1 de mayo de 2018

Satanás

(The Black Cat) 1934                                Director: Edgar G. Ulmer                                                              Reparto: Boris Karloff, Bela Lugosi, David Manners, Julie Bishop, Egon Brecher, Harry Cording, Lucille Lund.          Guión: Edgar G. Ulmer, Peter Ruric                                            
Fotografía: John J. Mescall


Durante los primeros años 30 dos "monstruos" del cine de terror despuntaban por encima del resto, Boris Karloff y Bela Lugosi eran un importante reclamo en taquilla por lo que era cuestión de tiempo que la productora Universal Pictures les hiciera coincidir en una misma película, la primera de una serie de películas en la que compartieron pantalla.
Pese a que le pusieron el "latiguillo" de basada en el celebre relato de Poe, lo cierto es que película y relato se parecen como un huevo a una castaña, no tiene absolutamente nada que ver excepto que de vez en cuando aparece un gato negro en escena. La verdad es que, y sin que sirva de precedente, el título que se le puso en España al traducir el original es mucho más acertado que el que tenía en origen porque el tema del satanismo tiene mucho más peso en el desarrollo del film que el gato negro al que alude el título.
La historia comienza cuando una pareja de recién casados Joan Allison (Julie Bishop) y Peter Alison (David Manners) se encuentran disfrutando de su viaje de novios cuando conocen a un misterioso hombre llamado Vitus Verdegast (Bela Lugosi), que ha pasado los últimos quince años encerrado en una prisión. Tras unas azarosas circunstancias la pareja se verá obligada a que pernoctar en el hogar del siniestro arquitecto Hjalmar Poelzig (Boris Karlof) a quién le une una vieja amistad con Vitus, desde ese momento la narración se centrará en su antigua rivalidad. Pero La irrupción de la pareja de novios en esta disputa despertará el insaciable deseo lujurioso de Poelzig.


El director, Edgar G. Ulmer, criado en el expresionismo aleman y habiendo trabajado con los mismísimos Fritz Lang, Murnau y Robert Siodmak, somete a los actores un duro tour de force en medio de una atmósfera densa y enfermiza, salpimentada por una pasión lujuriosa y un marco gótico extrañamente envuelto en una estética vanguardista y en la que Edgar G. Ulmer se involucró personalmente, otorgandole un más que evidente sabor europeo a la cinta. Lo cierto es que "Satanás" es una película gótica, muy gótica, pero al mismo tiempo rehuye de las telarañas y las ruinas mientras busca el tenebrismo en la modernidad, un concepto revolucionario. Las puertas no chirrían entre crujidos sino que se abren con silenciosos mecanismos giratorios y hasta los relojes numéricos (entonces signo del futuro) resultan tan o más inquietantes que las campanadas de medianoche. La mansión exhibe estancias decoradas con un gusto exquisito. Sin embargo, a medida que los personajes se adentran en el submundo del recinto, y por ende bucean en los laberintos de sus almas donde se encuentran con las deudas que tienen que saldar, la carga de oscuridad y terror de las estancias aumenta.


"Satanás" se muestra al público actual como una cinta vigorosa y de unos valores artísticos dignos de descubrir: los juegos expresionistas de luces y sombras, el simbolismo del gato negro como catalizador de la culpa de los protagonistas, la mezcla de "perversiones", que van desde el ocultismo, la necrofilia, el incesto o la tortura nos dejan un interesante título con una estética poco entendida y rabiosamente vanguardista. El director, Edgar G. Ulmer, que había trabajado en el diseño de decorados de varios clásicos del cine mudo alemán, plantea "Sátanas" de forma que alterne un diseño de interiores diáfano y abierto con algunos toques visuales herederos del mejor cine expresionista. La creatividad en iluminación y decorados es apabullante, y concuerda con la depravación y la alteración psicológica de los dos protagonistas.


Pero evidentemente, los que brillan con luz y oscuridad propia son Karloff y Lugosi, Karloff como siempre esta magnífico encarnando al felino Poelzig, pero quien merece ser destacado es Lugosi. Aunque a lo largo de su carrera nunca destacase por ser un actor extraordinario resultando por lo general excesivamente (Aunque también deliciosamente) teatral, en "Satanás" realiza su mejor interpretación. El duelo Karloff, Lugosi hace saltar chispas, y en cada ocasión que se cruzan sus miradas o coinciden en una de las estancias, sale a relucir todo el odio y rencor mutuo. Hay que reconocer que este es el mayor atractivo de la película y que gracias a la buena personificación por parte de ambos consiguen que nos metamos en la historia. La escena en que ambos juegan una partida de ajedrez para decidir el destino de los invitados y como con maestría Hjalmar juega con ellos es antológica.

A pesar de sus pequeños fallos (como introducir unas gotas de humor que rompen el clímax) continúa siendo uno de los mejores títulos fantásticos surgidos de los años 30 y un recordatorio de lo que pudo haber sido la carrera de Ulmer de no mediar asuntos extra cinematográficos que le condenaron al ostracismo de la serie B. "Satanás" es una película altamente recomendable que gustará a los amantes del cine de terror de los años 30, a los fans de Karloff y Lugosi y a los que devoran cualquiera de las producciones de la Universal en su época dorada.

El éxito de "Satanás" parecía destinarle a ser un director importante en Hollywood, pero un lío de faldas con la mujer de uno de los ejecutivos más poderosos de la Universal dejó hecha añicos cualquier posibilidad de triunfar en los grandes estudios. Consecuencia de esto fue su "descenso de categoría" a la "Poverty row", que era como se llamaba a la zona donde operaban los estudios más modestos (por emplear un calificativo suave) y en donde los rodajes con pocos días de plazo y el trabajo en condiciones durísimas eran la orden del día. Aún así, Ulmer consiguió desarrollar una carrera de culto con dos cimas en su larga filmografía: "Barbazul" (1944) con un delicioso John Carradine como protagonista y "Asesino en serie" en la Francia del siglo XIX y sobre todo "Detour" (1945), pieza de cine negro ya considerada clásico por derecho propio que sirvió para que los muchachos de la "Nouvelle vague" lo idolatrasen.



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