brilla con luz propia en esta película que él mismo consideraba su predilecta. Un carismático, relajado y creíble Kirk Douglas se adueña de un personaje de inocente e innegociable optimismo, pero por ello mismo arrinconado, desahuciado y arrastrado hacia un fatal destino. A su lado brillan Gena Rowlands en uno de sus primeros papeles para el cine, como la mujer del mejor amigo de Jack y cuya historia de amor pasada evoca tiempos lejanos y mejores; y por otro lado el siempre solido Walter Matthau en el papel de un sheriff tan cínico y desencantado como Jack, al que se ve obligado a perseguir pero sin demasiados deseos de atraparle, por admirar su inquebrantable espíritu de libertad.
La película, rodada en un solemne blanco y negro por Philip H. Lathrop, está dotada de un hiriente a la vez que poético realismo. Las referencias a esta confrontación entre el pasado y el presente son constantes a lo largo de todo el metraje. La belleza virginal de las montañas en las que transcurre la persecución contrasta con el caos de la ciudad donde se oxidan al sol los cadáveres metálicos de la sociedad del consumo.
La cruda realidad se encarga de verter un jarrón de agua fría sobre el espectador. La historia plantea cuestiones sobre cuál puede ser considerado el auténtico heroísmo, ¿el de aquellos que optan por esperar su destino o el de los que prefieren salir a su encuentro? Pesimista, trágica y atrevida, "Los valientes andan solos" es una película sobre la muerte de Estados Unidos, sobre su descomposición moral. Jack expresa, con una convicción maravillosa, un anarquismo atrevido y violento, el conmovedor grito de angustia de un individuo ante la amenaza que una sociedad, cada vez más dictatorial y más represiva mientras el excelente guión de Dalton Trumbo echa paladas de tierra sobre el cadáver de un tiempo que nunca volverá. Todo esto es motivo suficiente para ver esta película injustamente poco conocida.
Desde su terca insumisión, Jack representa un ejemplo extraño y peligroso de libertad sin barreras. Por ello mismo, a partir de un par de nimios malentendidos que hubieran podido solucionarse con el intercambio racional de palabras, pasará automáticamente a convertirse en el objetivo a derribar en una despiadada cacería del hombre.
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