Fotografía: James Wong Howe
¿Se puede ser periodista y actuar como el más vil de los mafiosos? Ya lo creo que si, ejemplos hay bastantes en este pobre país. Son gente que desde sus púlpitos esparcen mentiras, chismorreos y basura, llegándose a creer que ellos pueden hacer lo que quieran por estar investidos de un don: El de forjar o arruinar reputaciones según les convenga, muchas veces por meros motivos personales. Son verdaderos gansters del periodismo perfectamente retratados en "Chantaje en Broadway" de Alexander MacKendrick, un ejemplo maestro de los sucios juegos de poder, envidia, ambición y venganza. Con un valor extra: puede trasladarse desde el Manhattan de los años cincuenta a nuestra época actual de connivencia entre quienes mueven los hilos y la prensa sensacionalista.
Basada en un relato de Ernest Lehman, y a partir de un guión escrito por éste y por Clifford Odets, Chantaje en Broadway sigue los pasos de J.J. Hunsecker (Burt Lancaster), un periodista narcisista, autoritario y egocéntrico que disfruta del poder que le proporcionan los artículos de su columna diaria y de su programa de radio, en los que juega sin remordimiento alguno con la vida de los demás, incluyendo a su joven hermana (Susan Harrison), enamorada de un músico de jazz. Hunsecker pondrá todo su empeño en romper dicha relación, haciendo uso de su poder y ayudado por el ambicioso arribista Sidney Falco (Tony Curtis) que recurrirá a las artimañas más sucias para complacer a su amo. Pero el resultado será dramático para todos.
"Chantaje en Broadway" es un drama impresionante por su dureza, desarrollado integramente en los ambientes noctámbulos de la trastienda de Broadway. La cámara barroca a la vez que incisiva de Mackendrick nos adentra en las entrañas de un neonizado infierno habitado por sabandijas que se retuercen mordiéndose unas a otras, en un perverso ballet que nos habla de humillaciones y dependencias, de odios y mentiras, de incesto, de la función corruptora del dinero y el culto al poder.
Estamos pues ante una película muy cercana al cine negro, pero "Chantaje en Broadway" no encontraremos pistolas, detectives, ladrones y mucho menos persecuciones… el armamento de sus personajes consiste, en cambio, en los imponentes diálogos llenos de recursos y jerga, agudamente inteligentes y rápidos, que ofrecen una proyección del mundo de la prensa sensacionalista con sus chantajes, engaños, impudicia y proxenetismo moral. Alexander MacKendrick nos invita a sumergirnos en un ambiente corrupto y sórdido, alrededor de la ciudad nocturna, mostrando lo más enfermizo de la bulliciosa noche de Manhattan perfectamente fotografiada por el maestro James Wong Howe y donde la solida mano de MacKendrick imprime un ritmo trepidante propio del thriller más auténtico, moviendo a sus personajes mayoritariamente en interiores de una manera magistral.
MacKendrick nos presenta de manera inusual el mundo del poder. Un mundo de perdedores, de hombres y mujeres hundidos donde no hay caretas. Un mundo donde se escala hacia el éxito sin pensar en el daño ocasionado. El director no rehuye ninguno de los oscuros trasfondos de la sociedad americana de la época, pisoteada por los poderes bajo leyes mordaza propias de otros regímenes colocando a los ciudadanos contra los ciudadanos, como hicieron el mccarthismo y la caza de brujas y su proceso de acusaciones infundadas, denuncias y difamaciones, que acabaron en temidos interrogatorios, procesos irregulares y listas negras contra personas sospechosas de ser antiamericana.
Un mundo en que el ciudadano tiene que vivir bajo el miedo al otro y la falta de libertad que ello conlleva. “Tengo la sensación de que todo lo que dice suena a amenaza” le dirá un reconocido senador al todopoderoso J.J. Hunsecker. Un mundo en el que hasta un simple romance no tiene cabida si el que mueve los hilos y vigila las almas no lo soporta.
"Chantaje en Broadway" es una película negra y pesimista que muestra la soledad en la que te sumerge la ciudad.la corrupción, la traición y otros tejemanejes con grandes personajes secundarios. Pero sobre todos destacan un un insólito Tony Curtis en un difícil cometido (todo un reto para el carismático actor en aquellos momentos de su carrera en el que sólo se le consideraba un guapo rostro para la comedia) interpretando al abyecto y ruin Sidney Falco, un reptil ambicioso capaz de todo con tal del medrar en su carrera y un inconmensurable Burt Lancaster que se come la pantalla en cada una de sus apariciones y que consigue que su psicopático y despreciable personaje infunda miedo incluso al ser que más ama, su hermana.
Si pueden, no pierdan oportunidad de ver esta magnífica obra que hoy en día es considerada un clásico y que, como tantas otras, fue denostada en su momento; intenten hacerlo en su versión original para no perderse la maestría de sus diálogos. Disfruten de un Noir en el que el jefe de los gánsteres no es tal, sino un periodista, pero cuyo disfraz no puede ocultar al capo. Les recordará a alguno de esos especímenes que sólo buscan la fama y el poder escudados en el patriotismo y el deber para con nosotros, uno de esos que, según dijo Orwell, "tienen como objetivo hacer que las mentiras suenen verdaderas". ¿Les suena a algo?.
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